Era un reto. Tras varios años evitándolo, en estas semanas me he enfrentado a los “Cien años de soledad”, la obra de un Gabo recientemente fallecido. Posiblemente haya sido esto último lo que me ha llevado al libro. Un clásico actual de la literatura escrita en castellano que mil veces había evitado. Era el momento. La obra modélica del realismo mágico, que había empezado con Juan Rulfo y su Pedro Páramo, tiene su espacio y su familia. Será Macondo el escenario por donde pasan los miembros de esa saga ¿heroica? de los Buendía.
La novela Cien años de soledad fue escrita por Gabriel García Márquez durante dieciocho meses, entre 1965 y 1966 en la Ciudad de México, y se publicó por primera vez el 5 de junio de 1967 en Buenos Aires.
La idea original de esta obra surge en 1952 durante un viaje que realiza el autor a su pueblo natal, Aracataca, en compañía de su madre. En su cuento «Un día después del sábado», publicado en 1954, hace referencia por primera vez a Macondo, y varios de los personajes de esta obra aparecen en algunos de sus cuentos y novelas anteriores.
Es cierto que la obra que nace y muere en Macondo abruma y que al propio escritor - en algún momento- le apesadumbró de tal manera que asi la repudiaría como se refleja en esta entrevista recuperada tras su muerte por el diario ABC.
Gabriel García Márquez inicialmente le presentó Cien años de Soledad a Carlos Barral, quien a mediados de los años 60 dirigía la que en ese entonces era la editorial de vanguardia en lengua castellana Seix Barral de Barcelona, pero Carlos Barral le dijo a García Márquez: «Yo creo que esa novela no va a tener éxito, yo creo que esa novela no sirve». Luego del traspié inicial, García Márquez envió el manuscrito a la Editorial Sudamericana de Buenos Aires, donde Francisco Porrúa, su director, decidió publicarla de inmediato. Porrúa tras leer su inicio decidió nada ver lo siguiente:
“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de 20 casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo”.
El libro se compone de 20 capítulos no titulados, en los cuales se narra una historia con una estructura cíclica temporal, ya que los acontecimientos de Macondo y las siete generaciones de la familia Buendía, así como los nombres de los personajes se repiten una y otra vez, fusionando la fantasía con la realidad.
En los tres primeros capítulos se narra el éxodo de un grupo de familias y el establecimiento del pueblo de Macondo, desde el capítulo 4 hasta el 16 se trata el desarrollo económico, político y social del pueblo y los últimos cuatro capítulos narran su decadencia.
Y tras la lectura ¿qué?. Comentar que no es un libro fácil ni por su estructura narrativa ni por la presencia de los Buendía que sobreviven en el tiempo y que tienen en la soledad su característica esencial.
El tono narrativo es claramente definido por una tercera persona o narrador pasivo externo a la historia que nos va relatando con naturalidad y de forma imperturbable los acontecimientos sin formular juicios y sin marcar una diferencia entre lo real y lo fantástico. Desde el principio, el narrador conoce la historia que nos cuenta no pausada, pero sin estridencia. He tenido la sensación de que estaba usando un tono neutro, a veces, susurrante con la sonoridad latina.
Durante la novela, todos sus personajes parecen que están predestinados a padecer de la soledad, como una característica innata de la familia Buendía visible desde el fundador de Macondo, José Arcadio Buendía (quien muere solo, atado a un árbol) hasta el Buendía con el que acaba la obra, Aureliano Babilonia quien se pasa encerrado en el cuarto de Melquíades o vive solo en la casa de los Buendía, antes de la llegada de Amaranta Úrsula, y de cuya relación surge el último Buendía, Aureliano que nace con la cola que tanto temor generó en la dinastía. Todos sufren las consecuencias de su soledad y abandono.
A estos se suman el aislado de Macondo que lo aleja de la modernidad, siempre a la espera de la llegada de los gitanos para traer los nuevos inventos; y el olvido como respuesta a los trágicos acontecimientos en la historia.Como se nos dice en el último capítulo el pasado es siempre mentira, que la memoria no tiene camino de regreso, que toda la primavera antigua era irrecuperable , y que el amor más desatinado y tenaz era de todos modos una verdad efímera”.
La razón primordial por la cual sus personajes terminan solos es su incapacidad de amar o sus prejuicios, algo que se rompe con la relación entre Aureliano Babilonia y Amaranta Úrsula, pero que provoca el final de la estirpe dada la muerte del único hijo procreado con amor por los Buendía y que es devorado por las hormigas.
El mensaje de esta historia es muy claro pero a la vez complejo, el mundo en sus orígenes era un mundo de paz y tranquilidad pero, con el transcurso de los años, se va destruyendo con la tecnología. Se pasa de la regulación natural paradisíaca a la regulación legal de un gobierno y de una autoridad, que genera la destrucción y el caos, perfectamente expresado a través de las rivalidades políticas.
De cualquier manera todo es posible en Macondo, con un área cercana al tremedal, en el que todo retumba, con personas que sobreviven con creces al centenar de años, lluvias que se alargan en el tiempo, apariciones y diálogos con muertos en una aldea en la que inicialmente no había muertos.
Pero en el transcurso de la historia este mundo de realidades mágicas se ve afectado cuando entra "el mal" en Macondo, la autoridad gubernamental, las armas, la política, las guerras civiles, el banano, la pobreza, las matanzas, las sequías, la llegada del ferrocarril todo en conjunto trae la muerte y la destrucción de Macondo.
Como en el último capítulo yo creo que Cien años de soledad surge por el fervor a la palabra que, por ejemplo, sentía el vendedor de libros catalán y que esta era “una urdimbre de respeto solemne e irreverencia comadrera”.
La verdad de toda la historia está en sus últimas páginas cuando Aureliano descubre y pone orden en las claves del manuscrito escrito por Melquíades que ponían orden en el tiempo y el espacio de los hombres: “El primero de la estirpe está amarado a un árbol y al último se lo están comiendo las hormigas”.
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