jueves, 8 de agosto de 2013

Rendirse o morir


De literatura portuguesa, como de pelo, poco, o casi nada. Y no es que tuviese intención de leer algo específicamente portugués. Sin embargo, llevaba una temporada intentando obtener un poquito de tiempo para darme el gusto de leer esta obra firmada por el lisboeta Joao Aguiar - fallecido en 2010- y que se centraba en el personaje de Viriato. Ese momento llegó en el mes dedicado a Julio César.

Realmente la figura de Viriato no me interesaba gran cosa. Cuando uno asume que es hijo de la romanización y la acepta como un bien extendido en el occidente europeo, piensa que aquellos que se opusieron a la misma se equivocaban. Yo, que a los romanos tengo en tal alta estima, desde luego, no criticaré. Sin embargo, me había olvidado de lo que supuso la presencia romana en la península ibérica. Al fin y al cabo fue una historia de ocupación, guerras y colonización. Reconozco que, al igual que lo estudié, lo olvidé. Aún recuerdo el examen, posiblemente el penúltimo- el último, el de historia de América, coincidió con la subida al poder de Menen y con las clases de un tipo de cuyo nombre prefiero olvidarme y que llegó a afirmar que la entrada de la cocaína en Occidente era la venganza de la nación indígena, cosas de la libertad de cátedra y de la catadura moral de algunos profesores universitarios-, de quinto de carrera con el Lacort y como lo estudié con ahínco, pero sin pasión. 
Olvidado lo estudiado lo he vuelto a recuperar con la lectura de la obra de Aguiary con las desventuras de lusitanos, vacceos, arevacos, turdetados o bastetanos ante la presencia cada vez más intimidante de la República Romana en la península ibérica. 
Viriato, y que tiene como subtítulo, Iberia contra Roma es un buen libro. Sobre todo, un libro bien escrito, ameno, y muy bien estructurado. Presenta una escritura fácil y un relato bien configurado y mejor documentado. Tengo que señalar que alguno de los libros que le han servido de documentación son firmados, nada más y nada menos, que por José María Blázquez, un historiador de fuste. 
El protagonismo en la historia es asumido por Tongio, un conio del antiguo reino de Cinéticum – lo que sería actualmente el Algarve- que por avatares de la vida, acaba por convertirse en enemigo de Roma y unirse a su más fuerte opositor, Viriato. 
La obra contiene un prólogo y un epílogo, así como un importante nudo formado por tres capítulos; el oráculo, la insignia del toro y Endovélico. En el prólogo, el protagonista será Tongio. En el epílogo, son los escritos dejados por éste en el ya abandonado templo de Endovélico y descubiertos por las autoridades romanas, como pretexto oracular de lo que sucederá en la Hispania en el siglo I antes de Cristo. 
En los tres capítulos restantes y principales descubriremos la procedencia de Tongio (su débil relación con la madre y casi inexistente con su brácaro padre, el fuerte lazo con su tío y su azarosa vida en Balsa –Tavira- y Gades – Cádiz-. Es precisamente el asesinato de su tío por los romanos lo que le hace, primero, odiar a los romanos, responder con la misma moneda y huir de la ciudad hispánica para refugiarse en el interior donde el destino lo lleva al Santuario de Endovélico. Más tarde, la fortuna lo cruza con ese fuera de la ley por circunstancias que es Viriato. Entre medias descubrimos la ocupación y la avaricia de Roma, las costumbres tan admirables como malsanas de los pueblos que viven en la península ibérica y que de alguna manera conforma el actual individualismo ibérico que todavía perdura. La figura de Viriato irá adquiriendo cada vez más protagonismo hasta que en el año 147 a. C. se convierte en el líder de ese conglomerado de pueblos y bandas con reyezuelos que encabezado por el lusitano ponen en brete a Roma y a sus procónsules en la Ulterior y Citerior. 
Desde esa fecha hasta el 139, Viriato será – como también y en paralelo ocurre con Numancia- la pesadilla ibérica de Roma de la que militarmente despertará cuando envíen a Hispania los más brillantes militares y las más poderosas legiones, así como las más miserable tácticas – entre ellas la traición de algunos de los suyos, de los que alguno es probable que diga “sevillanos tenían que ser”, por los tres traidores de Urso (Osuna) - que ponen fin a la vida de Viriato, y en gran medida a la resistencia que el mundo romano encontrará en la península. 
En definitiva, una novela que me ha gustado por su eficaz narrativa, sus interesantes planteamientos,por la implacable y terrible disyuntiva ante el avance irrefrenable de los romanos en la que sólo cabían dos opciones, resistir o morir, y por acercarme al mundo que dejé prácticamente olvidado allá por junio de 1989, cuando los sueños, sueños eran.

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