sábado, 16 de marzo de 2013

Un círculo sin fín


Más bien ha sido el círculo sin fin o la lectura interminable. La obra la firma Katherine Neville, escritora norteamericana, de Missouri, conocida especialmente por su libro “El ocho” y que fue vicepresidenta del Bank of America, fotógrafa, modelo o asesora técnica de algunas importantes empresas informáticas. 

La sinopsis del libro en lecturalia.com dice lo siguiente: “Ariel hereda unos viejos manuscritos que guardan un secreto vinculado a los objetos sagrados de las tribus de Israel. Quien consiga desvelarlos, adquirirá la sabiduría suficiente para encontrar el nacimiento de los mitos, las creencias y los símbolos de todas las grandes culturas de la historia, así como las claves para interpretar el devenir. Naturalmente, en cuanto Ariel recibe la herencia se convierte en el centro de mira de no pocos personajes codiciosos.” 
Esta historia se centra en estos misteriosos manuscritos que Ariel Behn (una chica atómica, controladora de seguridad nuclear) hereda de su primo Samuel (criptógrafo) quien supuestamente acababa de fallecer. Todo comienza en 1870 en Cumas, Italia, en donde una mujer (desconocida al principio) llamada Clio va en busca de las profecías de la Sibila (Sibila eran llamadas todas las profetisas en la mitología romana y griega). Ariel se da cuenta de lo importante que son los manuscritos que su primo Sam le heredó, cuando éste tuvo que fingir su propia muerte para librarse del peligro que estos rodeaban. Ya que nadie sabía que Sam realmente estaba vivo, tiene que comunicarse con su prima a través de mensajes en código. 
El libro se entrelaza con historias sobre Jesús y la Antigua Roma, antiguas tribus de Israel, el Rey Salomón, y Hitler, pero no piensen que es un libro estrictamente religioso y se vayan a saltar esas partes, todo tiene que ver con el desenlace. 
Ariel, debido a un viaje de trabajo, vuela a URSS con Wolfgang, su compañero, quien es en realidad un secuaz del jefe del Centro de Energía Nuclear, Pastor Owen Dart, más conocido como El Tanque. Ambos, durante toda la historia, tratan de robar los manuscritos, obviamente sin éxito. En este viaje con muchas, me atrevo a decir, demasiadas escalas (Salt Lake City, Viena, París, San Petesburgo, Berlín), Ariel se reúne con sus parientes quienes, aparte de explicarle partes del manuscrito, confunden y mezclan la vida de la familia Behn y de ahí no hay quien se salve. 

Reconozco que no me gustado especialmente este libro. Tiene algunos valores positivos tales como la enorme capacidad de relación, la forzada formación en etimologías, las buenas referencias a una variada mitología (germánica, griega, india…) y una base cultural sólida. Pero todo esto en conjunto que es positivo no hace al libro apetecible ni a veces digerible. 
Y es que la historia en la que se fundamenta que tienen como protagonista a Ariel, una científica norteamericana, con una extraña historia familiar a su cargo es poco atrayente. La intrincada acción que se mueve entre los Estados Unidos y Europa, pero también entre el Jerusalem cristiano, la Roma de Tiberio, Calígula, Claudio y César, el territorio de Britania lo único que llevan es al caos. Y eso que la historia es externamente e internamente coherente, pero carece, al menos a mí me lo ha parece, empatía con los protagonistas. Ni buenos ni malos me caen ni bien, ni mal. Me son indiferentes y eso en una obra maniquea es lo peor que te puede ocurrir. 
En lecturalia.com o en el Bibliófilo enmascarado he leído algunas críticas y coincido con ellas especialmente sobre lo tedioso que ha sido, lo lento o lo enrevesado. Coincido con ellas. Una de ellas hablaba de que había que tomárselo con tiempo y eso es lo que le he dedicado, mucho tiempo. Puede que demasiado.


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