lunes, 31 de agosto de 2015

La princesa de Éboli



Leer después de haber leído a Baroja es un ejercicio injusto para el que le toca. Y claro, una escritora para mí desconocida como Almudena de Arteaga del Alcázar que nos presenta casi desde un óptica familiar la figura legendaria de la Princesa de Éboli no me ha causado sensación alguna. Reconozco que el libro está escrito desde la emoción que le produce el vínculo familiar, pues ella está vinculada con la Princesa a través de su descendencia, pero , a mí, no me ha emocionado.

A favor del libro, el tratarse de una obra relativamente corta; en contra, no aporta grandes luces a la figura de esta mujer tras relevante de la corte de Felipe II. En todo caso lo más llamativo es su proximidad y vínculo afectivo con Antonio Pérez, el secretario de Felipe II y el detalla del asesinato de Escobedo, secretario personal de Don Juna de Austria.

Se trata de un libro escrito en 1997 por la XVIII marquesa de Cea, título que le cedió su padre, Íñigo de Arteaga y Martín, XIX duque del Infantado. Fue su primera novela y tanto éxito , parece ser que tuvo, que desde ese momento dejó el ejercicio del Derecho para dedicarse en exclusiva a la literatura. A esta primera novela le siguieron otras diez obras de distintos géneros. 

Reconocida por la crítica como una de las más destacadas escritoras de novela histórica actuales, sus libros han llegado a permanecer más de cuatro meses en las listas de los más vendidos, con numerosas reediciones y se han traducido a varios idiomas. 

Almudena, en condición de hija primogénita, se ha convertido en la principal heredera de la Casa del Infantado, más aún tras la muerte de su hermano  Íñigo, XX marqués de Távara, en 2012 en un accidente de aviación, y en la misma obra se describe el vínculo familiar de la de Pastrana, o sea, Ana de Mendoza, Princesa de Éboli,  e implicada en una trama política y sentimental,  con Antonio Pérez, así como su lucha sus derechos a la herencia  en una mujer de la España del siglo XVI, algo desde luego nada común.

La historia se presenta como un relato en el que  Ana de Mendoza relata a su hija pequeña la que fue su vida, una existencia repleta de historias. Desde el por qué de ser tuerta, a causa de un accidente en la infancia. Ana de Mendoza se vio implicada en uno de los asuntos más truculentos del reinado de Felipe II, el asesinato de Juan de Escobedo, enemigo abierto de  Antonio Pérez, secretario de Felipe II. En esa historia se vio inmersa Ana, la esposa de Ruy Gómez de Silva, hombre de confianza del Rey con la que tienen una intensa relación amorosa. 

Almudena relata con sencillez la historia de este personaje histórico con  una lectura amena buscando el lado más humano de la princesa. En lectura, sin más. 


jueves, 27 de agosto de 2015

La sensualidad pervertida


Con ese título el escritor vasco podría referirse a la lamentable historia de Alfredito en Otoñal, la parte  séptima de esta gran obra barojiana acabada en agosto de 1920. Pero no la sensualidad pervertida es la reflexión del por qué un hombre es así, inevatablemente así.

No lo tenga del todo claro, pero creo que hay bastante de Baroja en este libro que pone fin a la trilogía de las Ciudades. Está considerada cmo novela más intimista de Pío Baroja; ante todo, por estar narrada en primera persona, y segundo, por ese sentimiento que trasmite melancolia, casi derrota ante una vida que parece que va a acabar. Como dice en una página de su capítulo octavo: De cara al invierno "La perversión de la sensualidad me ha ido llevando al puerto". 

El protagonista de la novela Luis Murguía y Arellano, es un personaje que reflexiona sobre su vida, y lo hace desde la tristeza, desde una satisfacción nunca culminada en el campo del amor, en la vida. Como dice en un momento en el Prólogo«recordar mi pasado aclarará mi manera de ser». Luis Murguía es sentimental y cínico, melancólico y cerebral, quijote e hidalgo, débil y fatalista… sin duda es un «pequeño buscador de almas», que se ha dejado llevar por el «placer melancólico del recuerdo».

El protagonista parece tener conciencia de ser «un hombre fracasado, sin proyectos y sin planes». El libro nos presenta un estado de ánimo y un manual de su propia filosofía vital: un existencialismo munca desarrolado de pleno. Sostengo que la insatisfacción en lo personal está presente en este Baroja, ya con cincuenta años, una fecha que le pone «de cara al invierno». 

Es una obra lúcida y crítica con los demás y consigo mismo. Baroja pudo «estudiarse» en el relato colcando de por medio a Don Luis. Con este personaje hace una cata en su intimidad, y descubre una experiencia desencantada de la vida y de su conciencia de haber sido un espectador de la vida. 

Un aspecto especialmente importante es el protagonismo asumido, como en la obra anterior, por las mujeres que son aquí acompañantes de la historia, desde Bebé hasta Ana, la rusa de Paris; desde las hermanas costureras hasta la chica que acaba en la protustución, desde las señoras mayores hasta la desgraciada tuberculosa Adelita..  

 La lectura parece un "blues", una sensación amarga, dubitativa , pero estoica. "No era [yo] el tipo de los que impresionaban a las mujeres, sobre todo a las españolas. (...) No tenía nada de donjuanesco, ni de byroniano, nada en mi aspecto de agudo, de cortante, de decidido. Al revés, era un tipo indeciso, vacilante, de aspecto cansado"El protagonista parece disfrutar en su derrota por actuar siempre desde su racionalidad y saber estar. Se siente honesto, en un mundo en el que la deshonestidad es el valor de ley. Este papel grisáceo del protagonista constrasta con el vitalismo y la inmoralidad de su primo Joshe Mari. ¡Todo un personaje! 

Un elemento que sí que me ha llamado la atención del libro es la nota del editor, un poderoso juego con el tiempo y que aparece como una «Nota del editor de 1954» que te descoloca cuendo acabas el libro y descubres que está escrito en 1920. Lo cierto es que ese ambiente de 1954 es tan rancio y cutre como el ambiente social de finales del XIX y del principios del siglo XX.Si es que este país tiene poco arreglo. 

Los múltiples personajes que aparecen reciben una descripción precisa de ellos y del ambiente que les rodea. De cada uno se nos cuenta una detalle en pocas líneas, cmo he leído por ahí, su epopeya en esta vida, emite un juicio rápido y se pasa al siguiente personaje, y luego a la siguiente ciudad. Como ciudades vamos pasando por grandes (como Madrid y París), tras medianas (San Sebastián y Valladold) y otras pequeñas (Arnazábal, ...)con su realidad, a veces, cruel que nos acerca a su miseria . En definitiva una buena obra que pone fin a un gran trilogía a esta de la ciudades. Me alegro de haber recuperado a este colosal autor.

miércoles, 19 de agosto de 2015

Ansí, como la vida misma


Siempre me he preguntado el por qué del título. De pequeño, cuando estaba en la EGB pensaba que era un error tipográfico. Hoy sé que no, que ese "ansí" equivale a dolor, a drama , y que nos acerca a muchos aspectos comunes y cutres de la vida, a la rutina y al desencanto. Decía Baroja que «La novela en general es como la corriente de la historia: no tiene principio ni fin; empieza y acaba donde se quiera» y esta obra es "ansí". 

La novela El mundo es ansí continúa la trilogía de “Las ciudades”, y está escrita en 1912, pero  da la impresión que Baroja presiente lo que va a ocurrir más tarde en el Imperio Ruso. En esta novela toma protagonista a una mujer , Sacha Savarof, que responde de cualquier manera al arquetipo de acción barojiano. 

Savarof es una joven rusa con gran sensibilidad y carácter melancólico, hija de un militar, que abrazará las ideas revolucionarias, estudiará medicina en Suiza y acabará por contraer matrimonio con un rico vinatero español. 

La novela está dividida en un prólogo y tres partes. Las dos primeras transcurren en Suiza e Italia, la tercera en España.

En ellas se va esbozando el carácter idealista y comprometido, aunque un tanto pasivo, de Sacha Savarof; al tiempo que se retrata el ambiente intelectual de los rusos (la mayoría afectos a la Revolución) que vivían y estudiaban en Ginebra.

De este modo, Baroja vuelve a describir espacios y ciudades como en la novela que la antecede "César o nada", y presenta y desarrolla las principales ideas de su tiempo mediante los diálogos de sus personajes.

Como suele ser normal en el autor guipuzcoano los diálogos carecen de pedantería e invitan, como el peso de la iglesia, la honestidad o su falta, el error de guiarse por las primeras imprsiones,  la brutalidad, etc etemas que, en la mayoría de los casos, continúan todavía vigentes. 

En el prólogo Baroja nos introduce casi al final de la historia que nos va a contar. Sacha se casa, en segundas nupcias, con Juanito Velasco (un señorito rico hijo de un cosechero riojano que «gastó dinero en abundancia, ensayó varias carreras y deportes y, por último, decidió ser pintor»).

En la primera parte el loco de Itzea  se remonta a los orígenes de la muchacha. Así, al mismo tiempo que disfrutamos de la psicología de la protagonista, observamos el diferente carácter de los pueblos europeos que atraviesa la joven, ese espíritu amasado con aquellas cosas que tienen en común y que les dan una identidad propia frente a lo que los diferencia de los demás pueblos de otras latitudes y ambientes.

En esta primera parte encontramos a Sacha en Moscú y Ginebra. Su padre, un severo general del ejército ruso («al llegar a la mitad de la vida y al verse revestido de autoridad se hizo despótico, brutal y puntilloso. Como no era inteligente, creyó que debía ser duro»), librará a Sacha de ser represaliada tras la revolución de 1905.

Durante su juventud, Sacha coquetea con la revolución bolchevique y se identifica con sus ideales. En estos pasajes se aprecia el desdén de Baroja por esa fiera ideología que da sus primeros zarpazos en la historia. Sacha, después del susto, es mandada por su padre a estudiar a Suiza, y allí, en Ginebra, conoce a Ernesto Klein, un judío e intelectual suizo, - realmente un hombre de bajos principios morales-  y a Vera.

Con el primero contraerá matrimonio, y con la segunda establece una gran amistad. No en vano, gran parte del libro asume forma epistolar, pues sabemos de Sacha por sus cartas a Vera. El enlace no acaba bien y marido y mujer se separan. El viaje a Rusia supone el descubrimiento de la falsedad de su matrimonio, pero también de la triste separación entre las dos amigas.

La estancia de Sacha en Florencia es la excusa para regalarnos con sus vagabundeos por la ciudad. Pío Baroja presenta unos apuntes de la ciudad que entran en la mejor tradición de los cuadernos de viaje: visiones que encaja siempre con la óptica del personaje. Esta manera de describir las ciudades y los paisajes, que podemos encontrar a lo largo de toda la obra del escritor, contrasta con su manera de presentar a sus personajes, siempre con descripciones parcas, someras, aunque representativas. En la resplandeciente ciudad de la Toscana encontramos lo más interesante del personaje. Solitaria y melancólica, sus observaciones del entorno y de las personas con las que se cruza son deliciosas. Baroja sabe hilar fino y —como buen médico— acierta en el diagnóstico de ese período europeo y el de sus gentes. Y de pronto, surge de nuevo la llama. Sacha conoce a Juanito Velasco y se casa con él.  

En la tercera y última parte de la novela Sacha llega a España, la tierra de su esposo. Sacha atraviesa la península de Biarritz a Sevilla y, nuevamente, sus observaciones sobre las costumbres del pueblo español y su peculiar temperamento contrastan con ella misma y con cada uno de los sitios que ha ido visitando.

A pesar de codearse con gente de recursos a Savarof le sorprende el general desprecio por la cultura, por la ciencia, por todas las novedades sociales y tecnológicas que están sacudiendo el resto de Europa. Esta es su impresión de España contada a su amiga Vera en una de sus cartas cuando ya lleva un tiempo entre sus gentes: «Mi vida es una vida de movimiento continuo; ir al teatro, al museo, subir a la Giralda, hacer visitas, corretear por las calles. Una vida así me parece demasiado exterior, demasiado superficial para que me guste. No sé, la verdad, si podré acostumbrarme. No comprendo bien la manera de ser española. (…) Éste es un pueblo con dogma, pero sin moralidad. (…) Gran parte de su manera de ser creo que procede de la falta de hogar. La calle les parece a estos meridionales el pasillo de su casa; hablan a las novias en la calle, discuten en la calle; para la casa no guardan más que las funciones vegetativas y la severidad». Después de todo, Sacha termina dudando de si ha acertado esta vez con la elección de Velasco: «Temo en mi vida haberme equivocado otra vez».

Durante su estancia en España, la desilusión de la joven es profunda, y solo ve el mundo como un lugar extraño y cruel.

Las ilusiones de la juventud han desaparecido para dejar paso a un terrible vacío. Casualmente se topará con una inscripción en un escudo de armas de una casa del pueblo de Navaridas, en el que se puede leer «El mundo es ansí». Lo que suscita en Sacha esta frase —que no la abandonará nunca— es «¡El mundo es ansí! Es decir, todo es crueldad, barbarie, ingratitud».

Solo encontrará consuelo intelectual en el gaditano José Ignacio Arcelu, primo de su esposo, un hombre con espíritu e inquietudes afines. Afortunadamente Sacha puede desahogarse con Arcelu, un buen hombre que la colma de cuidados y atenciones, pero al separarse de Juan, ella se marcha sin despedirse.

Al final del libro Sacha recuerda la frase del escudo de Navaridas y reconoce que ella ha sido inconsciente y no ha visto dónde se hallaba un buen hombre: «Ella también, al hombre que le quería humildemente, desinteresadamente, le había tratado con indiferencia y desdén». Por eso Sacha Savarov pierde toda confianza en el género humano y en las alegrías que pueda deparar la vida: «La vida es esto; crueldad, ingratitud, inconsciencia, desdén de la fuerza por la debilidad, y así son los hombres y las mujeres, y así somos todos».

El desmoronamiento de su matrimonio, la pérdida de las ilusiones juveniles, las impresiones sobre España y su vida en el país y el ambiente extraño, por completo diferente al que demandaría la sensibilidad de Sacha, quedan magistralmente registrados.

Esta obra destila un discurso pesimista, el tradicional desencando de Baroja. Es llamativo —incluso profético— que alguien tan joven se rinda tan pronto a la vida y  con el mundo.

Por otro lado, Sacha, mediante el intercambio de cartas con Vera, le aconseja acerca de los asuntos del corazón cuando recibe la noticia de parte de su amiga de que Leskoff, un compañero de estudio de ambas en Ginebra, pretende a Vera.

Defraudada, Sacha recuerda el lema que vio en el escudo de una vieja casa: “El mundo es ansí”. Y acaba por reconocer lo cierto de la divisa: […]¡El mundo es ansí! Con mucha frecuencia me acuerdo de aquel escudo del pueblo y de su concisa leyenda. La vida es esto; crueldad, ingratitud, inconsciencia, desdén de la fuerza por la debilidad, y así son los hombres y las mujeres, y así somos todos.

martes, 18 de agosto de 2015

Un César barojiano


Si me hubiesen preguntado allá por los ochenta por un autor literario, por el que considereba mejor narrador de la literaratura española, no hubiese tenido ninguna duda. Se trataba de Pío Baroja (1872-1956). Me encantaba el autor con  ese estilo suyo siempre calificado de desaliñado desaliñado, con su deseo de exactitud y precisión, rasgos estilísticos que daban a la obra amenidad, el dinamismo y la sensación de naturalidad y esos protagonistas que sufrían y que en gran medida se sentían perdedores, incluso en su victoria. Tras esa etapa en la que me leí gran parte de su obra, desde sus Poesías - ¡Ay mi Garraitz!-  hasta sus novelas cortas, pasando por sus clásicos- llegó el desierto, aunque nunca el olvido. 

En el verano de 1994 compré en la Fnac de  Callao en Madrid de una de sus trilogías que me costó 1.140 pesetas. En concreto la formada por Las ciudades englobó bajo el título «Las ciudades», integrada por César o Nada (1910), «El mundo es ansí» (1912) y «La sensualidad pervertida» (1920), en su edición conjunta de Alianza Editorial, pero el libro quedó en la estantería y allí en el olvido. Este verano pensé que era el momento de retomar al autor de "El árbol de la Ciencia" o "Zalacaín, el aventurero" , y así ha sido. 

La primera de las tres novelas ha sido César o nada es la primera de las tres novelas que componen la serie que Pío Baroja tituló Las ciudades. En ella confluyen fundamentalmente dos de las ideas permanentes del universo barojiano: la necesidad de forzar la salida de España de su atraso secular y la voluntad de poder - de corte nietzscheano- como motor individual que debe empujar al ser humano. 

El protagonista de la obra es César Moncada, un joven , en ocasiones muy petulante, que, teniendo un plan claro de la estrategia para llevar el progreso a los pueblos de España, logra hacerse nombrar diputado por un pequeño pueblo castellano donde pondrá a prueba sus ideas. La obra tiene dos partes muy definidas vinculadas a dos espacios o ciudades. 

Por un lado, Roma ; y , por otro, el ficticio pueblo de Castro Duro, un pueblo que resume todos los males del país en esas primeras décadas del siglo XX, tanto en lo económico, como en lo político, como en lo moral. El protagonista es una especie de transposición en el tiempo de otro César, el Borgia, de dónde Baroja toma prestado el título de la obra e incluso los orígenes valencianos del protagonista, o sus familiares vínculos con el alto clero. 

Como muchos veces, Don Pío abre la obra en su terreno, el País Vasco, y gusta de presentar lentamente la naturaleza de la misma. Por ejemplo, en la primera parte se ocupa de las andanzas de César en Roma, ciudad a la que llega junto con su hermana Laura a petición de un tío suyo , el Cardenal Juan Fort. César,el protagonista, de la mano del abate Preciozi y de un aristócrata inglés llamado Kennedy conocerá de primera mano esta ciudad a la que describe minuciosamente, pero que sirve de telón de fondo para presentar toda una colección de personajes muy al estilo del Baroja que recuerdo y tanto sus idas y venidas por la vida del protagonista. Baroja, en esta parte, se muestra duro con este personaje que odia la historia, que disimula mucha y que se muestra como un cínico ante muchos de esos personajes. Pero , como gusta al autor, nos presenta las diferentes e interesantes visiones de la sociedad de su tiempo. 

Ya desde una Roma llena de palacios, de ruinas y monumentos que no originan en César más que desazón, pesimismo y rabia ante el reaccionario estamento clerical,anclado en el pasado, y contrario al progreso, nos encontramos con un César que encarna la moral de la acción frente al gusto estético por tanto arte inútil. Sin embargo, y contradictoriamente, será el arte y, más concretamente, desde el acercamiento a la Capilla de los Borgia en Las Estancias Vaticanas, junto con su acompañante Kennedy, el que le descubre su interés por la política y la necesidad de asumir la dirección de los proyectos en un país tan atrasado como era España. Su coincidencia con César Borgia y la inscripción que llevaba su espada en la hoja «Aut Caesar aut nihil» («O César o nada»), que hacía referencia a otro César, Don Julio, que en el 49 a.C. al mando de sus legiones está a punto de cruzar el río Rubicón, al norte de Italia Esto significaba ser declarado enemigo público y desembocaría en una guerra civil. César indicó a sus hombres que no estaban obligados a hacerlo junto a él. Ante esto, según dice la leyenda, todos al unísono exclamaron “¡O César, o Nada!” y cruzaron el río junto a él. Esto significó la segunda guerra civil contra Pompeyo que le llevaría al poder absoluto de Roma. Es curioso esto para un protagonista que repudia de la historia y , sobre todo, del arte. 

Tras conocer en la ciudad a un cacique conservador de Zamora, y en la línea de algunos regeneracionistas, que España sólo puede superar la decadencia mediante un gobierno fuerte y autoritario, pero progresista, que combata el caciquismo, el poder de la Iglesia y las desigualdades sociales, intenta poner en práctica sus ideas en el imaginario pueblo zamorano de Castro Duro, del que quiere ser su diputado. 

En la segunda parte, cuando llega a Castro Duro Baroja nos presenta abiertamente los males morales, políticos y económicos de un país que lo condena al retraso. Hay están presentes el caciquismo, la corrupción, política, la influencia de la Iglesia, la burguesía que busca imitar a la rancia nobleza, el atraso de la industria, la pobreza del pueblo, … Son los males de España en este siglo XX , aunque también y eso entre nosotros del siglo XXI. Pero la novela no busca tanto reflexionar sobre ellos como retratarlos para, posteriormente, enfrentarse a ellos en los últimos capítulos de la obra. 

César Moncada es un prototipo del hombre barojiano, su hombre de acción: consciente de la realidad que le ha tocado vivir, aplica toda su fuerza de voluntad a cambiarla, aunque para eso sea necesario el cambiar premeditadamente de partido, pues lo importante es el resultado final, no la coherencia del mismo. Existe, desde luego, una justificación del fin y una pervensión de los medios. Al final vemos que , como César Borgia, Moncada fracasa, titubea, afloja la tensión. Pero su flaqueza lo hace humano, y le falta el empuje necesario para conseguir sus objetivos: cambiar Castro Duro y modernizarlo. Pero existen fuerzas interesadas para que nada cambie. 

Ante lo desigual de la lucha y sus inciertos frutos, César Moncada se refugia en el amor de Amparito. Como en otras novelas, Baroja representa el amor como un refugio, donde el ser humano puede ser feliz , pero sin apasionamiento. César Moncada descubre que la verdadera patria del hombre es el amor. 

Cesar Moncada es un personaje barojiano más visible en su carácter inadaptado, opuesto al ambiente y a la sociedad en la que vive, al final, se muestra impotente e incapaz de demostrar energía suficiente para llevar lejos su lucha, por lo que acaba frustrado, vencido y , finalmente, asesinado y, en consecuencia, condenado, como todo el pueblo de Castro Duro, a someterse al sistema que han rechazado.

miércoles, 12 de agosto de 2015

Bernarda Alba y su silencio



Pidiendo, más bien imponiendo silencio, así  acaba Bernarda, la autoritaria madre e hija de La casa que lleva su nombre y que he leído en esta hora en la que el coche . Y es que la Bernando de Federico García Lorca domina con mano firme y autoritaria esa casa antiandrógena. Este rechazo casi enfermizo es producto de la mentira , de la soledad y , sobre todo del machismo imperante. La obra trasmite lo que se espera de ella, el dolor, la falta de amor, la rabia, el odio, envidia algo que se entiende contextualmente en la Andalucía del 36. 

La casa y los personajes, como se nos dice al inicio de la obra, son - algo que me ha llamado la atención - un documental fotográfico en el que se aprecia el simbolismo del color - el contraste entre el blanco y el negro, el luto y la pureza del honor. Refleja una sociedad tradicional como la andaluza, muy violenta en las formas y en el fondo, más en ese contexto del 36, en la que el papel que la mujer juega es secundario, el aparente peso de la religión, el autoritarismo y la falta de comunicación 

Por otro lado, hay un elemento presente en Lorca el costumbrismo expresado con la vida real de las mujeres andaluzas, pero también la de un pueblo cerrado, su clasismo, el revanchismo, las apariencias y el meterse en la vida de los demás. A esto se le suma el hecho de que el protagonismo sea exclusivamente femenino en un entorno de tensión y encierro: falta de hombres, de sexo y de amor. 

La obra cuenta la historia de Bernarda Alba que tras haber enviudado por segunda vez a los 60 años decide vivir los siguientes ocho años en el más riguroso luto. Con Bernarda viven sus cinco hijas (Angustias, Magdalena, Amelia, Martirio y Adela, todas ellas con nombres simbólicos), su madre con la cabeza ida y sus dos criadas. Entre estas últimas se encuentra Poncia, una criada que ha vivido muchos años al servicio de la anciana. 

Tras la muerte de su segundo esposo, Bernarda Alba se recluye e impone un luto riguroso y asfixiante por ocho años, prohibiendo a sus cinco hijas a que vayan a la fiesta. Cuando Angustias, la primogénita y la única hija del primer marido, hereda una fortuna, atrae a un pretendiente, Pepe el Romano. 

El joven se compromete con Angustias, pero simultáneamente enamora a Adela, la hermana menor, quien está dispuesta a ser su amante. 

Durante un encuentro clandestino de los amantes, María Josefa, la madre de Bernarda que mantienen encerrada por su locura, sale con una ovejita en los brazos y canta una canción absurda pero llena de verdades. Cuando Bernarda se entera de la relación entre Adela y Pepe, estalla una fuerte discusión y Bernarda le dispara a Pepe, pero éste se escapa calle abajo. 

Tras escuchar el disparo, Adela cree que su amante se haya muerto acaba con su vida. Al final de la obra, Bernarda dice que Adela se murió virgen para guardar apariencias, y exige silencio, como en el comienzo de la obra. No hay personajes masculinos en escena. 

La casa de Bernarda Alba es una obra teatral en tres actos del escritor Federico García Lorca que fue escrita en 1936. Tanto el estreno como la publicación tuvieron que esperar a otra persona, Margarita Xirgú, a otro año, 1945, y a otro lugar en otro país, Buenos Aires en Argentina.

De la simbología destaca , según he leído, el deseo sexual visible en la sed o en las coces del animal. El ya citado blanco-negro (viene reforzando la idea del documental fotográfico): blanco para lo positivo en general (la vida, la libertad, la sexualidad) mientras que lo negro se refiere a la muerte (Adela muere de noche) y al fanatismo religioso (luto). Y sobre todo los nombres de los personajes: Bernarda (masculina, autoritaria y significa “con fuerza de oso”), Angustias (oprimida y deprimente), Martirio (atormentada), Magdalena (nombre bíblico y como el dicho de llorar como una Magdalena), Amelia (significa “sin miel”), Adela (significa de “naturaleza noble” aunque también puede proceder del verbo “adelantarse”), María Josefa (María significa la madre de Jesús y José significa el padre de Jesús; simboliza la edad del personaje), y La Poncia (nombre relacionado a "Poncio Pilatos", personaje bíblico que envió a crucificar a Jesús), o Pepe el romano, que nunca aparece pero que sobrevuela en los tres actos. 

A esto se suma el calor que contribuye a intensificar la tensión dramática y a moldear el carácter triste de los habitantes de las tierras secas frente a la de los habitantes de las tierras húmedas. Una obra adecuada para esta hora de lectura que he tenido. Un saludo.