Soy de una generación que fue creciendo en el cine clásico. Desde mi más tierna infancia pasaron ante mi los comediantes más importantes de la historia del cine ( Chaplin, Buster Keaton , Harold Lloyd) que me acompañaban cuanto tenía una decena de años aquellos viernes por las tardes tan poco productivos en lo material y llenos de felicidad inmaterial.
Al día siguiente, los sábados después de comer, veíamos sin saberlo el inicio del anime infantil (kodomo) del que era responsable uno de los más importantes directores de cine de animación japonés de todos los tiempos, Isao Takahata, cofundador de los míticos Studio Ghibli.
Tras estos comenzaba los ciclos de películas que más me fascinaban que podían ser de John Ford, Anthony Mann, Raoul Walsh , Richard Thorpe o Henry Hathaway que se combinaban con películas de Alexander Korda o Zoltan Korda,... Estábamos sin saber educándonos en el cine clásico, algo que siguió ocurriendo en nuestra adolescencia mientras veíamos ciclos de películas programadas para dar a conocer a grandes directores de siempre como Alfred Hitchcock, Fritz Lang, Howard Hawks, George Cukor, William Welhman, Michael Curtiz, Frank Capra y tanto otros, y que se combinaban con ciclos de actores digamos por ejemplo James Stewart o Montgomery Cliff , o actrices como Susan Hayward, Barbara Stanwyck, Greta Garbo o Marlene Dietrich , por decir unas cuantas. En fin, crecí viendo películas.
En eso llegó la consolidación de la transición hacia la democracia y a finales de los ochenta y principios de los noventa y con ella una apuesta por la cultura trasmitida por la televisión , entendida como vehículo cultural. Llegaron así programas culturales , eso sí, en horarios intempestivos, casi siempre ocultos en una programación nocturna que comenzó a emitirse a partir de enero de 1989 y que tenía como coherente título el de La Noche. Consistía en una tertulia diaria con un debate sobre cultura y espectáculos, todo ello en la primera cadena de TVE.
Era , en la noche de los jueves, responsabilidad de dirigir por parte de Fernando Sánchez Dragó con el subtítulo El mundo por montera. Al programa invitaba a escritores como y filósofos como Salvador Pániker, Luis Racionero y Fernando Savater, a Raúl Morodo y Enrique Múgica, al catedrático Victoriano Polo, y a viejos anarquistas que acababan de retornar del exilio como Antonio López Campillo. Este programa duró hasta 1993.
A este programa le siguió años después en 1997 también dirigido por Sánchez Dragó . Se llamaba Negro sobre blanco y consistirá fundamentalmente en un debate entre tres personas. Fue en ese programa en el que conocí al escritor cubano Guillermo Cabrera Infante (Gibara, Cuba, 22 de abril de 1929 - Londres, 21 de febrero de 2005) y el libro que aquí presento: Cine o Sardina.
Era escritor, periodista , poeta , pero sobre todo me interesó saber que había trabajado como guionista en Hollywood y como crítico de cine.
La trayectoria vitad de este escritor es muy interesante. En 1941 se traslada con su familia a lo que el mismo definió el "centro de su Universo" y allí empezó a a escribir, abandonando los estudios de Medicina comenzando a trabajar en diversos oficios, ingresando en 1950 en la Escuela de Periodismo de Cuba.
Al año siguiente, en 1951, funda la Cinemateca de Cuba junto a Néstor Almendros y Tomás Gutiérrez Alea, y lo dirige hasta 1956. También trabaja como crítico de cine con el seudónimo de G. Caín desde 1954, en el semanario Carteles, del que tres años más tarde será redactor-jefe.
En 1959, tras el cambio político en Cuba, se le nombra director del Consejo Nacional de Cultura y, a la vez, subdirector del diario Revolución. Poco después es director del magazine cultural cubano Lunes de revolución, desde su fundación hasta su clausura en 1961 y a la vez hacía guardias revolucionarias.
Para aquel entonces era comunista por formación —“yo crecí en lo más parecido a un régimen stalinista”, solía decir en referencia a la feroz militancia de sus padres—, así que no dudó en dar su apoyo a los rebeldes disfrutando de las prerrogativas y cargos públicos durante algún tiempo.
Pero en 1961, su hermano Saba y Orlando Jiménez Leal filmaron un documental, un corto de 12 minutos, titulado PM. Durante 12 minutos . En el mismo se presentaba que algunos que habían hecho la revolución estaban siguiendo o practicando los mismos males que se criticaba al régimen anterior . Fue entonces cuando Fidel Castro pronunció su famosa frase: “Con la Revolución todo, contra la Revolución nada”, que inauguraba la persecución de cualquier creación artística más allá de su contenido político. Estas palabras de Cabrera Infante resume lo ocurrido, Fidel puso “ los cojones sobre la mesa, es decir, su pistola” como diría Guillermo años después.
El durante este periodo había sido enviado por Fidel Castro (1962-1965) enviado como agregado cultural a Bruselas y también como encargado de negocios, pero sus discordancias con el nuevo gobierno llegan a su punto máximo cuando en 1968 concede una entrevista a la revista argentina Primera Plana criticando al régimen cubano; esto provoca una fuerte reacción en Cuba que le lleva a abandonar su cargo diplomático.
Así que pasa de una Guatemala a otra Guatemala en lo político y viaja de La Habana a Madrid aterrizando en la España gris de los primeros sesenta, donde, junto a su mujer, la actriz Miriam Gómez, espera acontecimientos. Entre acontecimiento y cuartilla se dedica a devorar tres películas al día.
Una vez pasado 1965 decide pedir asilo político en Inglaterra donde más tarde se nacionaliza, fijando su residencia en Londres, una ciudad demasiado oscura , pero , al menos, donde los policías no iban armados. Allí entró en contacto con la obra de Borges y descubrió o redescubrió a William Faulkner. En Londres es el cine lo que le atrae y tras un intenso impulso combinada con una potente actividad cultural y periodística marcha a la meca del cine, a Hollywood . Allí se convierte en el primer escritor latinoamericano guionista, con títulos como Punto de fuga y Wonderwall.
Desde entonces combina su estancia en Londres con el oficio de profesor en las universidades de Virginia y de West Virginia así como conferenciante en otras universidades americanas, como la de Oklahoma.
Ya para esos años Cabrera Infante presentaba un curriculum interesante como escritor de cierto renombre . Su obra de referencia Tres Tristes Tigres (TTT), escrita en 1964 , pero publicada en 1967 tras superar una censura que dijo de ella “El contenido es pornográfico a veces, irrespetuoso otras, procaz siempre”, dijo el censor José Vila Selma. “Irreligiosidad, antimilitarismo, grosería... La novela es realmente ileíble [sic]”, incidían luego los censores.
Después vinieron otras como La Habana para un Infante difunto que comienza haciendo referencia a un clásico del cine King Kong y a las mujeres "Parece que las rubias escasean por estos pagos" Sexo y cine y amor a la ciudad es que en ella se ve. La Habana es su musa . Solía decir que volvería a Cuba muerto Castro o muerto él, lo que ocurriera primero. Ganó Fidel.
Y, ya en Londres, puso en orden (y en desorden) toda su abundante producción como escritor cinematográfico ya fuese como crítico, articulista, o escritor en un par de libros: Un oficio del siglo XX, Arcadia todas las noches. A este siguió Cine y Sardina.
En este intento de desordenar lo que había ordenado en sus escritos es lo que encontramos en Cine o Sardina. Aquel libro fue el que presentó en uno de aquellos programas. Y lo hizo a través de una anécdota.
Me lo encontré en la feria del libro de Madrid de 1999, dos años después de ganar el Premio Cervantes 1997, el más importante de las letras españolas o como él dijo su "encuentro con la gran literatura española".
Yo al verlo en el stand no dude en ir y comprar aquel libro del que había hablado en televisión. La costumbre en esos eventos , cuando hay compra de por medio, es que te lo firme el autor. Me preguntó si quería una dedicatoria concreta. Yo le di una. Se lo dediqué a mi musa, mi mujer. Pero el cubano no me hizo ni caso y escribió lo que todavía es claramente legible " Para F. y E. , con gracias del autor". Y firmó.
Decir , para centranos ya en el libro, que está dedicado a José Luis Guarner, amigo personal del escritor, y según algunos , el mejor crítico cinematográfico que nunca haya tenido este país.
El libro tiene una estructura extraña, alternativa , diferente. Se inicia con un capítulo extenso sobre aspectos generales del cine enla que mezcla historia, directores , actrices o géneros. Por sus páginas - y en el mismo- pasan desde George Méliès hasta actrices como su adoraba belleza María Félix, habla de los inicios del cine hasta la llegada del sonoro, desde una alabanza a las películas "B", a los vínculos de Literatura y Cine y al Cine y a la Literatura.
Tras esto viene una sección dedicada a aproximaciones o biografías, sui generis, de actrices como K. Hepburn o Marlene Dietrich hasta directores como Georges Cukor o el canario cojo ( relación de Vicent Minnelli y Judy Garland).
El libro continúa con difuntos. Con dos capítulos dedicados, el primero a sus amigos, vinculados con el cine fallecidos (José Luis Guarner, Néstor Almendros, el coleccionista John Kobal ) a los que le dedica un poema de Martí titulado " Yo tuve un amigo muerto que suele venirme a ver"; y otro dedicado a estrellas de Hollywood fallecidas antes de su publicación como James Mason, William Holden, Cantinflas, , Chaplin, Orson Welles, Lawrence Olivier, Minnelli, François Truffautt, Gloria Grahame, Gloria Swanson, Barbara Stanwyck, Bette Davis, Ava Gadner, Rita Hayward, Mae West, Marilyn Monroe,... Es una mirada al pasado.
Otro "capítulo" por llamarlo de alguna manera a actrices vivas, "bien vivas" como Melanie Griffith o Sharon Stone.
Otro a la Cinemateca de todos con artículos destinados a valorar la coloriación del cine, personajes desconocidos de la historia del cine, Groucho, Samuel Fuller, Brian De Palma, La otra "Caracortada" (Scarface)
Y acaba el libro con otro capítulo titulado : La aventura va. Sobre el cine actual como Indiana Jones, King Kong, David Lynch, Katryn Bigelow, Quentin Tarantino, Abbas Kiarostami, Pedro Almodóvar .
Pero como toda obra, también hay un final , que pretende ser feliz : The End, así acaba este libro que no es fácil en su lectura ya que la única guía que lo inspira es el amor por el cine.
El libro es un "collage" sobre los aspectos que son más relevantes según él. En ese sentido sus dos grandes compromisos fueron con la La Habana, sobre todo la prerrevolucionaria, y el cine. Y lo hace como él sabe siendo un malabarista de la escritura, buscando siempre una carambola verbal y una acrobacia del ingenio , según lo describía Vargas Llosa.
Es una obra que no es fácil que abruma por la sabiduría que encierra y por el gusto por las paronomasias ( consiste en emplear parónimos o palabras que tienen sonidos semejantes pero significados diferentes) y las aliteraciones que entreveran el texto y que son visibles en los títulos de los artículos: Parodiando una parodia/ El juego es el jugo. El viejo y el mal / Trasvestidos tras vestidos/ Latinos y ladinos en Hollywood / Ave Felix / Cantinflas que te inflás / Ava se pronuncia Eva / Beldad y mentira de Marilyn Monroe/ Siglo y sigilo de Groucho/ El brillante Brian ( De Palma).
Fue un inventor de giros y frases como la "habanidad de habanidades y todo habanidad", ssu diagnóstico del mal cubano de la época , la "castro-entiritis aguda" , la enfermedad crónica que corroe Cuba, la isla más resistente de todas: su denuncia de la "Reichvolución" cubana. Por eso le dedicó al país y a la ciudad estas palabras: “Y ahí estará, esa triste, infeliz, y larga isla, estará ahí, después del último indio y después del último español y después del último americano y después del último ruso, y después del último de los cubanos, sobreviviendo a todos los naufragios: bella y verde, imperecedera, eterna”.
No se si todos los libros de Guillermo Cabrera Infante provocan la risa hasta humedecen los ojos,se que en ellos hay toques de erotismo y sobre todo irreverentes parodias. Su amigo Vargas Llosa escribió que “por un chiste, una parodia, un juego de palabras, una acrobacia de ingenio, una carambola verbal, Guillermo siempre estuvo dispuesto a perder amigos, a ganarse enemigos o incluso a que le arrebataran la vida”. Para él, decía el Nobel peruano, “el humor no es, como para el común de los mortales, un recreo del espíritu”, sino algo verdaderamente capital, “una compulsiva manera de retar al mundo tal como es y de desbaratar sus certidumbres y la racionalidad en que se sostiene”.
Tras morir siguió editando este muerto tan vivo como son sus libros póstumos : Mapa dibujado por un espía o Cuerpos divinos”.
Pues solo queda despedirse. Lo dicho: The End.