lunes, 14 de septiembre de 2015

Cándido, el sueño de Sciascia


En ocasiones me imagina a Teseo tirando del hilo de Ariadna, con la esperanza de salir de su aolladero laberíntico. El hilo le llevaba a un enfrentamiento con el Minotauro, pero el hilo de la misma manera permitía la salida del délado. Pues bien, ese hilo que permite tanto entrar como salir esta siendo en estos últimas semanas el hilo conductor que me lleva de un autor a otro, y de una obra a otra. Fue Camilleri, utilizando como portavoz a Montalbano, quien me acercó a la siguiente puerta. El comisario siciliano llega en parte a la conclusión de su caso acuático gracias a recordar una lectura de Leonardo Sciascia y la simplicidad que reclamaba el autor siciliano en boca de Cándido y Don Antonio. 

Este Cándido siciliano e inspirado en el de Voltaire,  nace en 1943, en pleno bombardeo norteamericano durante la Segunda Guerra Mundial, y hijo de un abogado local con relaciones peligrosas, digamos cercanas a la Mafia, y de una madre que enseguida se encapricha de un oficial de Montana, que acabará siendo su "caro" Amleto. 

El matrimonio se deshace, y en esta ocasión ni padre ni madre quiere quedarse con el niño, que acaba permaneciendo con su padre hasta que, indirecta e inconscientemente, Cándido delata a un asesino tras escuchar la declaración de éste ante su padre en calidad de abogado. Ante este estropicio legal y profesional, el abogado Munafó decide suicidarse. Su madre, por su parte, marcha a Helena, la capital de ontana, con el militar, profesor de literatura italiana. 

Para el padre, al igual que para la madre, el niño es un «pequeño monstruo» por ser preguntón, tan honesto e incómodo. Esa falta de apogo familiar le marcará para siempre su vida. Y se acrecienta cuando queda al cuidado de su abuelo -un general fascista ejemplo de lo ocurrido en la Italia postbélica que pasa de abrazar el fascio a las filas de la Democracia Cristiana o del PCI. Casi el único afecto le llega vía la criada que se ocupa de las cuestiones de intendencia. 

La formación como persona l viene por Don Antonio, un Arcipreste que acaba abandonado el sacerdocio en arras de un nuevo Dios sin alma, el comunismo. Cándido a lo largo de todo el relato se muestra tan cándido como optismista. Para Cándido «Las cosas siempre son sencillas», como suele decir el protagonista, pero es precisamente esta ansiedad suya por llegar al fondo de las cosas y llamarlas por su nombre lo que le mete en tantos líos, condenado como está a conocer muy pronto la hipocresía dminante en la vida. 

La obra termina en 1977, año que Cándido y su mujer, pariente suya, reviven en París junto a Don Antonio la memoria apagada del mito revolucionario de mayo de 1968. A lo largo de esta breve novela vemos cómo evolucionan sus inquietudes, cómo cambia su vida y cómo, desde la ingenuidad, consigue ser feliz, aunque si sinceridad ante la vida le lleve a meter en problemas a todo el mundo (abuelo, especuladores inmobiliarios, secretario local del PCI,etc...). 

El escritor nacido en 1921 en Racalmuto y fallecido en 1989 en Palermo, a la edad de 68 años, y cnsiderado la "conciencia crítica de Italia" de los setenta y ochenta por su implacable denuncia de la corrupción política y se cercanía con las entidades mafiosas, como se refleja en el último capítulo cuando le pregunta a Amleto como fue posible que eligiera a los peores para controlar el poder en Sicilia.

Nos deja una obra marcada por su oposición a cualquier manifestación abusiva del poder y ante la falta de la verdad. Sciascia saca una obra para reflexionar sobre la forma en que la verdad dificulta las cosas, para comprender que las relaciones sociales se basan en ocasiones en grandes mentiras o en medias verdades. 

La versión que he leído fue publicada en 1984 por Bruguera, siendo una traducción de Ana Goldar. Como he visto por ahí - y yo que lo confirmo- y está escrito de forma pausada y natural que transmite la personalidad del protagonista, con frases precisas , muchas de ellas escritas con sagacidaz y una fina ironía.

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