lunes, 31 de marzo de 2014

¿De dónde nace la escultura?


Decía Miguel Ángel Buonarotti que las esculturas vivían en el interior de los bloques de mármol. Lo único que hacía él, básicamente, era liberarlos. Esta sea, posiblemente, la mejor definición de lo que es una escultura y la labor de un escultor. Sin embargo, la obra de Irving Stone va mucho más allá de lo supuso su vida con un cincel y lleno del polvillo blanco del mármol. 
La obra de este escritor estadounidense- conocido por sus novelas biográficas de famosas personalidades históricas- de la que hablo lleva por título La agonía y el éxtasis. Irving Stone, fallecido en 1989, se especializó en llevar al papel la vida de grandes figuras como Freud, Schliemann, Darwin, Van Gogh o Pisarro y en esta nos hace un retrato asombroso del genial florentino. 

La agonía y el éxtasis, cuyo título original era The Agony and the Ecstasy fue escrita en el año 1965 e inspirará años más tarde la película homónima dirigida por Carol Reed que transformó parte de los narrado en la novela, centrándose en la vida de este genio florentino que se crió cerca de la explanada de la Santa Croce. 
¿Por qué he leído el libro? Reconoceré que han sido varios los motivos que me han impulsado a ello. El primero es el cinematográfico, pues este título me es conocido desde hace muchos años ( creo haber comentado en la entrada en el blog de cine que recuerdo a uno de mis tíos hablando con mi padre sobre lo mucho que le había gustado la película y la interpretación de Charlton Heston y Rex Harrison. Aunque la película se trataba de casi un único episodio, en el que se centra en la azarosa vida de este genial artista y de su tormentosa relación con ese papa guerrero que fue Giuliano / Julio II, correspondiente con el Libro séptimo que lleva como título El Papa. 
Otra razón de peso que me ha llevado hasta el libro era la recomendación realizada por una de las lectoras más sagaces y con mayor conocimiento literario y capacidad para valorar críticamente una obra literaria como es mi mujer, que valoró el libro como una gran obra literaria. 

Y a esto se suma un oportuno viaje a Italia realizado durante la lectura que me puesto cara a cara con las obras materiales de este autor. 
Razones, pues, había, y de peso. Con todo, el libro es mucho más que eso. La versión que he leído, la de Salvat, del año 1993 está presentada en dos tomos o partes. La primera compuesta por cinco libros (El estudio; El jardín de la escultura; El Palacio; La huida y La ciudad), mientras que la segunda abarca los seis restantes con capítulos como El gigante; El Papa; Los Medici; La guerra; Amor y La cúpula. Son 562 páginas llenas de la vida de uno de los mayores artistas de todos los tiempos , desarrollada en un momento turbulento y confuso de la Italia del Renacimiento, se intercala con la de los Medici, los Papas, los artístas y los clientes. La obra permanece a mi distintiva colección amarilla. 
La historia parte de Settignano y culmina con la muerte del escultor, pero también pintor, arquitecto, urbanista y poeta. Un hombre tan grande como fecundo. Un creador. Un genio. 
Gracias a Irving Stone nos acercanos a su taller de formación pictórica junta a Ghirlandaio, conocemos su fiel amistad con Granacci, su compleja relación con su padre y la no menos tormentosa con sus hermanos. Su acercamiento a la pintura, pero más tarde igualmente a su arte, la escultura, le permite entrar gracias a ella en contacto con Lorenzo de Medici, el Magnífico, y por extensión con su círculo mediceo. Pero no hay subida sin bajada. Así que entre Savonarola, las dudas, la oposición de éste y - a veces- de los florentinos al banquero y sobre todo a su familia, encaminarán al artista a Bolonia, desde su Florencia natal, y de la ciudad roja a su casa, lugar donde esculpe como símbolo ciudadano su inmenso David en la época cercana al tránsito del Quatrocento al Cinquecento. 
Más tarde, la necesaria etapa romana le acerca a la antigüedad clásica y a la realidad decadente de una Roma confusa y dominada por los Papas. Aquí se vinculará con el citado della Rovere, el fundador de la Gregoriopolis ostiense, dejándonos un magnífico ejemplo de una bóveda celestial. 

Con todo el libro es un plus ultra en la que sus azarosas y , a veces, confusas, `por no decir ambiguas relaciones le granjean tan buenos amigos como implacables enemigos, ya sea en su ciudad, ya sea en Roma, ciudad en la que fallece en su ancianidad, pero dejando atrás un sinfín de monumentos. La obra de Irving Stone nos acerca a la persona, al personaje y al artista, y lo hace por medio de una visión biográfica y cronológica trazada con la perfección de un escritor que domina la vida del personaje, adueñándose del mismo, y mostrándolo en una narración dinámica, ágil, y , a la par, estéticamente bella. 
Gracias a ella vemos como piensa el artista, como sufre ante la presión de su clientela, sus insatisfacciones y sus alegrías. Estamos ante una gran obra que, además, contextualmente no ha podido ser mejor, puesto que su lectura ha coincidido con mi estancia primaveral en Florencia y Roma ¡Y qué bonita es esa Italia primaveral! Bella Italia, como dice la camiseta que le he regalado a mi mujer. 
He disfrutado al pensar como el joven escultor o el viejo urbanista y arquitecto paseaban por mis mismos espacios, como elevaba su vista desde una colina romana para ver como crecía su cúpula o se sentaba ante su inconclusa pero proyectada fachada de San Lorenzo florentina. He visto los colores celestiales de su bóveda y los de altar en la Sixtina. Y me llevo como una de las últimas miradas que dirigí en Roma hacia la cúpulka por el proyectada, esa misma cúpula que aparece en la gran belleza a través de ese jardín del Aventino. 
¡Qué buena novela! Obra que tendría que ser de lectura obligatoria para todos aquellos que estudian historia del arte. Muy recomendable. Todo un disfrute.