Wilt, mil veces con intención de empezarla, y mil veces rechazada la idea. Sin embargo, una vez vista leída la mejor obra comprometida con la la falange de la historia de la literatura española, había que buscar algo ligero y que pudiera entretener, después de tanta tragedia puesta negro sobre sobre blanco. Así que aposté por Wilt, la novela cómica del escritor londinense, Tom Sharpe, aunque fallecido en Llafranch (Girona)- 1928-1976- de azarosa vida y que publicó en 1976 una obra publicada originalmente por Secker and Warburg y que tiene como protagonista a Wilt, un profesor que imparte literatura a las ramas duras de la Formación Profesional.
Yo, que he pasado por lo mismo, y que he impartido clase de humanidades a los de automoción, a los de hostelería, especialidad de cocina, a los de informática de gestión y a los de administrativo, así como a las chicas de la rama sanitaria, puedo verme en momento reflejado en esas clases imposibles para alumnos que las interesan los coches o cocinar un buen plato.
Lo cierto es que esta novela narrada por Thomas Ridley Sharpe, más conocido como Tom Sharpe está cargada de sentido del humor, de ironía que se trasforma en algún momento en sarcasmo.
Parece que Sharpe, que no sólo fue escritor, sino que se manchó las manos de tiza como el protagonista y que estrujó sus sesos para ver como hacer atractiva su materia nos traslada a Wilt,lo que pudieron ser sus experiencias o alguna situación vivida como docente que , en ocasiones, puede llegar a ser cómica, pero que, en otras, puede desalentar al humano más optimista. Aquí sus clases dirigidas a carniceros 2 o a Artes Gráficas 3 pueden reflejan cierta farsa, pero también pueden ser productos de una realidad modificada por el esperpento. Es cierto que puede haber en el relato situaciones o personajes increíbles, aunque no inverosímiles. También es cierto que la historia juega con los giros argumentales inesperados y con carga de profundidad de índole sexual.
He leído que la novela ridiculiza el estereotipo de la educada sociedad británica, y plantea la idea de que por debajo de su fachada de represión late un mar tumultuoso de engaño y anarquía sexual. A mi por momentos me ha recordado en ese sentido el trasfondo de La soledad de un corredor de fondo con su modelo educativo y su alto grado de represión, eso sí, narrado de una forma más ágil, pero también más corrosiva, y, en ocasiones, más cruel.
Eso sí, es una buena crítica al modelo educativo que , en ocasiones, tristemente, se sustenta en tener entretenidos a los alumnos/as con una formación que , en principio, y aparentemente, les librará de su desangelada situación y de su indigencia intelectual. Estoy de acuerdo con Sharpe, expresado a través de Wilt, que , en ocasiones, la formación fluye más del alumnado hacia el profesor que de éste al alumnado.
El protagonista de la historia es Henry Wilt, un hombre desencantado desde el punto de vista profesional y personal, especialmente, con su matrimonio, que imparte clases en un Politécnico, que no tiene futuro, y que ve que siempre es y será así, más aún cuando se vea una y otra vez postergado en su ascenso y que no aguanta, a su tetona esposa, Eva, a la ya no soporta su volatilidad intelectual que le inclina a diario a camiar de gustos apostando un día por la meditación trascendental, otros por el yoga, la cerámica. Vamos, lo que sea.
Un día Eva conoce a los Pringsheim, una pareja de americanos, muy cool, según la terminología actual, y que invitan, una noche al matrimonio Wilt a una fiesta. En ella se producen algunos pequeños incidentes, alguno de ellos de índole sexual, tanto con la liberal señora Pringsheim, como con una muñeca de plástico que se hincha.
Tras beberse hasta el líquido de frenos en la fiesta y acabar en el baño indisolublemente unido a la muñeca , deja allí a Eva , absolutamente abochornada. Cuando regresa a su casa, encuentra una nota de su esposa que le comunica que se va de viaje con los Pringsheim. Como se ha acabado el papel higiénico, utiliza la nota para uso propio arrojándola posteriormente al inodoro.
Y comienzan los problemas, Eva - a la que éste ensoñaba arrojar a los cimientos de una obra, en sus malos momentos de abatimiento como profesor y esposo- ha desaparecido y él no puede demostrar que está con los Pringsheim. Aquí empieza la delirante comedia inglesa cuando Wilt se encuentra como principal sospechoso de la presunta de la muerte de su esposa, por parte de un cuerpo policial convencido desde el absurdo que el culpable tiene que ser Wilt.
El ridículo al que llega el cuerpo policial una y mil veces , ya sea con la muñeca hinchable descubierta junto a la obra del Politécnico, ya sea en las desquiciantes declaraciones del profesor, que son más pausadas que una clase a cualquiera de sus alumnos, y que culmina con la invención autoencupatoria de Wilt, por agotamiento, que lleva a los jefes de policía a requisar todos los pasteles de carne existentes en el mercado, en el descubrimiento por parte de Eva de la evanescente de los Pringsheim, como pareja y como personas, y la reaparición de Eva en casa de un sacerdote en la campiña inglesas cruzada por canales.
Al final, sorprendentemente Wilt consigue, al menos, su reconocimiento profesional, acabando así su esta muy buena y divertida novela. Muy recomendable.
El 6 de junio de 2013 Luis Alemany en el diario El mundo nos hacia una semblanza del escritor fallecido en Llafranc en la Costa Brava, a los 85 años, según ha comunicado el tanatorio del pueblo. Su nombre se asocia para cientos de miles de lectores con el de Henry Wilt, el antihéroe idealista, patoso y tierno de su serie de 'best-sellers'.
Hagamos memoria de aquellas tardes de verano de los años 80 y 90, de aquellos ejemplares de la colección blanca de Anagrama. Wilt era un profesor de literatura empleado en una escuela de Formación Profesional cuyos alumnos, futuros fresadores y carniceros, lo ignoraban en el mejor de los casos, lo amedrentaban en el peor e, incluso en alguna ocasión aún más grave, se interesaban por él sexualmente.
A Wilt lo acompañaba Eva, su esposa, una pelirroja enérgica, fogosa y dulce pero no del todo estable emocionalmente. Y, un poco más allá, el sargento Yates, que de alguna manera siempre acababa haciendole la puñeta al profesor Wilt. Un día, por ejemplo, el protagonista de Sharpe se enfadaba con Eva y, para canalizar su frustración, lanzaba una muñeca hinchable a una poza de hormigón aún líquido (estas cosas suenan hoy mucho más incorrectas). Como Eva también estaba enfadada, se había ido de casa unos días, a la francesa. Y por eso, Yates creyó que la muñeca, atrapada entre el cemento, era el cuerpo sin vida de la señora Wilt. Con equívocos así y con un buen puñado de personajes costumbristas y un poco absurdos (el cura del pueblo, el médico, el director de estudios, la secretaria...), Sharpe encontraba petróleo.
Wilt protagonizó seis novelas entre 1976 y 2010 y una película. Para muchos, fue también la puerta de entrada (o la continuación, para los ya iniciados) en la tradición de la novela cómica inglesa: imposible no pensar en la 'Noticia bomba' de Evelyn Waugh, en el Bertie Wooster de P.G. Wodehouse, en la sorna de Chesterton, en 'El libro de Rachel' de Martin Amis, en las películas de Richard Lester, en 'The office' de la BBC... ¡En los Monty Python! En esa cosa que solemos llamar humor inglés, aunque no sepamos muy bien cómo definirlo, aunque por algún lugar deberían aparecer las palabras 'circunspecto', 'extravagante' y 'absurdo'.
Prosigue Alemany diciendo que "Claro que Sharpe no nació con Wilt: lo hizo en Londres, en 1931, hijo de un pastor de la Iglesia Anglicana Unitaria, casi anciano. Vivió en Sudáfrica en los 50 (su madre era sudafricana), se ganó la vida como profesor y logró que lo expulsaran del país por subversivo. De África se trajo las historias de dos de sus primeras novelas, 'Reunión tumultuosa' y 'Exhibición impúdica', donde los supuestos comunistas peligrosos eran pobres hombres metepatas y las mujeres eran 'mucha hembra' para ellos.
De vuelta al Reino Unido siguió dando clases de literatura en Cambridge, aunque no en la universidad sino, ¡bingo!, en una escuela de Formación Profesional. Y, en 1976, parió a su personaje más admirado. Otros títulos: 'Lo peor de cada casa' y 'Una dama en apuros', que ya en sus nombres expresan mucho.
En 2004 se instaló en la Costa Brava. Al parecer, llegó a la comarca antes, en 1992, para escribir sobre hoteles (una de sus debilidades), pero le gustó el lugar. "Llegué a España huyendo de la medicina británica", dijo en 2007 en una entrevista publicada por el 'Magazine' de EL MUNDO. Cualquier entrecomillado suyo sirve para hacerse una idea del personaje encantador en el que se había convertido el viejo profesor de FP.
Por ejemplo, en la misma entrevista del 'Magazine', le preguntaban por sus años sudafricanos: "¿Comunista yo? Nunca lo he sido. Sólo era antiapartheid, contrario al trato que se les daba a los negros. He visto a tanta gente morir de tuberculosis, con los hijos alrededor... Era tan terrorífico que me superó, y entonces encontré trabajo como profesor en un colegio privado, pero los directores eran homosexuales, y también me hartaron, así que me compré una cámara de fotos y monté un estudio, y durante cinco años hice bodas, bautizos, sucesos, de todo.
Y mientras tanto, continuaba escribiendo; en aquella época escribía libros contra el apartheid, pero nadie me los publicaba, porque había censura. Hasta que me detuvieron, me mezclaron en prisión con todo tipo de asesinos, de los que también aprendí mucho, y finalmente me expulsaron del país". Como Wilt, el escritor tendía a meterse en líos inesperados pero no se daba demasiada importancia por ello. Y en eso consistía la gracia. Ánimo, Sharpe.
Otros muchos artítuculos hablaron sobre la vida , la obra y la muerte de este escritor. Muy recomendables los de Carles Geli, Aurora Intxausti en El País o su obituario en The Guardian.
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