No es fácil llegar a esta obra de un autor al que sólo he conocido por haber sido llevado al cine magistralmente por esa combinación mágica que es James Ivory y el productor Ismail Merchant. Yo llegué por medio de un amigo que me recomendó encarecidamente esta película, de la que es inolvidable el aria puccinesca de O mio bambino caro.
Pero tras pensármelo mucho he optado no tanto por revisar una película que he visto en incontables ocasiones, sino por ir a la matriz.
La obra literaria de la que hablamos pertenece a uno de esos escritores del conocido círculo de Bloomsbury, en concreto, E. M. Forster.
Y es que Una habitación con vistas es para el escritor Álvaro Pombo “una historia de amor circular, es decir, un cuento de amor”. Es cierto, esta novela es ante todo un cuento amoroso, en relato en el que las emociones están más sugeridas que implícitas, son más sutiles, narrativas.
Esto, para mí, desde el punto de vista literario me ha resultado un poco cargante, y menos cercano que la belleza visual presentada en la película. Y eso que, como hemos, visto y leído Una habitación con vistas es una historia de amor circular, y que, según Pombo, a diferencia de las novelas de amor, los cuentos de amor cierran un circuito completo, de tal manera que acaban donde empiezan o empiezan donde acaban. Eso es así, por ejemplo, en el espacio.
La novela comienza con una joven que quiere despertar al mundo. Y lo hace en un entorno mágico como es Florencia. La historia terminará en la misma ciudad Toscana.
La historia es bien conocida. Lucy y George Emerson se conocen en Florencia y gracias a que George y su padre ceden a Lucy y su tía la habitación con vistas al Arno entablan una relación algo superficial, pero sin dida más intensa que la que tendrá Lucy en su querida Windy Corner con su bien posicionado e insoportable Cecil Vyse.
Entre medias Lucy Honeychurch se enfrentará a su prima Charlotte Bartlett, que impide que el romance prospere, al igual que el odioso corifeo formado por el Reverendo Eager o la impertinente Eleanor Lavish.
Lucy regresa a Inglaterra, donde se promete a un hombre llamado Cecil Vyse que ha conocido en Roma. Y, más tarde, las casualidades matriciales italianas harán que se reencuentren todos en la campiña.
Allí en Lucy renace su atracción por George , en una historia en la que estarán presentes el directo y honesto Señor Emerson, el bondadoso Reverendo Beebe: la siempre oportuna Señora Honeychurch , el juvenil Freddy Honeychurch y otros protagonistas menores como Sir Harry Otway o Minnie Beebe.
He leído que en las obras de E. M. Forster, para mí conocidas a través del cine y en concreto de james Ivory, hablo de esta, del Pasaje a la India o de la fantástica Maurice, los hombres son más verdaderos y menos convencionales que las mujeres. En este caso la protagonista femenina, Lucy, termina por asumir sus propios anhelos más íntimos, tras engañarse tanto a sí misma como a la sociedad que la rodea.
Para Álvaro Pombo en su artículo Emociones sutiles sobre la película – o en mi caso el libro- no contiene ninguna enseñanza importante o seria, excepto ésta de la contraposición entre la naturaleza y las costumbres o convenciones.
En definitiva, una película atractiva, pero una obra literaria que se lee con rapidez, pero sin intensidad ni vibración. En este caso, mejor la película que el libro.
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