martes, 14 de julio de 2015

Una ciudad fantasma como destino


Una vez abandonado el calor, pero no el desierto, ya que las laderas de las montañas que íbamos cruzado y cada vez con mayor pendientes siguiendo por la Higway 395, nos encaminaban hacia el interior oriental de California.

Buscábamos un sitio para el descando y el lugar elegido era Lone Pine, una pequeña ciudad del oeste, fundada a mediados del siglo XiX durante la fiebre del oro  y conocida por haber sido  teatro de operaciones de Hollywood en busca de impactantes escenarios para  los auténticos western.

El camino nos llevaba por impresionantes montañas  absolutamente peladas. En algún punto cruzamos todavía parte de esa extensa zona que forma parte del Death Valley, totalmente llana y cubierta de una capa de sal que la hace inerte a la vida.

Tras muchas subida y peligrosas bajadas de la carretera 136, en las que vimos algunos coches que parecían estar de pruebas para algunas películas , no llevaban matrículas identificativas y estaban flanqueadas por corchos o plásticos de color negro- posiblemete para un anuncio publicitario- , fuíamos acercándonos a la ciudad californiana

Lone Pine es el camino casi obligado entre  el Death Valley y Yosemite, destino del día siguiente. Por sus calles pasearon otroras figuras del cine como John Wayne, Gary Cooper, Errol Flynn, Gregory Peck, Humphrey Bogart, Anthonny Quinn, Rita Hayworth, Kirk Douglas, David Niven, Spencer Tracy, Lee Marvin, Clint Easwood o Mel Gibson. Esta claro, California es de cine.  De hecho, en su main street, hay un Museo destinado al séptimo arte.

La ciudad está enmarcada por el monte Withney, con sus 4.421 metros, que es el punto más alto de los Estados Unidos continentales, es decir, todos menos Alaska y Hawaii, un norme contraste con los 100 kilómetros que lo separan al este, el punto más bajo, en Badwater.

El monte se encuentra en el estado de California, concretamente entre los condados de Tulare e Inyo, siendo delimitado al oeste por el Parque Nacional Sequoia, que lamentablemente no pudimos ver. El gigante de la monatña fue bautizado en julio de 1864 por una expedición en honor a Josiah Withney, el jefe del Departamento de Geología de Estados Unidos y "paganini" de dicha expedición. Fue durante esa ruta cuando el geólogo Clarence King intentó la primera aproximación a la cima, pero falló en esa y en una segunda intentona años después. King lo consiguió finalmente al tercer intento, en 1873.

La primera víctima mortal del Monte Withney se produjo en 1904, cuando un escalador falleció víctima del impacto de un rayo mientras dormía a la interperie. Este hecho hizo que se construyera el primer refugio o campamento de la montaña, el Smithsonian Institution Shelter.

El monte Withney está formado principalmente por granito y se formó debido a una falla que fue también el origen de las colinas de Alabama, del mismo material. Como resultado del levantamiento de piedras que acabó siendo el Withney, una zona colindante se hundió convirtiéndose en el Valle Owens.

Paramos en el aparcamiento de un hotel con nombre hispano, cerca del Museo del Cine,  y fuimos a una tienda de comestibles de toda la vida. Decía en la puerta que llevaban sirviendo algo más de cien años.

Compramos suministros para el día siguiente que tocaba Yosemite y para ese día pues yo me bebí, sin piedad, litro y medio junto a mi hijo mayor de una bebida refrescante de naranja llamada Sunkist. Compramos agua , pan para sandwinch y charcutería, así como un paquete de nachos - en el que nos dejamos casi 3 $- . De todas maneras la ciudad estaba bien surtida de restaurantes y tiendas, así que optamos entre pizzas, hamburgueserías, mexicanos y un sitio conocido por el mayor de mis hijos de su estancia el año anterior en Irlanda. Fie el elegido, hablamos del Subway de Lone Pine , lugar en que mi hijo pequeño descubrió una mina en forma de Meat balls, o sea, bocadillo de "italian bread" con albóndigas. Yo aposté por algo de Turkey, vamos pavo - de hecho, nos atendía una chica latina- , con todo tipo de condimentos, chili, incluido

Tras devorar, eso no fue comer, y hablar con una señora que le sorprendió la cercanía con la que yo trataba a un chico de quince años, que no era otro que mi hijo, y que me contó que había estado paseando por el  monte Whitney, el más alto de EEUU.

Dimos una vuelta por la parte trasera de la ciudad, por el Whitney Road, en el destacaban los ranchos con sus muchos caballos y vacas, y tras esto fuimos a recoger el coche al aparcamiento del Down Villa , pues tocaba ir  bordeando largo rato las Rocosas. 

Seguimos por la Higway 395 en dirección Yosemite, aunque las referencias eran siempre Lee Vining  y Lago Tahoe. Comenzaba la carretera poco a poco a picar hacia arriba.

Dejamos a un lado y otro alguna reserva india que en este momento no logro recordar y paramos en un mirador cercano a Crowl
Lake, un impresionante lago de origen glaciar en la cima de una montaña.






Tras eso continuamos la Highway, ancha, fenomenalmente asfaltada y rodeada por una naturaleza salvajes que estaba protegida por extensos bosques de pinos. Como horizonte veíamos las crestas de la Sierra Nevada California, que preside el Yosemite, nuestro destino futuro. 

A unas 10 millas  de la entrada este del parque de Yosemite, la Tioga Pas Entrance, entrada que en el invierno y parte de la primavera está cerrada a cal y canta por efecto de la nieve, llegamo a Lee Vining, una encilla aldea de 400 habitantes  que dominaba el impresionante y sufrido lago Mono.






Desde el coche pudimos ver el lago, ya que la carretera estaba en obras y nosa hicieron parar un largo rato. Se trata de uno de los lagos más antiguo de América del Norte, que ocupa una inhóspita  hondonada, situada a gran altitud, semidesértica, en el que se depositan  una curiosas sedimentaciones calcáreas de casi 13.000 años de antigüedad que emergen desde el agua y en las orillas del lago.

Las formaciones han ido cada vez aflorando más conforme el lago ha sido cada vez más explotado por el hombre, sobre todo, a partir de los 60 del pasado siglo, ya que sus manantiales han sido desviados para el aprovechamiento en la ciudad de Los Ángeles. Existe , auténtico riesgo de desecación. 

A lo lejos, y dentro del lago, se podían ver dos islas: Pahoa, la blanca de origen sedimentario, y la Negrit, o negra, de origen volcánico. En el redorde del lago, veíamos multitud de gaviotas. En el fondo del mismo, se veía que,  en las montañas cercanas, al este,  se iban acumulando de forma peligrosa nubes que oscurecían por momentos.

Tras abrise el semáforo, pasados unos diez minutos, proseguimos por la carretera 270, una vez abandonada la 395. Tras subir una montaña nos desviamos para completar las trece millas que son sepraraba de nuestro objetivo vespertino: el poblado fantasma de Bodie.

Subimos por un empinada cuesta que iba serpenteando, dejando en ocaiones ranchos con vacas, e incluso, otro con ovejas. Cuando faltaban unos cinco millas a nuestro destino contemplamos con horror, algo que, por un lado,  conocíamos, y otra, que pronosticamos, y que se confirmaban: en primer lugar, las últimas millas se hacían por caminos de tierra y, finalmente, que la  atmósfera cada vez estaba más cargada  y la posibilidad de lluvia más que real.

Tras aparcar y comprobar que los americanos tienen problemas de competencias administrativas  tan absurdos como los españoles, el pase de lo parques nacionales o estatal no es homologable al de California por lo que tuvimos que soltar unos 25 dólares por entrar en la "Ghost town".


Con alguna que otra lluvia llegamos a este "distrito hitórico" del condado de Mono - casi en la frontera con Nevada- que recibe el nombre de Bodie, una "ghost town" o ciudad fantasma surgida de la fiebre del oro de mediados del siglo XIX, justo en un momento en que la actividad minera en la parte oeste de la Sierra Nevada empezaba a declinar.

Por esta razón, los buscadores de oro que querían descubrir y "ver elefantes" - según la jerga profesional- y  mejores oportunidades en el lado este de la Nevada.

Uno de ellos fue William S. Bodey, quien descubrió una pepita  en una desolada zona a gran altitud. Corría el año 1859 en el lugar posteriormente conocido como Bodie Bluff. Su apellido fue tomado para bautizar la naciente localidad que en ese lugar se levantaría.

El primer invierno, con muy bajas temperatura, fue terrible. Los mineros quedaron aislados, sin abastecimiento. Muchos murieron,  y algunos  se fueron del lugar. Sin embargo, los resilientes tuvieron su recompensa. En 1878 Bodie alcanzó los 5.000 habitantes, cantidad que se doblaría al año siguiente. En 1879, se descubrió un filón muy rico. En pocas semanas el poblado minero pasó a ser la segunda ciudad en número de habitantes de California, tras San Francisco.

En ese tiempo, una de las minas, la Standard, rendía cantidades considerables del precioso metal; de hecho, unos 30 yacimientos producían unos 400 mil dólares mensuales en conjunto.

Junto al crecimiento de su población se instalaron saloons (hubo unos 65 en ese tiempo), restaurantes, cuatrro tiendas de cigarros, burdeles y sala de ópera; también circularon tres periódicos, y se construyeron iglesia, al menos una todavía en pie, bancos, fumaderos de opio,  y una escuela. No eran extraños los crímenes en el lugar y por esto la localidad se ganó una mala reputación. Para el caso, un religioso señaló a Bodie como «un mar de pecado, azotado por la tempestad de la lujuria y la pasión», cumpliéndose el dicho de "Goodbay God, I' m going to Bodie".

Debido a la escasez de madera en los alrededores, fue organizada una empresa ferrocarrilera para su transporte al pueblo. Para la instalación de los rieles fueron contratados ciudadanos chinos surgiendo como erade esperar una nueva Chinatown. Al mismo tiempo, muchos empezaron a radicarse en las cercanías del lago Mono.

El trabajo era duro. Se bajaban a grandes profundidades, entre 100 y 200 metros, por 3 o 4 $ diarios.  La vida valía poco. había casi una muerte diaria. Los mineros decían "Well, have we got a man for breakfast this morning?".

El declive de Bodie empezó en 1882 con la bancarrota de las compañías mineras, provocando que la población empezara a emigrar. A pesar de todo, dos empresas se unieron en 1887 para continuar operando, y los yacimientos locales fueron de los primeros donde la electricidad fue instalada en el país. En los años 1892 y 1898 la localidad sufrió incendios.

Ya en el siglo XX, hacia 1915 el empresario James Stewart Cain implantó una serie de negocios, entre ellos el de transporte de madera a través del lago Mono, y además la administración un campo minero. Nuevamente un incendio arrasó la ciudad en 1932, dejándola un 95 por ciento dañada.

La localidad continuó funcionando en la era de la Gran Depresión, pero las minas locales rendían escasamente. La última de ellas cerró operaciones poco después del estadillo de la Segunda Guerra Mundial. En 1942, un decreto gubernamental certificaba la muerte del lugar. Sus reducidos habitantes murieron en esa época y Bodie pasó a convertirse en una «ciudad fantasma».

Sería en los años 1960 que Bodie fue designado un Distrito Histórico de los Estados Unidos. En sus 100 años de vida, las minas produjeron 100 millones de dólares en oro.

El lugar es uno los despoblados mejor conservados del país, y en total alberga unos 200 edificios formados por unas casas, una iglesia, hoteles, banco, el cuartel de bomberos, la funeraria, la escuela, una cárcel, así como una antigua mina.; aunque sólo un 10 por ciento pueden ser considerados originales.

Para la recreación de la historia de Bodie existe un museo, además de paseos turísticos a las antiguas minas. La mayoría de los edificios están cerrados , pero a través de sus sucias ventanas, vemos los mugrientos enseres, sórdidos papeles pintados o suelos hundidos. y apenas pudimos estar una hora pues era hora de cerrar y, además, se puso a granizar.

En las colinas adyacentes se veían molinos y molinetes, así como un cementerio,  para los mineros, pue la gente que era considerada del mal vivir por lo habitantes fantasmagórico (prostitutas, ladrones, asesinos, hijos ilegítimos), así como lo chinos no se enterraban aquí.

Tras pasear, entrar en alguna casa, ver algún salón o el interior de la iglesia, y hacernos varias fotografías comenzó a tronar en la montaña y a granizar. La temperatura no molestaba, pero una ranger impedía el paso a la mina, aí que decidimos dar por concluido nuestro fantamagórico paseo.

Nos pusimos en marcha  Bajamos la montaña y entramo en un área recorrida por varios arroyos y algún que otro río en el que , a izquierda y derecha, se extendían ranchos que parecían bastantes productivos. Pocos minutos después vimos Bridgeport , localizado en la intersección de la ruta 395 y la californiana ruta 182, y localizamos en la que parecía Main Street, nuestro interesante hotel, el Bridgeport Inn.

Lo del interés del hotel venía dado, por tener tanto una parte destinada a motel de carretera , ideal para colocar el coche, frente a la habitación, y otra correspondiente a un elegante y lujoso hotel de finales del XIX, surgido al calor y color del oro de Bodie. A este interés se sumaba una curiosa historia que lo convertía en otro "haunted house" californianas, ya que algunas personas que han pernoctado allí han vista a una "dama blanca".

Una vez con la llave de la habitación en la parte del motel, salimos a cenar - previa pequeña crisis dialéctica-.



Una vez retornada la cordialidad al grupo, previa a la cerveza que me compré en una gasolinera al final del pueblo y que, por supuesto, me la entregaron oculta en una bolsa de cartón, y tras pasar por una preciosas casas algunas de ellas cafeterías diurna, así como la corte de justicia del Condado de Mono, sita aquí, buscamos sitios para cenar y acabamos en un pub-bar típicamente americano de los de las películas (con billar, familias, tipos con sombrero que veían un partido de beisbol…), ¿no estamos en América?.





El pequeño en su línea cenó pizza y los demás hamburguesa, aunque la mía era la especialidad de la casa, con setas y queso, según la camarera mexicana, que amablemente nos servía. Tras dar cumplida cuenta de las hamburguesas y unas vez estrujados los botes de Ketchun que había sobre la mesa, mi mujer y lo niños fueron a la habitación y yo me quedé dando una vuelta hasta el puente del que hace mención la localidad. Al lado, de la estación de policía, había una vieja casa casi en ruínas que me hizo recordar Idaho, su nombre: Hiparragire. Venga a dormir, si la "Blanche dame" lo permite.

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