lunes, 9 de septiembre de 2013

De más a menos


El pasado jueves casi dí por concluido mi verano literario y, en parte, digital. Para poner fin al mismo aposté, también, por dar punto y final a la trilogía de John Vernon, aquella que tiene como hilo conductor al detective policial retirado que responde al nombre de David Gurney. Si en la anterior entrada la novela referida fue "No abras los ojos ", y la puse en contacto con la anterior, "Sé lo que estás pensando", ahora damos la puntilla a la trilogía con "Deja en paz al diablo". 
Para empezar diré que es una trilogía que va de más a menos. Y eso que parte siempre de un mismo postulado: nada es nunca lo que parece. 
Vernon ha realizado un trabajo con cierta continuidad temporal. Y en esta última novela sólo han pasado seis meses desde los últimos acontecimientos en los que el protagonista, David Gurney, estuvo a punto de morir tras el tiroteo llevado a cabo en esa clínica laboratorio y entre los siniestros malvados ligados aun clan sardo. 
Lo cierto es que Gurney apenas ha conseguido reincorporarse a una cierta normalidad después de haberse encontrado al borde de la muerte tras resolver el caso más peligroso al que se había enfrentado. En la sinopsis se nos dice igualmente que Madeleine, su esposa, sigue estando preocupada por su marido , pues ha sido diagnosticado con síndrome de estrés postraumático; aunque ella parece tan ensimismada como en las novelas anteriores. 
Parece que nada ni nadie alegran ni a uno, ni a otro. Sin embargo, la llamada de Connie Clark, la periodista que creó la leyenda de Gurney como el “superpoli” y la que lo catapultó a la fama, solicitándole ayuda lo vuelve a meter en faena. Ahora el caso está protagonizada por la hija de Connie, Kim Corazón. La joven estudiante de una extraña combinación entre periodismo y psicología revitaliza, gracias a un documental sobre las familias de las víctimas, a un asesino en serie al que nunca atraparon, y que responde al nombre del Buen Pastor. A esto se le une el hecho de que el documental será emitido por Telecinco, ¡ah, no, perdón!, por el canal por cable RAM, especialista en carnaza y el morbo. De ahí mi error. 
Connie quiere que Gurney supervise sus investigaciones y la guíe. Y , como siempre, este investigador sin voluntad propia, se implica , en parte por aburrimiento y en parte por hacerle un favor a Connie. Sin embargo, esto no será más que el principio. Incapaz de ponerle coto a su curiosidad y a su necesidad de resolver cada una de las incógnitas que se le presentan, David Gurney se verá arrastrado a una investigación para descubrir la verdadera identidad del asesino. Un asesino que es tan miserable( sobre todo cuando descubres el final) , imprevisible como peligroso. 
Al comienzo de la historia podemos ver como la vida de Gurney ha cambiado radicalmente desde este suceso, pues un dolor de su brazo y un zumbido constante en su oído, que parece únicamente molestarle al inicio de esta tercera entrega le han convertido en alguien no muy agradable en el trato especialmente entre sus antiguos colaboradores (sus inspectores, - aunque he echado en falta a Rodríguez- , Becca, etc…). 
Al principio comienza como suele actuar Gurney, un simple favor, en este caso alentado por su mujer: una asesoría. 
Más tarde, Dave se implicará tanto que como en anteriores libros pondrá en peligro tanto su vida como la de su protegida e incluso su familia, en donde, por fin, su hijo Kyle juega cierto protagonismo. 
David Gurney, incapaz de ponerle coto a su curiosidad y a su necesidad de resolver cada una de las incógnitas que se le presentan, se verá arrastrado a una investigación para descubrir la verdadera identidad del asesino. A pesar de que ya han pasado diez años del caso y de que intervinieron en el mismo los mejores agentes, entre ellos el deslenguado Hardwick , dando las mejores teorías, lo cierto es que Dave apuesta nuevamente por revisar las pruebas, los perfiles y los viejos archivos, y establece nuevas hipótesis. En definitiva Gurney está ante un diablo al que convendría dejar en paz. El final, ya lo averiguaréis, pero como siempre resuelto a toda prisa en el último momento. 
Estamos, como en los anteriores, ante un buen libro, bien escrito, tan ágil como arrítmica, con una buena trama aunque algo farragosa en la que los personajes protagonistas (Gurney y familia) siguen con sus cuitas, aunque en este caso la relación entre Madelaine y Dave es algo más llevadera, con muchos peso del psicologismo, especialmente, el forense que lastra un poquito la novela. 
En esta novela, como en la primera y la segunda, John Verdon, un publicista que, tras jubilarse, decidió escribir una novela para entretener a su mujer, ha repetido la fórmula del éxito y le ha funcionado, aunque desde mi punto de vista , parcialmente. El autor continúa jugando al despiste, nos dosifica las pistas, y no es hasta el final cuando las piezas del puzzle parecen encajar. 
Estamos ante una novela ideal para estos días vacacionales que languidecen, que en relación a las otras, van de más a menos, y que nos acercan a lo que decía Danza Invisible, al fin del verano, que siempre es triste.

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