Vista ayer la Dalia Negra, no he sido consciente hasta que no he preparado la entrada para la película, sobre la trascendencia mediática del asesinato de Elisabeth Short. Visto lo visto, me ha parecido, evidentemente como una más de mis absurdas ocurrencias, realizar una entrada en este cajón de sastre que es "Matando moscas con el rabo" sobre la verdadera historia de la Dalia Negra y su asesinato.
Sobre el asesinato en sí señalar que tuvo lugar el 15 de enero de 1947, un día plomizo y gélido en la ciudad californiana de Los Ángeles. Un ama de casa llamada Betty Bersinger salió de su casa situada en Norton Avenue, entre las calles Coliseum y West 39th. con su hija de tres años hacia una tienda de reparación de calzado.
Mientras
transitaban por un solar abandonado cubierto de hierbajos y barro, en
el distrito de Crenshaw, un objeto blanquecino llamó la atención de la
pequeña: “¡Mira mami! La niña señalaba lo que parecía ser un maniquí de
gran tamaño partido en dos.
Sin
embargo, una vez que madre e hija se acercaron más al extravagante
“maniquí” partido en dos, no era tal; se trataba del cuerpo seccionado
por la mitad de una joven, las piernas por un lado, extendidas en una
grotesca posición obscena y el tronco, junto a la cabeza y los brazos
arqueados rodeando los hombros, muy cerca. Su rostro estaba machacado,
casi irreconocible; al parecer lo habían golpeado con un bate de
béisbol. Habían cortado las comisuras de sus labios con un cuchillo, lo
que le daba un grotesco aspecto de payaso loco gracias a la llamada "la
sonrisa de Glasgow".. Sus pechos habían sido lacerados y mostraban
múltiples quemaduras de cigarrillos.
Había
mutilaciones por todo el cuerpo, escarificaciones, hematomas… Pero eso
no era lo peor. Según pudieron comprobar los primeros agentes que
llegaron al lugar del crimen, Frank Perkins y Will Fitzgerald, el cuerpo
había sido desangrado hasta la última gota, después de ser seccionado
por la mitad con una precisión quirúrgica a la altura de la cintura.
Mostraba señales dejadas de forma inequívoca por cuerdas, lo que llevó a los detectives a deducir que la víctima había sido atada y torturada durante un espacio de varios días. Más tarde la autopsia reveló que la desconocida joven había sido brutalmente torturada durante unas 72 horas estando consciente.
Mostraba señales dejadas de forma inequívoca por cuerdas, lo que llevó a los detectives a deducir que la víctima había sido atada y torturada durante un espacio de varios días. Más tarde la autopsia reveló que la desconocida joven había sido brutalmente torturada durante unas 72 horas estando consciente.
El
cadáver de la joven había sido bañado y su cabello teñido después de
muerta con brea. El asesino le había hecho además la manicura, como si
pretendiera que su víctima permaneciese bella en el más allá. En el
muslo izquierdo hallaron una pequeña mutilación en forma triangular que
resultó ser el lugar donde Short tenía tatuada una pequeña flor. Durante
la autopsia se descubrió que el pequeño trozo de carne había sido
introducido en su vagina. Demasiado enfermizo y retorcido, pero
tristemente real.
La autopsia determinó que había sido además sodomizada y sometida a todo
tipo de abusos sexuales, aunque sin penetración y en su estómago se
encontraron excrementos humanos.
El
lugar del macabro crimen pronto se llenó de periodistas y agentes de la
ley. La publicación de las fotos, a pesar de que fueron tomadas
muchísimas imágenes por los reporteros, fue prohibida, debido a su
brutalidad. La prioridad de los detectives asignados al caso, Harry
Hansen y Finis Brown, fue desvelar la identidad de la víctima.
La
víctima respondía al nombre de Elizabeth Short, de 22 años de edad,
cabello oscuro, ojos azules y considerable estatura. Sus huellas habían
sido tomadas en dos ocasiones: cuando trabajaba en la cantina del
cuartel de Camp Cook, durante los años de la Segunda Guerra Mundial y
tras ser fichada por la policía por encontrarse ebria siendo menor de
edad.
"Los Angeles Examiner" recogió el crimen en primera página.
Pronto
los periódicos comenzaron a publicar informaciones sensacionalistas
sobre el pasado de la víctima, y la tildaron de “borracha”,
“prostituta”, “lesbiana”…
Sin embargo, también destacaron que quería ser actriz y que admiradora de los musicales de Fred Astaire y Ginger Rogers. Fue entonces cuando comenzó a soñar en convertirse en una estrella de Hollywood. Viajó a Los Ángeles en busca del sueño de tantos y tantos jóvenes por escapar de la marginalidad y hallar un hueco en la multimillonaria industria del cine. Pero Short no tuvo suerte.
Sin embargo, también destacaron que quería ser actriz y que admiradora de los musicales de Fred Astaire y Ginger Rogers. Fue entonces cuando comenzó a soñar en convertirse en una estrella de Hollywood. Viajó a Los Ángeles en busca del sueño de tantos y tantos jóvenes por escapar de la marginalidad y hallar un hueco en la multimillonaria industria del cine. Pero Short no tuvo suerte.
Comenzó
a relacionarse con gente peligrosa, con aquél submundo de Tinseltown
–como se conoce popularmente a Hollywood– rodeado de alcohol, drogas,
prostitución y mafias y que inspiró mil y una historia de cine negro
surgidas de la imaginación de personajes como Raymond Chandler.
Elizabeth entró en un círculo vicioso que acabó arrastrándola el cine
erótico de serie B y rodeándola de malas compañías.
Debido
a que prácticamente siempre vestía de negro, a su oscuro cabello y a
sus ojos color azabache, fue bautizada por la prensa, tras su asesinato,
como la Dalia Negra, quizá emulando el título de una película
perteneciente al género Noir y estrenada por aquél entonces: La Dalia
Azul, protagonizada por Alan Ladd y Veronica Lake y con guión del
anteriormente citado Raymond Chandler.
En
cualquier caso, a Short no se la conoció como la dalia negra en vida.
Mientras The Washington Post publicaba titulares tan sensacionalistas
como el siguiente: “La policía busca a un loco pervertido por la muerte
de una chica”, el departamento policial de Los Angeles –LAPD– desplegaba
el mayor dispositivo de búsqueda de la historia de la ciudad
californiana. Doscientos cincuenta oficiales realizaron entrevistas
puerta a puerta en los alrededores del solar donde fue hallado el
cadáver, pero se encontraron con un callejón sin salida.
La
última persona en ver a Short con vida, aparte de su asesino, había
sido el portero del hotel Biltmore, la noche del 10 de enero de 1947, a
las diez en punto, cuando la vio alejarse por Oliver Street, vestida con
un sweater y pantalones negros. Todas las pistas resultaron ser
falsas.
Cientos de
personas fueron consideradas sospechosas y cientos interrogadas por los
agentes. Alrededor de 60 hombres y otras tantas mujeres confesaron ser
los autores del crimen, quizá ávidos por obtener fama y gloria, aunque
todos ellos se contradecían a la hora de declarar, demostrando que los
datos que aportaban los habían leído en los periódicos. La precisión
quirúrgica con la que el asesino había seccionado el cuerpo de Beth hizo
pensar a las autoridades que se trataba de un médico con años de
experiencia. Según declaró el detective Harry Hansen, uno de los
investigadores asignados originalmente al caso, ante el Gran Jurado del
distrito de Los Angeles, estaba convencido de que el depravado asesino
se trataba de un “excelente cirujano”.
En
1996, Larry Harnisch, un editor y escritor de Los Angeles Times planteó
la posibilidad de que el asesino de Short fuera el cirujano Walter
Alonzo Bayley, que vivía cuando sucedieron los hechos cerca del lugar
donde fue hallado el cadáver y que murió en enero de 1948 de una
enfermedad mental degenerativa.
Se llegó incluso a afirmar que su asesinato podría haber sido
consecuencia del rodaje de una “Snuff movie”, aunque hoy día esta
hipótesis es considerada poco probable.
El
mayor misterio en torno al asesinato de la Dalia Negra tuvo lugar
cuando nueve días después del atroz suceso, alguien –probablemente el
asesino–, envió a la redacción de Los Angeles Examiner un paquete
impregnado con gasolina probablemente para evitar que hallaran sus
huellas en el envoltorio. En su interior se encontraban algunos objetos
personales de la víctima: fotografías, su certificado de nacimiento, su
tarjeta de la seguridad social y su obituario. Además, alguien que decía
ser el asesino utilizó letras recortadas de los periódicos que hablaban
del caso para enviarle mensajes a la policía en los que afirmaba que
volvería a matar.
Los
periódicos de William Randolph Hearst, Los Angeles Herald-Express y Los
Angeles Herald-Examiner frivolizaron el caso: el traje negro a medida en
el que Short fue vista por última vez se transformó en "una falda
apretada y una blusa escarpada" y Elizabeth Short fue convertida por esa
prensa sensacionalista en "la dalia negra", una "aventurera que
merodeaba Hollywood Boulevard".
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