martes, 8 de enero de 2013

No hay dos días iguales...

Así decía la letra de una canción de Leño...grupo madrileño, de los setenta y de los duros. Pero para duro la vuelta al trabajo después de la vacaciones.  Eso sí, hoy me lo he tomado con una tranquilidad relativa. 
Nada más entrar me he encontrado con una alumna, precisamente la que el Equipo Educativo en su última reunión -la de evaluación en diciembre- me había propuesto expulsar por insultar gravemente a un profesor del curso. Y, efectivamente, tras hablar con ella, eso había pasado. Esta chica le había dicho al profesor de todo, menos bonito, por lo que la expulsión estaba más que justificada. Más aún cuando la interlocutora tenía más de 18 años y no se personó la última semana de curso pues optó, por su cuenta, tomarse unas vacaciones previas. Eso en los primeros cinco minutos. 
Por suerte, el resto del día ha sido lo normal: clases, atender a profesores que acababan de tener un problema con alumnos, alumnos con los que hablar, profesores/as a los que saludar, llamar la atención a algunos alumnos que habían sido enviados al aula Pac - privado de asistencia a clase-, una incautación de móviles, llamar la atención a un grupo por quemar algo en clase, entrevistarme con un aula que había huido de un centro de acogida, alguna falta de respeto más, con resultado de expulsión del centro... Vamos, un día normal en este trabajo vilipendiado y criticado por muchos, y del que somos diana permanente por parte de una sociedad que entiende que nuestra labor debe ser, por encima de todo, la de guardar a los niños, la de depósito, y que vincula más esta profesión con la de una guardería que con la formación. Para eso nos pagan, nos dicen muchos, para eso y para que los niños no estén en la calle- dicen otros- dedicándose a apedrear perros , rompiendo botellas, o haciendo "que je sais...".
Me quedo con lo que dijo Saramago sobre los profesores: "Son los últimos héroes", y tenía razón, ya que a pesar de luchar contra los elementos nunca cejan,- cejamos- en nuestro empeño principal: el de educar, a veces (muchas veces, siempre) incluso al que no quiere que lo eduquen. Un saludo.

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