viernes, 10 de mayo de 2013

Viaje de ida y vuelta


Hay libros que ves una y otra vez y dudas. Éste apuntaba bien, el título atractivo; el número de páginas, adecuado, y el autor un –para mi- desconocido japonés. Hace unos meses, pocos, había visto una de las película clásicas de Kurosawa, y creo que esto me impulsó a elegirlo. 
El autor es Shusaku Endo(1923-1996). Sin haber leído nada de él, sabía una cosa, que no sólo era japonés, sino que además era católico. Y es que el libro que pudiera denotar por su nombre un libro de aventuras caballerescas al estilo japonés, no es nada de eso. Es ante todo la historia vital de un grupo de caballeros de la baja nobleza japonesa embarcados- en este caso literalmente- en un viaje que realmente sólo les permitirá conocerse interiormente, pues las insatisfacciones, las tradiciones y los engaños inherentes a la condición humana fluyen en cualquier circunstancia. 
La historia del libro es bien simple. En el mes de octubre de 1613, cuatro pequeños samuráis, peones de un damero controlado por los señores de la guerra, se hicieron a la mar por mandato del Consejo de Ancianos de su señorío, con destino a Nueva España, acompañados de un sacerdote español, el franciscano padre Velasco, que debía actuar como intérprete. El propósito de esta misión inaudita, aparentemente era la de negociar los privilegios comerciales del Japón con el mundo occidental; a cambio, los misioneros europeos serían autorizados a predicar libremente el cristianismo en Japón. Sin embargo, los intereses espurios del “gobierno”, vamos, de las autoridades, y la evanescencia de la misión hacen que el proyecto fracase inicialmente, y que los emisarios continúen su viaje hasta España, y por último a Italia para solicitar audiencia al Papa. Se trata de una historia real que se nos concreta en el Post Scriptum firmado por Van C. Gessel. Es en este punto en donde se nos confirma lo que a lo largo de la narración sospechaba: era una historia real de Hasekura

"El Samurai", constituye una profunda exploración de la fe o la falta de la misma, la fragilidad, la curiosidad de Nishi, la ambición y la lealtad de Yozo o de Hasekura Rokuemon o Tsunenaga, temas todos ellos que Endo abordó siempre con incomparable agudeza y brillantez. Especialmente brillante desde mi punto de vista es el paso de un capítulo a otro, así como la agilidad narrativa. 

En este libro no encontramos ni luchas ni espadas contra otros, en todo caso, contra sí mismos. Es un retrato ejemplar de un país y de sus gentes hecho por uno de ellos, Endo, pero presentado por uno de nosotros, Velasco. Tras la lectura he leído una crítica que dice que es triste y hermoso. Sí, creo que es verdad.
Leyendo igualmente algo sobre su autor he podido entender el por qué de la simpatía que Shusaku muestra hacia San Pablo, puede ser que sea por ser su nombre en católico, Paul, ya que fue bautizado a los doce años. Igualmente he leído que fue el primer japonés que salió a estudiar fuera de Japón tras la segunda guerra mundial. 
En definitiva, un buen libro, una buena elección que, a través del título, he llegado a una historia que sólo conocía a través de la serie Shogún y, curiosamente, por el hecho de que exista y sea publicamente conocido que una de las familias que llegaron con la embajada de Kasekura optará por quedarse en Andalucía y darán lugar a un apellido muy sonoro y conocido como el de Japón.

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