martes, 30 de junio de 2015

Crónica de un viaje americano

Nueve y media de la mañana. Salgo a buscar los ultimísimos flecos para un viaje largo, intenso y lejano, pues nos vamos tres semanas a recorrer el oeste , el sur y parte del este de los Estados Unidos. Se trata de un adaptador internacional adecuado para la corriente eléctrica norteamericana. Con esta compra terminaba la primera fase, la preparatoria de un  viaje, que aunque hablada hace tiempo, empezó a concretarse en una noche del mes de marzo cuando recibí una llamada de mi mujer para ver si compraba un vuelo que nos llevase a los Estados Unidos.

La idea inicial y después concretada era la de salir lo más cerca posible de Córdoba. La opciones posibles como aeropuertos eran dos: Sevilla y Málaga. La primera quedaba descartada pues no operaba con Estados Unidos, mientras que la segunda parecía la más viable. Ya en el mes de diciembre habíamos descubierto una oferta muy interesante en lo económico – somos cinco, y eso se nota-, pero las dudas nos hicieron descartar esa opción. En marzo la opción volvió a aparecer y mientras yo me encontraba durnmiento tras un agotador día en Roma, recibí una llamada cercana a las doce y media de la noche, parecía posible. La interlocutora, mi mujer, pensaba que era la mejor opción. A las cinco de la mañana, una nueva llamada me instaba a su compra. Así que visto bueno,  y mi mujer sacó el vuelo de ida y vuelta: Málaga – New York / New York – Málaga. Este fue el primero de los muchos momentos de atención que ha requerido este viaje. Un viaje que implicaba seis vuelos, ocho hoteles,  y un alquiler de apartamento y otro coche, nada más y nada menos, así como el generoso acogimiento por parte de unos amigos de Montana en su casa. 

Así con estos detalles finales se concretaba el largo viaje que íbamos a emprender desde el 30 de junio hasta el 24 de julio, y que comenzaba poniendo rumbo al aeropuerto Pablo Picasso de la capital malagueña.

Para las once y treinta y sin parada técnica alguna estábamos en el Polígono de San Julián, una pedanía o barriada especializada en el depósito del coche. Teníamos una referencia en cartera, pero dada la oferta y la anarquía del polígono optamos por dejar el coche en una de las muchas empresas, en concreto Parking Mar . 

Tras entregar las llaves de nuestro coche y sacar las cinco maletas, dos grandes y tres de mano, pusimos rumbo con el Shuttle de la empresa a las salidas de la Terminal Internacional de Málaga.

Una vez allí localizamos el mostrador de Delta y superamos un concienzudo examen que nos hacía los operarios de la misma para saber cuáles eran nuestras aviesas intenciones en ese país. El examen lo pasamos individualmente, aseverando que el contenido de las maletas era nuestro, que no portábamos nada de nadie, y que simple y llanamente éramos turistas que retornaríamos tras semanas más tarde, y que no teníamos ningún interés en ser trabajadores ilegales en ese país. 

Con todo, el mayor de mis hijos, fue seleccionado para hacerle un examen a conciencia sobre sus pertenencias, las que portaba consigo y en su maleta de mano. Pasados el control policial, mi hijo y yo – yo en calidad de progenitor siendo menor de edad- fuimos a un separado en el que mi hijo fue debidamente cacheado y su maleta desmontada camiseta a camiseta. Una vez pasado el control, al igual que otros pasajeros, todos nuevamente juntos montamos en el avión de la compañía Delta. Una vez dentro del avión que salió rigurosamente a su hora, quedaban seis de tránsito atlántico que podía seguir magníficamente ya que me había tocado la ventana. 

Desde el principio me llamó la atención el hecho de que las azafatas fuesen mayores, aunque de una eficacia absoluta. Mientras seguía el vuelo por un navegador de a bordo y por la ventana, nos obsequiaban con toallitas calientes, más tarde, una botella de agua. Tras estos unos snacks – mini pretzel, maní acompañado de una buena cerveza bostoniana, la Samuel Adams, tras la recomendación de una de las azafatas- y después vino la comida a base de un guiso de pollo – como alternativa había pasta y ensalada de pasta- con mantequilla, queso y un postre, a todo esto le acompañé con una copa de vino.

Mientras comíamos podríamos seguir la película. Yo elegí dos a lo largo del trayecto. La primera, un clásico del cine contemporáneo, Avatar de James Cameron, y la segunda Unbroken la película de 2014 filmada por Angeina Jolie, y que fue viendo con paradas pues a eso de mis nueve de la noche comenzaba a otear el continente americano a la altura de Terranova, Halifax, y ya de una forma más definida Boston y otras ciudades de la verde y recortada costa americana, muy apropiada para puertos.

Poco a poco nos aproximamos a uno de los aeropuertos de Nuevo York, el JFK, sobrevolando islas y fijándome en la – insisto- costa.

Finalmente el avión se aproximo a la costa y en la costa estaba ese macroaeropuerto que es el  JFK, logrando ver - eso sí a vista de pájaro- los rascacielos de Manhattan y, finalmente, ese pájaro de hierro aterrizaba sin problema alguno.Habíamos partido a las 14:25 y, tras ocho horas y media y muchas películas en el avión, llegamos a Nueva York a las 17:00, contando con seis horas que le habíamos ganado al día.  

Una vez pisada tierra, vimos que aquellos pasajeros que nunca habíamos estado en Estados Unidos, teníamos que portar el documento de entrada, la ESTA que tanto trabajito me costó, pues tardaron un par de días en concedérmela, y que nos fichaban con una cámara y nos tomaban las huellas digitales.

Tras el paso por la policía de inmigración en esta nueva isla de Ellis, pasamos a recoger las dos grandes maletas y ya con ellas volvimos a pasar un anillo de policías que paraban aleatoriamente. Esta vez nos libramos. 

Una vez superado el cordón policial, el nuevo reto era llegar al hotel, el Hampton Inn NY Jamaica Queens, que estaba cerca de Jamaica Square, luhar al que teníamos que llegar a coger un microbus, ahora llamado Shuttle, tras las primeras dudas, una policía nos aclaró en perfecto inglés que es lo que teníamos que hacer, aunque las aclaraciones nos llevaron a dar más de una y dos vueltas a la terminal, e incluso por el exterior, hasta que finalmente nos aclaró otro policía que teníamos que llegar por Airtrain, a Federal Square y desde allí bajarnos en la parada de Jamaica Square.

Una vez hecho todos los cambios, logramos llegar al sitio y descubrimos que Jamaica Square y esa parte de Queens es un barrio de gentre de color como el tío que nos llevaba. Un tío grande, simpático y negro pero que conducía como Dios le daba a entender. Hacía lo que le daba la gana, hablaba por el móvil, no respetaba una señal, y eso sí, nos llevó sanos y salvos al hotel. En ese momento descubrimos que había que cumplimentar con una leyenda hecha realidad: las propinas. Ante la duda, fuimos muy rumbosos y el tipo se llevó cinco dólares por habernos pasar un mal rato en la furgoneta, pero estábamos allí. 

Tuvimos que esperar algo en la entrada del hotel pues los grupos iban y venían y , finalmente, una chica latina nos atendió y nos dio información sobre dónde ir a comer en la zona ( tres opciones, un chino, un latino y un americano, pues en los hoteles de la zona eran caros). La información nos sirvió para saber el precio medio de una comida, tipo Fast food, en los Estados Unidos.

También nos dio una mala noticia, el desayuno comenzaba a las seis de la mañana, la hora que preveíamos que iba a ser la de nuestra salida. Perdíamos el desayuno, mala noticia. 

Ya en la habitación mis hijos se instalaron y yo dije a mi mujer de dar una vuelta por la zona. Remisa al principio, finalmente aceptó, mientras mis hijos se quedaban jugando a la tablet y aprovechando la wi-fi. Salimos a la calle. 

Estábamos en Queens, la zona más cercana al aeropuerto. Todo el barrio era un entramado de casas unifamiliares de colores diversos, unas más cuidadas que otras, con una zona de césped en la parte previa y lateral. Estábamos, evidentemente, en los Estados Unidos. Aprovechamos las circunstancias en hacer unas fotos de las casas, de las calles y de taxis amarillos - como no-. Pisar cómodamente suelo americano fue una sensación emocionante. Pero decidimos que debíamos ir al hotel, estaba anocheciendo, y los niños estaban solos. Eran las nueve de la noche, las dos para nosotros. Mañana nos espera un día duro, así que buenas  noches y hasta mañana.

viernes, 19 de junio de 2015

Suite francesa


Acabo de poner fin al segundo libro de la temporada estival. Obviamente no estamos en verano, pero en Córdoba a las 20 horas y 12 minutos de la tarde , cuando escribo esto, nos encontramos con 33 º centígrados, ¿quién dice que no estamos en verano?
Durante un par de semanas he estado leyendo Suite francesa, expoleado por haber visto recientemente la película, coincidiendo con el último día de la fiesta del cine del pasado mes.
Hay cosas que me han impresionado y otros que no. Por lo pronto me gusta el prólogo del libro firmado por Myriam Anissinov. Se trata de un acercamiento a la escritora , a la obra pasada y presente - me refiero con ello a Suite francesa- , pero sobre todo a la  persona, a la mujer de origen judío que estaba tras la obra: Irène Némirovsky.
Tras haber entendido el carácter "capsular" - en el sentido de ser en si misma una cáosula de tiempo literaria-   y el carácter truncado de la misma- sólo (sí, con tilde que me gusta más, lo siento RAE, y es que tengo una edad...) se redactaron únicamente dos de los cinco libros o partes que componían la Suite. He procedido a su lectura.

Difílmente uno puede despreciar lo que de ella ha dicho la crítica, y tal y como se refleja en la web que sobre el libro tiene su editorial, Salamandra, precisamente en este soporte físico y en esa edición es la que yo he elegido para leer y que aquí aparece reflejada:
«Una narración de un vigor extraordinario.» Le Monde 
«Una obra excelente.» New York Times 
«Es preciso leer este libro.» Le Nouvel Observateur 
«Una obra maestra.» L’Express 
 «Un libro de una calidad literaria excepcional.» TLS 
«Sensacional recuperación [...] Némirovsky registra con portentosa serenidad, sin consentirse ninguna flaqueza sentimental, la perturbación de los hombres y mujeres zarandeados por la guerra. [...] Se trata de una escritora que crea adicción.» Babelia 
«La lectura de este libro significa mucho más que el simple acercamiento a un documento trágico de una época fundamental para la historia de Europa.» ABC de las letras 
«Literatura de la mejor cepa. [...] Suite francesa por lo tanto, además de ficción pura, es un documento personal y directo del mismo rango que el Diario de Ana Frank o Una mujer en Berlín de autora anónima.» Culturas 
«Hay novelas llenas de verdad capaces de conservar intacto entre sus páginas un trozo del mundo. Ésta es una de ellas.» Territorios 
«Suite francesa es una excelente novela que ha crecido con los años. [...] La obra de Némirovsky debe interpretarse como un acto de resistencia del espíritu contra el fanatismo y la intolerancia Sus palabras aún nos iluminan.» El Cultural 
«Un fresco extraordinario, de una hondura humana e inteligencia literaria prodigiosos.» Caballo Verde 
Como podéis ver las críticas no han podido ser más favorables, resaltándose de la misma el carácter documental de la misma. 

Reconozco que la lectura está condicionada por las imágenes del filme. No hace mucho escribí una entrada sobre la misma que con el título de Suite inacabada y que aquí podéis leer, y evidentemente, los rostros de Lucile , de Bruno Von Falk o de la Señora- sí, con mayúsculas- Angellier se construyen sobre lo visto, que correspondería - principalmente- al segundo tomo, léase Dolce. Sin embargo, en la recreación inicial o contextual se remte a algunas pinceladas del primer volumen - Tempestad.
El relato de la huída de los parisinos me ha resultado complejo por el número de protagonistas iniciales, pero luego al centrarse ya en unos pocos, me ha parecido magistral la composición de los mismos y del relato. Eso sí, más que composición transmiten descomposición, pues apreciamos a través de la pluma de Irène Nemirovsky el proceso destructivo material y moral que vive francesa en esos primeros momentos de la guerra. Es un retablo, ante todo burgués, posiblemente del mismo estrato social al que correspondía la escritora. Esta parte en gran medida resulta descorazonadora , pero partiendo de un inicio muy lento la narración va tomando tono  muscular conforme los refugiados confluyen en Tours y en las cercanías de su estación que tuvimos la fortuna de conocer hace unos años.
Por otro lado, la parte de Dolce es algo más pastelera, pero igualmente está bien contruida, haciendo creíble la historia parada y paralizante del acercamiento entre el oficial alemán y la chica elegante de provincias.
Es cierto que la empecé a leer con recelo, pero , finalmente, he visto en su narración - eso sí, guiado por la película- un trazo tan bien marcado que me ha satisfecho.
Señalar que las diferencias del libro y la película son notables. Por supuesto, ese final tan increible en la película en la obra literaria no aparece ni esbozado.
No obstante, me ha parecido muy interesante el apéndice de la obra compuesto especialmente por manuscritos de la escritora  en la que nos cuenta como va contruyendo la obra, las dificultades que encuentra y sus dudas sobre hacia dónde tiende la misma. Aclara algunos puntos como el título de esta tercera parte que iba  a ser Cautividad, como en ella pondría fin a Bruno, pero también como maneja un guión de lo que cree que le va servir para construirla.

Desoladora es, por otro lado,  la sensación que tuvo que tener la escritora al verse progresivamente abandonada. Demoledor es el calificativo que da a la postura que tiene  la sociedad francesa de la Francia ocupada y de la supuestamente "Libre" ante los acontecimientos que vive: indiferencia.
Angustiosas me han resultado las cartas suplicantes de Michel Epstein pidiendo ayuda a conocidos y desconocidos. Saber el fin tanto de ella como el de él, da sentido al carácter capsular de la obra. Como iba querer su hija abrir una herida que difícilmente podía cerrarse. Afortunadamente para los lectores lo hizo y gracias a ella tenemos la fortuna de conocerla como escritora y el deber de no olvidar la atrocidad que supuso la guerra y , especialmente, su componente racista. Un nunca más debe poner fin a todo esto. Un saludo.

sábado, 6 de junio de 2015

Triple



Comienza la temporada de verano. Habitualmente, y desde el punto de vista de la lectura, comienza al final del mes de mayo. En ese mes, coincidente con la feria de Córdoba, suele haber el final de una obra y el inicio de otra, pero está vez, no ha sido así y la he acabado algo más tarde de lo esperado. 

En cuanto a la lectura en sí, le tocaba el turno a una de las obras de Ken Follett más valoradas, pero para mí – y en cuanto a la historia- está por debajo de otras. Se trataba de Triple, una novela de espionaje del autor galés del año 1979 y que está ambientada en los años de la guerra fría y, supuestamente, basada en hechos reales tal y como se recogen en la nota de prensa del diario neoyokino Daily Telegraph que aparece al final del libro. 

El título hace referencia a la coincidencia en la trama de los servicios secretos de Israel, Egipto y la Unión Soviética. El prólogo se presentará en un encuentro coincidencial en Oxford con todos los protagonistas de la misma: Nat Dickstein, Al Cortone, Yasif Hassan, David Rostov, el profesor Ashford, Eila – la mujer del anterior- que posteriormente pasarán por distintos servicios secretos, el Mossad judío, el egipcio, la KGB. 

Lo cierto es que más tarde los egipcios descubren que los israelíes están construyendo un reactor nuclear y que están interesados en la obtención de uranio necesario para fabricar bombas nucleares. Los dirigentes del estado judío concluyen que la única manera de no ser derrotados definitivamente en la permanente lucha con los árabes es hacerse ellos también con la bomba, con la dificultad añadida de no tener a su alcance el uranio. 

Por ello, se idea un plan para hacerse con una gran cantidad de esa materia prima y que serviría para fabricar alrededor de treinta bombas nucleares. Por eso encargan a Nat Dickstein, agente israelí, que sufrió en sus carnes la violencia de un campo de concentración durante la Segunda Guerra Mundial el diseñar y ejecutar un minucioso plan que lo lleva a Luxemburgo, Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos, Suiza e Italia , y finalmente al éxito del mismo. 

Entre tanto las casualidades de la vida hacen que aquellos viejos amigos de la Universidad de Oxford que ahora se encuentran cada uno de ellos en el vértice de un triángulo y se enfrentan entre ellos para que fracase el plan o tenga éxito. 

El único aliado de Nat Dickstein es Al Cortone, un mafioso americano que le debe la vida, y un empresario naviero por el interés económico. A ellos se Suza, por amor. El plan consistirá en abordar el Coparelli, un navío cargado con óxido de uranio en el Mar Mediterráneo, intercambiar los documentos con otro barco gemelo, el Stromberg, y finalmente hundir éste segundo barco. Así, el carguero rebautizado podría cambiar de destino y el original se habrá perdido para siempre. 

 Parece una misión casi imposible, ya que rusos, egipcios y palestinos no están dispuestos a contemplar el éxito de Israel en Oriente Medio. Finalmente, Israel lo consigue. Estamos ante una novela basada a partir de un suceso real, cuya trama engancha mucho , como suele ocurrir en las novelas de espionaje firmadas por Ken Follett.



Como suele pasar en las novelas de Follett la acción va de principio a fin y , para mí, presenta un inicio prometedor, aunque posteriormente la historia poco a poco se viene abajo logrando que el interés decaiga ligeramente por lo inverosímil de lo narrado. 

Pero, y en resumen, la novela no está mal por sus ingredientes habituales, como son los espías, los servicios de inteligencia, los dobles agentes escrito con la agilidad propia del escritor galés. Una obra bastante recomendable.

jueves, 4 de junio de 2015

Hasta siempre, amor

 
Cuando me propusieron que participara en este acto, en esta celebración, estuve planteándome unos temas y descartando otros sobre los que hablar. Esto me ha durado varios días y realmente hasta ayer no me decidí por uno en concreto. 

Descarté, - abiertamente- dar una clase magistral sobre Geografía, Historia o Historia del Arte – ya está bien, ¿no creéis?, ya habéis sufrido lo suyo a lo largo del curso. 

Descarté igualmente hablar sobre el futuro al que debéis enfrentaros de manera inminente en la Selectividad, en la Universidad, en un ciclo formativo de grado superior, en oposiciones diversas o sobre la difícil inserción en el complicado e incierto mundo laboral. 

Descarté hablar de anécdotas vividas con vosotros como profesor o como Jefe de Estudios en estos últimos años. 

Descarté de narrar historias contadas por el profesorado, mis estimados compañeros y compañeras, vuestro profesorado, que han estado trabajando con vosotros, inculcando conocimientos o transmitiendo sus experiencias profesionales y también las vitales. 

Por último, descarté, pensé, dudé y, finalmente, aposté por algo tan básico y sensato como acabar hablando de un tema que os lanzado hace años y que, realmente, estoy convencido que debe terminar hoy. 

Me remito ahora, a vuestra memoria dos años atrás. En concreto al mes de septiembre de 2013. En esa fecha, como en años anteriores, y en mi calidad de Jefe de Estudios cuando recibíamos al alumnado para primero de Bachillerato me gustaba usar un símil para referirme a los estudios que acababais de empezar. El símil trataba sobre una singladura, sobre un periplo, un viaje, para referirme al corto pero intenso recorrido que empezaba ese día. Un periplo que no era muy largo como ya he dicho – dos años- , pero sí muy intenso, y ese viaje culmina hoy. 

De cualquier manera como decía un viejo paisano nuestro, un romano, Lucio Anneo Séneca: No hay ningún viento favorable para el que no sabe a que puerto se dirige. Indudablemente ha sido una travesía compleja, no exenta de dificultades. Pero si estáis aquí presentes es una buena señal. Han sido dos años en el que vosotros y vosotras os habéis ido transformando no sólo personalmente, sino sobre todo, intelectualmente. A lo largo de estos años habéis conocido a muchos compañeros y compañeras que lo serán, posiblemente, de por vida. Os aseguro que las amistades que florecen a vuestras edades permanecen en el tiempo. Sí, hemos llegado a puerto. 

Hemos tenido tiempo para estar en contacto, para retener los mejores recuerdos y para renunciar a los malos, que seguro que los ha habido. ¿Qué debéis de mantener en el recuerdo? Cada uno habrá seleccionados los suyos. 

No obstante , antes de que deje el estrado , creo que es el momento de los agradecimientos. Por lo pronto, hay que dar a todos los presentes, especialmente, a los que hoy son protagonistas indiscutibles, a vosotras y vosotros, alumnas y alumnos de segundo de Bachillerato por haber ido contruyendoos como personas. También desde aquí quiero dar las gracias a todos los padres y madres de los presentes, básicamente, por haber respetado nuestro trabajo y , a la vez, porque sois colaboradores necesarios de nuestra labor docente. 

Por supuesto, también quiero dar las gracias a mis compañeros y compañeras, y especialmente a nuestro Vicedirector, por permitirme hoy ser el portavoz de este claustro y sobre todo que me está dando la oportunidad de despedirme públicamente de todos los presentes. Además de daros las gracias, quiero desear a todos los presentes mucha suerte en el futuro, y que guardéis el mismo grato recuerdo que yo guardaré de todos vosotros y vosotras. Y como decía Gabriel García Márquez: La vida no es la que uno vivió, sino la que recuerda, y como la recuerda para contarla”. 

Como cantaba Jim Morrison “This is the end / Este es el final”, y desde este estrado os quiero decir hasta siempre. El hasta siempre lo utilizamos cuando dejamos de ver a una persona que ha sido habitual durante un tiempo. Un hasta siempre no es del todo triste, un hasta siempre nos permite NO OLVIDAR, y nos abre la posibilidad de compartir maravillosos momentos, muchos de ellos simples y cotidianos, aunque no tengamos a esa persona a nuestro lado. 
Quería acabar con unas palabras de Federico Silva, un famoso compositor de tangos de los años 50, jugando con dos de canciones: En nuestra despedida y Hasta siempre, amor; pero he encontrado antes de cerrar esto, una frase de García Márquez, allá donde estés, llena de sentido y que le he pedido una vez más prestada al escritor colombiano: “Recordar es fácil para el que tiene memoria. Olvidar es difícil para el que tiene corazón”. Y aquí, en este centro, os hemos educado para que no perdáis nunca el vuestro. 

Hasta siempre.