Cuando he leído El extranjero, su primera novela escrita en el año 1942 de Albert Camus, Premio Nobel francés del año 1957 por el conjunto de su obra, he tenido la sensación de que el protagonista da el perfil de extraño por encina de extranjero. El extranjero o L'Étranger lo es por ser un extraño de sí mismo y de la sociedad en la que vive.
Es curioso, pero esperaba otra cosa. Me imaginaba la historia estaría vinculada con la idea de un francés criado en Argelia que en algún momento, sobre todo , tras la brutal guerra de independencia de Argelia se siente extranjero en ambos países. Pero nada de esto se refleja en la obra que acabo de leer. Y me sorprende. Desde que me enteré, de la emigración española al norte de África - ya hace una buena cantidad de décadas, me fascinó la idea de un relato en esos margenes geográficos. Mi propio abuelo y mi padre, al menos, profesionalmente formaron temporalmente parte de aquellos españoles que tuvieron que marchar al norte de África para cumplir con la administración española. Si la presencia española en la zona del Rif o frente al Sahara llegó a normalizarse por el vínculo de la ocupación, más interesante me resultó descubrir el gran número de españoles que vivieron en la región de Orán, el oranesiado, en los que fueron territorios franceses de Argelia. Mi profesor de francés, que malvadamente nosotros llamábamos Madame Boileau, me explicó que entre aquellos franceses que vivían en Argelia y que luego se transformaron en "pieds noir" una vez salidos del país había muchísimos descendientes de españoles. Yo buscaba algo de esto, pero no lo he encontrado. He encontrado un desgarrador relato de un hombre ajeno a casi cualquier sentimiento. Nada más, y nada menos.
El protagonista de la historia, Meursault, es un ser indiferente a la realidad pues esta le resulta absurda e inabordable. Su situación personal lo ha convertido en un "extranjero" dentro de lo que debería ser su propio entorno, un extraño se sí mismo.
Se trata de una novela escrita en dos partes en la que describe las vicisitudes de un individuo incapaz de expresar «sentimientos» o de forjarse una «moral» acordes con la de los comunes, y que vive una total escisión entre razón-sensación-emoción, y que apenas reacciona ante lo que le sucede a él, a su familia, a su vecindad o a los sentimientos de su china.
En la primera parte, conocemos al protagonista en el momento de recibir la información de la muerte de su madre y termina con el asesinato por su parte de un chico árabe. Entre medias se desplaza al entierro y al volver comienza una relación con una chica compañera de trabajo llamada Marie; igualmente comienza a mantener más contacto con un vecino, Raymond, un proxeneta maltratador, pero también a tener problemas con un grupo de árabes a causa de una relación con una chica hermana de uno de ellos. Durante un fin de semana en la playa, Meursault y Raymond se encuentran con este grupo de árabes, matando Meursault a uno de ellos.
Tras el asesinato comenzaría la segunda parte. Esta se centra con su entrada en prisión, los interrogatorios ante el juez, en el juicio y , finalmente, la condena a muerte del protagonista.
A raíz de la condena la postura de indiferencia ante la vida, que hemos visto al inicio del relato se acrecienta, ahora unida al un repudio frontal ante el sentido religioso, al que, finalmente, se acaba enfrentando.
Lo que le llama la atención es la indiferencia y la aceptación de todo como si nada tuviese repercusión sobre su vida. De hecho tengo la sensación de que el protagonista es un espectador de su propia vida, aunque la vive con absoluta simplicidad. Acepta su ajusticiamiento y no muestra sentimiento alguno ante la injusticia de una condena a muerte, pero tampoco muestra ni arrepentimiento ni lástima.
La pasividad y el escepticismo frente a todo y todos recorre el comportamiento del protagonista: un sentido apático de la existencia y aún de la propia muerte.
Dicen sesudamente los que saben que esta obra es una denuncia frente a una sociedad que olvida al individuo y le priva de un sentimiento de pertenencia activa en la comunidad. Esto tiene sentido si analizamos la trayectoria política de este hijo de menorquines vinculada con los movimientos anarquistas y enfrentados a la idea colectiva del Partido comunista francés del que se separó. Pero bueno, eso dicen.
Meursault es el personaje lacónico que encarna ese sentimiento de profunda apatía por todo lo que le rodea haciéndose de manera ostensible tanto en en la actitud ante la muerte de su madre, y como nos comenta en algún momento al inicio del relato: …pensé que, al cabo, era un domingo de menos, que mamá estaba ahora enterrada, que iba a volver a mi trabajo y que después de todo, nada había cambiado…. Pero esta misma indiferencia está presente ante la desgracia de su vecino anciano, o cuando escribe una carta intimidatoria porque su vecino el chulo se lo pide, o cuando le pregunta Marie si le quiere y el contesta que no o cuando mata al chico árabe y no tiene muy claro el por qué.
El protagonista no intenta justificar sus actos, sólo explica lo que va haciendo y es a través de sus actos como el lector construye su perfil. Meursault es un hombre sin valores, con un destino trágico debido a una situación absurda, en la que no tiene cabida ni el matrimonio, ni la amistad, ni la superación personal, ni en lo espiritual, ni en la muerte de una madre.
Al final esa perdida de valores se aprecia en el capítulo final en que ya se define como hombre sin esperanza en el presente ni en el futuro. Pero esa pérdida de valores al final es colectiva pues el chico finalmente es condenado a muerte por un juzgado ya que su mayor delito ha sido no llorar públicamente la muerte de su madre.
El sólo sabe y valora su propia existencia, y lo única certidumbre es su destino final, la guillotina. Y para muestra un botón, justamente al final de la primera parte, tras matar al chico árabe "Comprendí que había destruido el equilibrio del día, el silencia excepcional de una playa en donde había sido feliz. ...Fueron cuatro golpes breves con los que llamaba a la puerta de la desgracia". Todo su final ocurrirá al alba, como todos los asesinatos legalizados, y sólo al final será juzgado. Él mismo sólo pide, sólo desea que en el día de su ejecución hayan muchos espectadores que le acojan.
Y es que Meursault, hasta entonces, había sido un desconocido, un extranjero viviendo en su propio cuerpo.
Curiosamente, este relato de Camus me ha recordado que en 1992 hubo una exposición en mi ciudad sobre las técnicas de tortura a lo largo de la historia. Entre los diversos aparatos hubo uno que me llamó la atención: una guillotina, según decía el cartel explicativo, había sido la última guillotina utilizada en Argelia con la que ejecutar a los condenados. La exposición estaba para perder la cabeza.
Se trata de una novela escrita en dos partes en la que describe las vicisitudes de un individuo incapaz de expresar «sentimientos» o de forjarse una «moral» acordes con la de los comunes, y que vive una total escisión entre razón-sensación-emoción, y que apenas reacciona ante lo que le sucede a él, a su familia, a su vecindad o a los sentimientos de su china.
En la primera parte, conocemos al protagonista en el momento de recibir la información de la muerte de su madre y termina con el asesinato por su parte de un chico árabe. Entre medias se desplaza al entierro y al volver comienza una relación con una chica compañera de trabajo llamada Marie; igualmente comienza a mantener más contacto con un vecino, Raymond, un proxeneta maltratador, pero también a tener problemas con un grupo de árabes a causa de una relación con una chica hermana de uno de ellos. Durante un fin de semana en la playa, Meursault y Raymond se encuentran con este grupo de árabes, matando Meursault a uno de ellos.
Tras el asesinato comenzaría la segunda parte. Esta se centra con su entrada en prisión, los interrogatorios ante el juez, en el juicio y , finalmente, la condena a muerte del protagonista.
A raíz de la condena la postura de indiferencia ante la vida, que hemos visto al inicio del relato se acrecienta, ahora unida al un repudio frontal ante el sentido religioso, al que, finalmente, se acaba enfrentando.
Lo que le llama la atención es la indiferencia y la aceptación de todo como si nada tuviese repercusión sobre su vida. De hecho tengo la sensación de que el protagonista es un espectador de su propia vida, aunque la vive con absoluta simplicidad. Acepta su ajusticiamiento y no muestra sentimiento alguno ante la injusticia de una condena a muerte, pero tampoco muestra ni arrepentimiento ni lástima.
La pasividad y el escepticismo frente a todo y todos recorre el comportamiento del protagonista: un sentido apático de la existencia y aún de la propia muerte.
Dicen sesudamente los que saben que esta obra es una denuncia frente a una sociedad que olvida al individuo y le priva de un sentimiento de pertenencia activa en la comunidad. Esto tiene sentido si analizamos la trayectoria política de este hijo de menorquines vinculada con los movimientos anarquistas y enfrentados a la idea colectiva del Partido comunista francés del que se separó. Pero bueno, eso dicen.
Meursault es el personaje lacónico que encarna ese sentimiento de profunda apatía por todo lo que le rodea haciéndose de manera ostensible tanto en en la actitud ante la muerte de su madre, y como nos comenta en algún momento al inicio del relato: …pensé que, al cabo, era un domingo de menos, que mamá estaba ahora enterrada, que iba a volver a mi trabajo y que después de todo, nada había cambiado…. Pero esta misma indiferencia está presente ante la desgracia de su vecino anciano, o cuando escribe una carta intimidatoria porque su vecino el chulo se lo pide, o cuando le pregunta Marie si le quiere y el contesta que no o cuando mata al chico árabe y no tiene muy claro el por qué.
El protagonista no intenta justificar sus actos, sólo explica lo que va haciendo y es a través de sus actos como el lector construye su perfil. Meursault es un hombre sin valores, con un destino trágico debido a una situación absurda, en la que no tiene cabida ni el matrimonio, ni la amistad, ni la superación personal, ni en lo espiritual, ni en la muerte de una madre.
Al final esa perdida de valores se aprecia en el capítulo final en que ya se define como hombre sin esperanza en el presente ni en el futuro. Pero esa pérdida de valores al final es colectiva pues el chico finalmente es condenado a muerte por un juzgado ya que su mayor delito ha sido no llorar públicamente la muerte de su madre.
El sólo sabe y valora su propia existencia, y lo única certidumbre es su destino final, la guillotina. Y para muestra un botón, justamente al final de la primera parte, tras matar al chico árabe "Comprendí que había destruido el equilibrio del día, el silencia excepcional de una playa en donde había sido feliz. ...Fueron cuatro golpes breves con los que llamaba a la puerta de la desgracia". Todo su final ocurrirá al alba, como todos los asesinatos legalizados, y sólo al final será juzgado. Él mismo sólo pide, sólo desea que en el día de su ejecución hayan muchos espectadores que le acojan
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