sábado, 26 de julio de 2014

Réquiem por un campesino


Leí esta obra allá por el año 2001, más o menos, cuando compré este libro perteneciente a la colección del mundo. Es una obra finita, de no muchas páginas, pero como dice Enrique Múgica Herzog es la introducción, no estamos ante una novela corta, ni menor, sino breve del escritor aragonés Ramón J. Sender. Fue incluída entre las cien mejores novelas del siglo XX en español.

Se trata de una novela escrita apenas unos días, una semana precisa Enrique Múgica, en unos días y publicada en 1953 en México dada la prohibición del régimen franquista hacia el escritor exiliado y su obra, más aún, cuando colocaba en el disparadero a un miembro eclesiástico. Llevaba inicialmente otro título, Mosén Millán , pero en 1960 adquirió su nombre definitivo. Fue llevada al cine en los ochenta (1985) por el director Francesc Betriu.


Tenemos, pues, como diría un aragonés un relato, de extrema sobriedad y muy conciso, que habla de la vida de un finado, desde la óptica y los recuerdos de la persona que lo bautizó, lo auxilió como monaguillo, lo casó, del que se fue separando y acabará delatándole. 
Los protagonistas principales son dos Paco el del Molino y el Mosén, para a ambos se le suman brevemente otros , así como las extrañas relaciones que se viven en el pueblo en las que dominan la intriga, la venganza, el miedo y la ira, es decir, todo lo que subyacía para el inicio de la guerra incivil española . 
Esta vida, en palabras del propio Sender, "es simplemente el esquema de toda la guerra civil nuestra, donde unas gentes que se consideraban revolucionarias lo único que hicieron fue defender los derechos feudales de una tradición ya periclitada en el resto del mundo." 
En la obra domina lo complejo pues pasamos de la tranquilidad al remordimiento, al arrepentimiento e, incluso, a la hipocresía. 
El narrador de la historia es Mosén Millán, un cura párroco del pueblo, toda la vida de Dios, y que nos rememora la vida de Paco desde su niñez hasta su muerte, de la que, en gran parte, él es responsable. Precisamente esa responsabilidad, ese malestar, esa terrible carga que soporta en la soledad de su iglesia por haberlo delatado.
 El sentimiento de culpa que le persigue al cura se manifiesta descaradamente en la ceremonia religiosa,celebrada  un año después de la muerte de Paco, y lo hace al hilo de sus reflexiones, sus inquietudes y sus arrepentimientos. Sentimientos que le asaltan, así como las autojustificaciones con los que busca para aligerar su carga moral por la responsabilidad en la muerte de Paco. La ceremonia pone de manifiesto la miseria y la división en la que estaba sumida esa España de bandos irreconciliables. En el que unos mantienen las formas , los que asisten al sepelio que celebra un culpable Mosén Millán (don Valeriano, don Gumersindo y don Cástulo) y otros no se sienten representados en el mismo ( el padre de Paco, la mujer de éste, Águeda, o la vieja Jerónima).
Mosén Millán en la novela predica resignación y humildad, la aceptación de los avatares de la vida y el posicionamiento de la otra mejilla, frente a la actitud que adopta Paco desde que conoce la extrema pobreza, reflejada en áquel que vive en las cuevas. Este posicionamiento contrapuesto lleva al párroco a la miseria espiritual pues intenta que Paco acepte su muerte y se resigne. La narración, desde el punto de vista de Mosén Millán resulta sincera e, incluso, tierna en ocasiones hasta que se produce la traición hacia su antiguo monaguillo. 
Junto a estos protagonistas está el coro representado como el "carasol", lavandero público y las personas que allí van para divertirse, para trabajar o, incluso, para matar, convirtiendo a Paco en protagonista de un romance que empieza así: 
Ahí va Paco el del Molino, 
que ya ha sido sentenciado, 
y que llora por su vida
 camino del camposanto. 
Una obra corta, pero como dijo Max Aub es ante todo un relato extraordinario, una tragedia impresionante o una pieza perfecta de la narrativa española moderna en palabras de Fernando Savater.

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