jueves, 23 de julio de 2015

De Hermann a la ONU

Me desperté muy pronto. Había dormido mal. Dos razones encontré: la primera, la excesiva cena; la segunda, más probable, era que desde hacía varios días íba escuchando por la televisión de New Jersey el aviso de una huelga que afectaba a los aeropuertos del JFK y al de Newark, en concreto a los trabajadores encargados de las maletas y a los de seguridad, que pedían mejoras salariales dsde hace un tiempo. Llevaba un par de días esta noticia rondando por mi cabeza y  preocupándome. A esto se unía que de Herman, no sabíamos nada. A la 9 con todo preparado tomamos las decisión definitiva: abandonamos nuestro apartamento de Union City.  Subimos por la calle hasta el autobus, hoy cogiamos el grande ya que llevábamos maletas. Cruzamos por última vez el Tunel de Lincoln. Hoy el tráfico parece fluido, así que en poco tiempo cruzamos el Hell´s Kitchen y llegamos a la estación de autobuses. Concretábamos al máximo , pues nos acercamos sin dilación a la consigna del Greyhound. Dejamos las cinco maletas y una vez librados de ellas salimos a la calle, no sin antes ver una Pastelería de Carlo's, por cierto, paisano de Union City, y que Hermann no entendía como se había montado su imperio con los precios que tiene y los pequeños que son sus pasteles.

Nos dirigimos andando hacia la ONU, que sabíamos que estaba abierta. Como íbamos con tiempo, mi hijo mayor nos pidió entrar en una tienda de los New York Yankees. Se compró una camiseta tirada de precio. Después fuímos por espacios ya conocidos hacia la ONU, que se encuentra en la vecindad de Turtle Bay, en la parte oriental del Midtown de Manhattan. Aunque llevada una camiseta de Games of Thrones, decidí no ir a enseñársela al de la HBO, y nos dirigimos con paso firma al territorio ocupado por la sede de las Naciones Unidas, que se considera territorio internacional, y sus fronteras son la primera avenida al oeste, la cuadragésima segunda calle al sur, la cuadragésima octava al norte y el East River neoyorquino al este. 

Esperamos haciendo cola en la First Avenue y tardamos algo en entrar. Antes de entrar vimos el edificio por el exterior y las calles que en ella desembocaban. De lo más significativo que teníamos era el perfil del Edificio Chrisler.  

El edificio Chrysler, el Chrysler Building, es un rascacielos art decó situado en el 405 de la Avenida Lexington y en la intersección de la Calle 42. Se ha convertido en uno de los símbolos distintivos de la ciudad. Con sus 319 metros (1 047 pies) de altura,2 3 fue el edificio más alto del mundo durante 11 meses, hasta que fue superado por el edificio Empire State en 1931.

Construido originalmente por la corporación Chrysler. El edificio Chrysler fue diseñado por William Van Alen, quien optaría por culminar el edificio con una aguja, que fue colocada en la cima del edificio , haciendo en 1929 al edificio Chrysler no sólo el edificio más alto del mundo, sino también la estructura más alta, superando a la Torre Eiffel.

El edificio abrió sus puertas al público, el 27 de mayo de 1930. La ornamentación distintiva de la torre está basada en los tapacubos usados por entonces en los automóviles Chrysler.

Tras esperar un rato y ser mi mujer la responsable del grupo entramos en la Sede neoyorkina de las Naciones Unidas construida entre 1949 y 1952 junto al East River, en 17 acres de tierra compradas al principal constructor neoyorquino de la época, William Zeckendorf, compra  ordenada por Nelson Rockefeller, después del inicial ofrecimiento de situarla en la propiedad de la familia Rockefeller y de ser rechazado al considerar que se encontraba demasiado alejada de Manhattan. Los ocho millones y medio de dólares de la compra de los terrenos fueron financiados por su padre John D. Rockefeller, Jr., que los donó a la ciudad.

El arquitecto director del complejo fue Wallace K. Harrison, el arquitecto-asesor de la familia Rockefeller.Impulsado por las restricciones en las que se encontraba como la East River Drive (posteriormente Franklin D. Roosevelt East River Drive) y el East River, se vio necesario la construcción de un rascacielos que pudiera albergar las oficinas de la Secretaría General.

El edificio de treinta y ocho plantas de la Secretaría fue en aquel tiempo algo controvertido pero finalmente se convirtió en un hito arquitectónico. Sus característicos muros este-oeste fueron completamente recubiertos con vidrio aislante diseñado para absorber el calor de la luz solar. Las paredes exteriores norte-sur fueron recubiertas con marmol de Vermont.

La sede de la ONU tiene un estatus de extraterritorialidad, típico de las embajadas. Lo cual afecta a la aplicación de algunas leyes, aunque esto no significa la inmunidad ante crímenes cometidos en el recinto. La sede de las Naciones Unidas permanece bajo jurisdicción y leyes de los Estados Unidos, exceptuando algunos miembros de las mismas que tienen inmunidad diplomática por lo que no pueden ser procesados por juzgados locales mientras el Secretario General no renuncie a la inmunidad.

El complejo incluye un buen número de importantes edificios. Mientras la Torre de la Secretaría es la predominante en las vistas del mismo, la sede incluye la cúpula del edificio de la Asamblea General, la biblioteca Dag Hammarskjöld, así como el Centro de Conferencias y Visitantes, que se sitúa entre el edificio de la Asamblea General y el rascacielos de la Secretaría, y sólo puede ser visto desde el East River o la carretera FDR. 

Justo dentro de la valla perimetral del complejo se levanta una línea de astas con todas las banderas de los 193 estados miembros de la Organización de las Naciones Unidas más la bandera de las Naciones Unidas ordenadas en orden alfabético por su nombre en inglés.

En el interior lo primero que vimos , además de unas estatuas, que por supuesto, fotografiamos, fue en el hall los retratos de los distintos Secretario Generales que han sido la cabeza visible del Organismo. Desde Kurt Wadhein hasta el actual Ban Ki-Moon han sido personajes habituales en los telediarios. 

Más tarde vimos la sala de la Asamblea. Junto a nosotros había una pareja de mexicanos , el tenía como apellido Alcalá, con los que intercambiamos información sobre New York, Arizona y México , y que se despidieron con suma amabilidad, impregnados del espíritu cosmopolita del edificio. Dimos alguna vuelta más viendo una exposición de imágenes, de artefactos de la carrera espacial, y ya en la planta baja entramos en la Librería y nos llevamos unos posters para el IES y el CEIP de mis hijos. Después nos acercamos a la ribera del   East River y sacamos las últimas fotos del edificio.

Hace un par de años mi mujer y yo estuvimos visitando la sede de la ONU en Ginebra. Allí nos preguntamos ¿por qué Nueva York? Estaba claro que tras la Segunda Guerra Mundial, el peso de la política internacional caería en los Estados Unidos. Pero ¿New York? Las alternativas a Nueva York fueron San Francisco, Chicago, Filadelfia por ser la ciudad del amor fraterno, Flushing Meadows-Corona Park en Queens (Nueva York), e incluso las Black Hills de Dakota del Sur. Bueno, el caso es que es Nueva York.

Una vez fuera, subimos por una perpendicular a la sede de la ONU, por la calle 43, cruzando la 2 º y la 3º Avenida. A estas altura ya había una vbuena cantidad de espacios dedicados a la restauración de todo tipo y pelaje, desde un básico Take Away hasta restaurantes sofisticados en los que comían ejecutivos y ejecutivas agresivas. Visto lo visto seguimos avanzando cruzando la Madison Avenue y después la Quinta.

Dejamos a un lado la Biblioteca Pública de Nueva Tork, y volvimos a pasar por Bryant Park. Cruzamos por el semáforo de la Avenida de las Américas. Buscamos Broadway , sorprendidos de la cantidad de gente que comía en la calle y hacía colas delante de las furgonetas de comidas d todo tipo y precio. Llegamos a Times Square lleno de gente , como siempre y buscamos ya un sitio para comer. El elegido fue un local de múltiples empresas en la que mi pequeño perserveró con su último bocadillo de albóndigas del Subway, y los demás compartimos una enorme pizza. En mesas cercanas había un grupo de chicas espñaolas que estaban en Nueva York en una escuela de artistas. Sorprendido por tanto pijoterio, me pregunté ¿dónde íbamos a llegar?

La respuesta fue rápida, por lo pronto a la consigna del Greyhound. Nos devolvieron nuestras maletas y buscamos el metro. Teníamos que tomar el metro dirección Brooklyn , para seguir por Flushing Meadows, Jamaica Square, ya en Queens con destino al JFK airport. El viaje fue largo pero tranquilo. No había muchas personas en el metro. Una señora muy amable, hilo la charla con mi mujer y le dijo lo mucho que le gustaba Queens. Llegamos a la última parada.

Allí había algunos que pedían la Metrocard. La bonda innata que, en ocasiones, se acerca a la estupidez hizo que le diesemos alguna tarjeta. Por cierto, la policía allí estaba en deteniendo a un tipo. Casi de inmediato vimos nuestro craso error. Para acceder al Airtrain del JFK era necesario pagar un nuevo viaje, y con ello la Metrocard. Tuvimos que comprar una. Tras eso entrábamos en las dependencias del aeropuerto. El viaje se acercaba a su fin.  


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