A
pesar de que el otoño empezó ayer, hoy es cuando para tengo la
sensación de que acabó el verano. Casi siempre el fin de la temporada
estival y con ella la de la piscina coincide con el fin de un libro.
Este año le ha tocado el honor a un libro del año 1990 firmado por el
escritor venezolano Arturo Uslar Prieti.
La
obra de la que hablo es “La visita en el tiempo”, una recreación de la
vida de uno de los personajes históricos más relevantes de la Monarquía Hispánica: Don Juan de Austria.
La versión con la que he disfrutado es la perteneciente a la colección
de novela histórica de Salvat, concretamente el volumen 56.
El
libro nos lleva inicialmente a la humilde educación de este hijo
natural del Emperador Carlos V y Bárbara de Blomberg que pasa su
infancia en Leganés bajo el cuidado de Ana Medina, antes de ser llevado –
aunque él lo desconozca – ante su padre a Cuacos de Yuste, previa
parada en Medina del Campo bajo el
cuidado en esos años en esos de Don Luis de Quijada, mayordomo del
Emperador. Tras la murarte de su envejecido padre, tendrá que conocer la
realidad negra de una España intolerante, por lo que tendrá que asistir
a la brutalidad de un juicio del Santo Oficio y a un Auto de Fe en
Valladolid. Es en esta ciudad castellana donde recibe la visita de su
hermanastro Felipe II y el reconocimiento público de su linaje.
La historia de
su vida será la historia del reinado de Felipe II, y a través de
detalles nos enteraremos de su traslado a la corte madrileña, de su vida
junto al heredero Don Carlos, de sus juegos y confidencias con Isabel
de Valois, Ana de Mendoza – la Éboli- y unos jóvenes cortesanos
destacando entre todos ellos Antonio Pérez.
Desde
su juventud se muestra como hombre de acción, pero el exceso de
prudencia y , por qué no, de celo de su hermanastro lo relega siempre a
un plano inmerecido. Se deseo de combatir lo lleva sin autorización a
Barcelona para embarcarse y, únicamente la orden del rey, lo retiene.
Cuando la situación se hace difícil especialmente en Granada (frente a
los moriscos) y en el Mediterráneo ( frente a los turcos) será el
encargado de asumir la responsabilidad. Su éxito en Granada, lo
catapultará a encabezar la Liga Santa.
La victoria en la bahía griega de Lepanto es su mayor éxito, aunque
para Don Juan inconcluso dada la falta de nervio del rey y de los
aliados. Las siguientes expediciones en el Mediterráneo son igualmente
exitosas como ocurre en la toma de Túnez. Pero el incumplimiento de la
orden real de destruir la Goleta
frente a la antigua ciudad de Cartago, lo deja en una situación difícil
ante el rey. Eso sí, le permitirá ser conocido como el Caballero del
León, pero nunca – como hubiese sido su deseo- como el Infante o algo
más.
La
asunción de la secretaria del Estado por parte de Antonio Pérez nos
llevará a los sótanos palaciegos, a la conspiración. La llegada a su
lado de Escobedo encauza ligeramente su rumbo político que le llevará
finalmente a Flandes como Gobernador, previo paso por Francia disfrazado
de morisco. En Flandes tienen un primer y único triste encuentro con su
madre Madama Blomberg. Allí la mala política, la militar o sea la de
Alba, como la diplomática y pactista – la de Requesens , lo acerca a un
mundo que lo aleja de España. La toma de Nemur es su último hito
militar, pero también la evidencia de que Felipe II lo quiere lejos o
mejor no lo quiere. Lo que no hicieron los rebeldes granadinos, ni los
turcos, ni los venecianos, ni los tunecinos, ni los flamenco, lo harán
las fiebres. Si en el inicio vemos cómo Don Juan se preguntaba ¿quién
era?, al final, en su lecho de muerte, tiene una respuesta: Es él.