Mientras veo pasar a una bandada de pájaros a través de mi ventana, en dirección oeste (por la tarde, esa misma cambiará la dirección de su vuelo), y siendo un año más, o un año menos, depende de la manera de contabilizar, del optimismo o del pesimismo que esté presente en cada uno reflexiono sobre lo que supone el día de hoy. Lo cierto es que la idea de multiplicar por dos cada vez se acerca más a lo imposible. Lo mejor del cumplimiento es la posibilidad de seguir contándolo y de iniciar o continuar con proyectos breves, inútiles y sencillos que son los que completan lo más importante: ser un buen padre, un buen marido, un buen hijo, un buen hermano, un buen amigo y un buen profesional. Esta – creo, o sospecho- es nuestra misión de la vida. El orden, muchas veces, es intercambiable, pues en este caso, como en otros muchos, el orden de los factores no altera el producto.
Y, como suele ser habitual, en este día tan señalado para mí completaré este escrito con una canción dedicado a una realidad, la de envejecer, y a un gran músico, recientemente fallecido: Germán Copini.
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