viernes, 24 de febrero de 2017

Riña de gatos


En julio de 2014 un artículo publicado en ABC de Madrid hacía referencia al diccionario geográfico popular de Madrid, recopilado por Gaspar Sánchez Salas, que recoge muchas de estas curiosidades y que, entre otras cosas, explicaba el por qué a los madrileños se les llama "gatos" Parece ser que «Gato» fue un apellido muy célebre en la conquista de Madrid en tiempo del Rey Alonso VI. En el asalto de la villa, un soldado valeroso trepó por la muralla ayudado de una daga que clavaba en las juntas de las piedras. Sus camaradas, al ver la hazaña dijeron que parecía un gato, palabra por la cual comenzó a conocerse también a sus descendientes. La familia llegó a ser tan importante en la ciudad que no se consideraba nobleza castiza de Madrid a la que no pertenecía a aquel linaje –al de Los Escarabajos y Los Muertos, que eran los tres más ilustres de la Villa–. Con el tiempo, se acabó llamando «gatos» a todos los habitantes de Madrid.  Pero , sí hay un autor que plasmó una auténtica riña de gatos, éste fue Francisco de Goya.


No sé si está es la razón, pero lo cierto es que Mendoza tituló así su novela riña de gatos , que , por cierto, se desarrollaba en el Madrid de febrero de 1936, una vez había triunfado en las elecciones el Frente Popular. Una buena novela, aunque no es una excelente novela la escrita por el vigente Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Sin ser una obra maestra ,  es muy entretenida e instructiva acerca del preludio a la guerra civil española y sobre la obra de Diego Velázquez, las descripciones precisas sobre  La muerte de Acteón de Tiziano u otras reflexiones sobre arte.

Como señalaba Ramón María del Valle-Inclán un escritor puede adoptar tres posturas acerca del mundo: “de rodillas, en pie o levantado en el aire”. La tercera lo coloca por encima y distante con respecto a lo que escribe y para ello imprime “un punto de ironía”. Este es el caso de la novela de Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943). Consigue eso sí una gran ambientación y personajes bastante bien logrados.

De prosa fácilmente digerible y una trama interesante y no exenta de cierta profundidad y reflexión histórica. Una historia amena, liviana, ágil, que no simple ni facilona. Un inglés llamado Anthony Whitelands llega a bordo de un tren al Madrid convulso de la primavera de 1936. Deberá autenticar un cuadro desconocido, perteneciente a un amigo de José Antonio Primo de Rivera, cuyo valor económico puede resultar determinante para favorecer un cambio político crucial en la Historia de España. Turbulentos amores con mujeres de distintas clases sociales distraen al crítico de arte sin darle tiempo a calibrar cómo se van multiplicando sus perseguidores: policías, diplomáticos, políticos y espías, en una atmósfera de conspiración y de algarada.

Nada más llegar se convierte en involuntario protagonista de la confusa madeja política española y su breve estancia será un frenético ir y venir entre los actores de una dislocada tragicomedia: José Antonio Primo de Rivera y los tempraneros camisas viejas (Sánchez Mazas, Fernández Cuesta...); los todavía indecisos golpistas (Franco, Mola, Queipo de Llano); la policía española; el espionaje inglés y los servicios secretos soviéticos.

Las excepcionales dotes narrativas de Eduardo Mendoza combinan a la perfección la gravedad de los sucesos narrados con la presencia, muy sutil, de su conocido sentido del humor, ya que toda tragedia es también parte de la comedia humana. El esquema del relato es el de una novela de intriga disparatada. Esta línea principal se entrecruza con una comedia de amores también burlesca. Es libro fue Premio Planeta 2010 y tiene mucho de tragicomedia. La muy buena ambientación de algarada de la España preguerra contrasta con la cómica situación del inglés al que todo le sucede y que nada comprende.

Un buen libro que a la vez que nos entretiene y divierte deja un poso de amargura de ver como se enfrentaban las dos Españas hacia una guerra de tan dramáticos resultados. Las situaciones estrafalarias van sumándose y encadenándose y en ellas están desde José Antonio hasta las hijas del noble, Don Álvaro del Valle y Salamero, duque de la Igualada, un marchante de arte y espía doble de nombre Pedro Teacher, unos miembros del cuerpo diplomático como Lord Bumblebee, los policías Gumersindo Marranón y Coscolluela o los revolucionarios - o no- como Higinio Zamora Zamorano; pasando por la niña prostituta Toñina y su bebé,así como conserjes y mayordomos, policías españoles y tipo broncas hasta secuaces de un espía soviético de nombre Kolia.

Como positivo está el hecho de que se deja leer, pues como novela es amena, y además, como he señalado,un acertado retrato de la sociedad madrileña y del ambiente político de la época. Me ha gustado también la mezcla de personajes históricos y ficticios.

Como negativo decir que aunque al principio la trama prometía mucho más de lo que ha dado de sí. Parece como si Mendoza hubiera tenido prisa por acabar la novela o no supiese cómo acabarla con la inclusión de ese personaje Kolia, que está y no está. Deja muchos cabos sueltos y el final, como ya sabemos la riña de gatos se dio y vaya sí se dio.


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