domingo, 26 de abril de 2015

Alberti, un marinero en tierra

El mar, la mar. El mar. !Solo la mar! 
¿Por qué me trajiste, padre, a la ciudad? 
¿Por qué me desenterraste del mar? 
En sueños, la marejada 
me tira del corazón. 
Se lo quisiera llevar. 
Padre, ¿por qué me trajiste acá?

Hace años, muchos años, que no leía poesía. Recuerdo que, sistemáticamente, leíamos obras de poetas en las clases de literatura, durante el curso 1982-83. Don José - no recuerdo el apellido- nos ponía a leer y, nosotros, objetores de la lectura en público, nos aborchornábamos de ller delante de nuestra compañeras. ¡Por Dios! Era la primera vez que teníamos compañeras y nos obligaban a leer poemas de Machado, Blas de Otero, y muchas, muchas de la generación del 27. Me llegó al alma aquella dedicada por un poeta gaditano al portero del Barcelona, el húngaro Platko. Al final, ya nos llegaba a gustar. 
Sin embargo, el libro que he terminado hoy, es un poemario que lleva por título Marinero en tierra, libro de poemas de Rafael Alberti publicado en 1924 y que obtuvo el Premio Nacional de Poesía. La obra la escribió durante su estancia en la localidad cordobesa de Rute, debido al tratamiento para mejorar una dolencia que sufría en el pulmón derecho con ayuda del clima tan puro de la sierra. 

Pertenece a la primera etapa de la producción de Alberti, caracterizada por el popularismo, es decir, la adopción de formas populares, en especial las del cancionero tradicional. 
La temática y el tono general de la obra es de nostalgia, producida en el poeta por el recuerdo de su tierra natal, lejana durante el proceso de escritura de la obra. Marinero en tierra es probablemente una de las obras más difundidas y estudiadas de Alberti y presenta una carta  de Juan Ramón Jiménez, fechada el 31 de mayo de 1925, y dedicada con todo su corazón y admiración a su paisano, por lo de andaluz, a Alberti. Juan Ramón califica su obra, esta obra, como Poesía "popular", pero sin acarreo fácil: personalísima; de tradición española, pero sin retorno innecesario: nueva, fresca y acabada a la vez; rendida, ajil - escrito como gustaba al poeta de Moguer- graciosa, parpadeante: andalucísima.  

Y añado yo, que empieza con alegría, con la poesía que aparece en el encabezamiento y acaba Si mi voz muriera en tierra y con funerales. Mi mujer siempre me cuenta la anécdota del momento en que ella saludo personalmente al poeta el día de la inauguración oficial de su colegio, "Rafael Alberti", el Alberti para ella y sus compañeros de clases. Le recibieron con una banda de flautas - ¡qué castigo para el anciano poeta!- y con el recitado de los versos del encabezamiento, los que abren Marinero en Tierra. Supongo que al escucharla volvió a recordar esta bella obra de juventud, de un hombre que añoraba El mar. La mar. El mar. ¡Solo la mar!

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