viernes, 2 de enero de 2015

La novena para el segundo


No , no es un propósito de año nuevo, pero si es una casualidad que en un par de días haya optado por escuchar música clásica para acompañarme en este caso en la limpieza de la casa. Y he escogido a dos pesos pesados uno del pasado, el gran Ludwig van Beethoven, y otro del presente, el director argentino Daniel Barenboim que junto a la Berliner Staatskapelle y al Coro (Chor) der Deustchen Staatsoper Berlin también conocida como la Staatsoper Unter den Linden, la Ópera Estatal de Berlín o la Unter den Linden (Bajo los tilos) desde 1992. Con ella me he ambientado el trabajo por medio de la Sinfonía n.º 9 en re menor, op. 125, conocida también como "Coral", o sea, la última sinfonía completa del compositor alemán Ludwig van Beethoven. 

¿Quién no conoce el segundo movimiento y el cuarto de la misma? Pues bueno, …mis hijos y es que el conocimiento de la música clásica es algo en retroceso y salvo aquellos alumnos que van a Conservatorios, al resto le llega la información de manera muy mermada, pues la Educación Musical, ya sea en Primaria, ya sea en Secundaria es muy, muy deficiente. Un buen ejemplo es que yo mismo, sin tener ni idea de música, le he tenido que impartir a lo largo de mi vida en varias ocasiones. ¡Andalucía, imparable!. 

La novena sinfonía es una de las obras más trascendentales, importantes y populares de toda la música clásica. De hecho una adaptación de la sinfonía, realizada por Herbert von Karajan en 1972 es el himno de la Unión Europea (UE). Su último movimiento, el cuarto y la introducción del elemento coral se ha convertido en símbolo de la libertad.
La historia de esta creación se remonta al año 1817 cuando la Sociedad Filarmónica de Londres le encargó al músico nacido en Bonn la composición de la sinfonía. Beethoven comenzó a componerla en 1818 y finalizó su composición a principios de 1824. Sin embargo, tanto la parte coral como las notas de la sinfonía disponen de fuentes para datarlas en un momento temprano en la carrera de Beethoven. Todo el canto parece inspirado en un poema de Friedrich Schiller An die Freude (noviembre 1785), conocido como Oda a la alegría que Schiller publicó en 1786 en la primera versión y 1808 póstumo en la versión definitiva. Parece ser que Beethoven tenía la intención de musicalizarlo ya desde 1793 cuando tenía 22 años. La parte más impactante de la obra es la introducción vocal de la sinfonía. El movimiento cultural Sturm und Drang (tempestad y emoción), que sacudía a los artistas germanos a finales de siglo XVIII, como ayer vimos en Haydn, supone la disolución de las formas cortesanas optando por dar más peso a la libertad y el sentimiento y rechazando el racionalismo riguroso. Estamos en la antesala del romanticismo. De hecho con esta obra, Beethoven encarna el tránsito del estilo clásico al estilo romántico rompiendo el esquema cerrado de las formas musicales para adaptarlas a esta incipiente libertad individual, en la que Beethoven ejerce vendiendo libremente sus obras, sin necesidad de mecenazgo. Beethoven estaba ansioso por estrenar su trabajo en Berlín tan pronto como fuera posible después de terminarlo, dado que pensó que el gusto musical en Viena estaba dominado por compositores italianos como Rossini, pero sus amigos le motivaron a estrenar la sinfonía en la misma Viena. 
El estreno de la novena sinfonía fue diez años después de la Octava, el 7 de mayo de 1824 en el Kärntnertortheater de Viena, junto con la obertura de Die Weihe des Hauses y las tres primeras partes de la Missa Solemnis. Esta fue la primera aparición en escena de Beethoven después de doce años; la sala estuvo llena. Nadie quiso perderse el estreno de la sinfonía y de la que se presumía sería la última aparición pública del genio alemán, y efectivamente así fue: en los tres años siguientes, se recluyó en casa aquejado de diversas enfermedades que lo postraron hasta su muerte. La interpretación fue oficialmente dirigida por Michael Umlauf, maestro de capilla, él y Beethoven compartieron el escenario. 
La parte cantada que corresponde a una soprano y alto fueron interpretadas por las jóvenes y famosas: Henriette Sontag y Caroline Unger. El público terminó encantado, ovacionando a los músicos. 
La sinfonía con una duración aproximada de 74 minutos, consta de los siguientes instrumentos de viento (Piccolo, 2 Flautas, 2 Oboes, 2 Clarinetes, 2 Fagotes y un Contrafagot), metales (2 Trompas, 2 Trompetas, 3 Trombones), Percusión (Timbal de concierto, Bombo, Triángulo y Platillos), Voces (Soprano, Alto, Tenor , Barítono y Coro) y Cuerdas (Violines, Violas, Cellos y Contrabajo). Posee cuatro movimientos y en el último, el cuarto, es cuando se manifiesta esta vertiente “Coral” por la presencia del coro en la sinfonía. Se podría considerar como música programática el último movimiento, porque tiene como hilo conductor un programa literario basado en la versión definitiva de la “Oda a la Alegría” de Friedrich Schiller, una obra admirada por Beethoven, aunque parte de ese texto tienen un añadido del propio Beethoven por motivos de ritmo o necesidad musical en el poema y se añadido dice: " ¡Oh amigos, no esa tonada! Entonemos otros más agradables y llenos de alegría. ¡Alegría, alegría!". Pues eso, Alegría 

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