viernes, 3 de julio de 2015

Llegada a Montana


Amanece en Las Vegas. Miro a través del cristal. Es temprano, a las 5, en pie. No hay mucho tráfico por la Avenida que llega al Centro de Congresos. Las luces de la ciudad de neón siguen activas. No ha hecho calor, pero opto por la ducha. Conforme me ducho empieza a escuchar que la vida en la habitación se reactiva y tanto mi mujer e hijos se van levantando.

Tras salir de la ducha veo que las maletas van llenándose y que la ropa vuelve a su lugar natural en este largo viaje. Hay bocadillos y zumos preparados para los niños. Mi mujer y yo  aprovechamos las facilidades dadas por el hotel, hay una cafetera en la habitación y con el café y el brownie nos apañamos. A las 5:45 salimos de la habitación abandonándola.

En el vestíbulo, un chico, amable, nos pasa la tarjeta de crédito y con este gesto rompemos el vínculo con el hotel que nos ha dado cobijo en estos dos calurosos días. Antes de salir le pido un favor. Le digo si es posible llamar a un taxi de cinco plazas. Procede a la llamada, pero me dice - me lo tengo que creer que ha tenido que llamar a dos taxis , puesto que a esta hora no hay taxis de cinco en activo-. Bueno, vamos hacia la calle  y, casi de inmediato llega el primero. Un taxista ya entrado en años en el conductor. Nos subimos en el mismo el mayor y el menor de la cuadrilla. En el segundo han subido los demás. Me pregunta a qué terminal de aviones llegamos y de mi memoria obtengo el nombre, Allegiant, una compañía de bajo coste que hace vuelos dentro de los Estados Unidos. 

Los dos taxis van en paralelo. El nuestro en silencio sepulcral.  Ya la luz de la mañana lo inunda todo. A nuestra derecha van quedando los grandes hoteles casinos que voy distinguiendo y dando nombre en mi interior, pues ya los conozco. En la larga, y no muy activa avenida hay un accidente de tráfico. Tres coches implicados en un accidente por alcance, entre los tres uno de policía. Éste ya está atendiendo a los afectados, una de ellas una mujer. 

Seguimos por nuestro camino y en nada llegamos a la terminal. Al salir del taxi, son las seis y veinte, el calor empieza con sus estragos. Ellos ya han llegado. El taxista me dice cuanto es. Yo se lo entrego, y el reclama la propina. Algo que me saca de quicio , pues prefiero pagar más y no dar este especie de gratificación limosnera. Pago y saco las maletas.

Nos unimos al grupo integrado por mi mujer y los otros dos hijos, los mayores. Hacemos una fila en el exterior, hasta descubrir que para nosotros no es necesaria, puesto que nosotros ya tenemos las tarjetas de embarque. Entramos al McCarran y buscamos el mostrador de Allegiant. Hay cola. Me voy fijando hacia dónde se dirigen los aviones. 

Veo que son vuelos internos en su mayoría a ciudades de la costa oeste y centro oeste. Dallas, Phoenix, Sacramento,...Nosotros buscamos nuestro vuelo con destino a una ciudad de Montana: Missoula.

Facturamos las dos maletas   grandes y llevamos tres de mano. Antes defacturar las maletas tenemos que hacer cambios internos debido al sobrepeso en una. Hacemos de equilibradores más que de equilibristas y , finalmente, aquello pesa lo que tiene que pesar. 
Nos vamos hacia la puerta de embarque. Una nueva cola tenemos que hacer. En este caso es la del arco de seguridad. Nos encaminan hacia el que está más a la derecha y allí nos piden descalzarnos, sacar los móviles y tablets. Pasamos por los scanner. Son los controles rutinarios y escrupulosos de la policía americana. Como era de esperar, nada de nada. Tras calzarnos y guardar todo en su sitio nos dirigimos hacia la puerta marcada en pantalla.
Se trata de una sala enorme adscrita posiblemente a la compañía. Los que vamos a Montana son sentamos alrededor de la mismas. Me fija en la gente que irá en el avión. La mayoría, la inmensa mayoría,  somos blancos. El vuelo está programado para una hora y cumple estrictamente.

Me toca ventana. El avión comienza su despegue y vamos dejando en el suelo los edificios del Strip. El último que concreto con facilidad es la Torre del Stratosphere.  El avión sube y avanza. 



Conforme avanza voy viendo el agua acumulada en el Lago Mead , ¿o es la presa Hoover? No lo se. De cualquier manera voy viendo la planificación del vuelo. Sobre volaresmos, según parece el Estado de Nevada, y más tarde los haremos por el de Utah, Idaho y, finalmente, entraremos en Montana, pues Missoula está my cerca de Idaho. El vuelo es corto, pues en algo más de una hora estaremos en la ciudad de los escritores y su famosa Escuela de Missoula.

Me voy fijando por la ventana que sobrevolamos un inmenso desierto salpicado de montañas. Más tarde, el desierto correspondiente a los Estados de Nevada y Utah, va pasando a empinarse de tal manera que aparecen montañas con masa forestal, especialmente visibles en su cara oeste por efecto del Föehn. Las montañas van creciendo y en ellas adivino nieve. Tras un rato de vuelo percibo como el avión comienza a bajar haciéndose cada vez más perceptibles las nieves, los árboles, los valles y los ríos. Se parecian algunas ciudades.
Poco después de la hora de vuelo, un mensaje del capitán nos dice que en breves minutos estaremos en la ciudad de nuestros amigos. Al percibir una montaña con una inmensa M , pienso que aquí estamos y , efectivamente, minutos después el avión aterriza sin problema alguno.




Una ágil salida nos encamina a la puerta y de allí al exterior. En ella vemos ya a Christine que , de inmediato, abraza a mi mujer, saluda a mis hijos y, finalmente, a mi. Tras los achuchones y preguntas de rigor. Procedemos a esperar las maletas, mientras ella nos comenta qu ha alquilado un coche para ir a casa, y que todavía le tienen que concretar cuál es. Nos pide que las esperemos allí y nos dice que uno de los dos tendrá que llevar su coche. Me ofrezco voluntario, pidiéndole a mi mujer el carnet internacional de conducir y el pasaporte.  Salen las maletas y me fijo en el interior del aeropuerto, tiene ejemplos de la fauna que vamos a encontrar en este Estado que es tan grande como España.  

Christine nos pide que salgamos al exterior. Localizamos el coche que ha alquilado, un mastodonte blanco, posiblemente un Ford enorme de ocho plazas. Y tras ellos vamos en busca del suyo, saltamos unos valla de madera en la que demuestro que cincuenta años ya es mucho, pero aguanto el reto con cierta dignidad y tomamos su coche. Un Subaru coetáneo al coche que tenemos en Córdoba, del 94. Este coche lo condujo papá, la primera vez que condujo en territorio americano.Tras concretar en dónde nos vemos. Conmigo va mi acompañante habitual, mi hijo pequeño.
 

En un primer momento buscamos la llave y nuestra amiga se presenta minutos más tarde con ellas puesto que se las había llevado. Pongo el coche en funcionamiento, me hago a la dura caja de cambios y salgo del Parking. Allí me esperan ya.

Tomamos la Higway que llega a la ciudad y redescubro  algo que se desde siempre. soy muy lento. Tras llevar un ritmo que supera la velocidad permitida - ¡ y yo conduciendo así en los Estados Unidos!- finalmente, la sigo hasta llegar a su casa. Allí conocemos a su perro, de nombre Kwea. 

La casa y el barrio es de película. Calles anchas, casi sin vehículos, con aceras anchas y grandes árboles , parecen arces o plátanos canadienses, que nos cobijan del calor. 






Entramos en la casa y nos distribuimos. Los niños irán al sótano, un lugar fresco. Mi mujer y yo, a un apartamento anexo para tener algo de intimidad. 

La ciudad, con unos 80.000 habitantes es extensa. Nosotros estamos en una casa cercana a la Universidad y muy cerca del Mount Sentinel que preside la ciudad con esa M inmensa que ya pude ver desde el avión.  

Mientras que los niños se acomodan y juegan con las máquinas una vez conocida la contraseña de la wi-fi, yo me quedo en la casa, mientras que nuestra amiga y mi señora esposa van a comprar y decidir la comida.



Al cabo del rato llegan con pan. Comemos bocadillos, cada uno el suyo. Todo preparado con mucha informalidad, aunque nosotros nos sentamos a comer en la mesa.

Tras esto nos comenta que descansaremos y que luego nos iremos al río para bañarnos. La hora del baño llega y  antes de llegar al río pasamos por unas calles de película, con casas de ensueño. 


Todo parece casi desierto. Nos acercanos al río cuyo nombre es Clark´s Fork, el tenedor de Clark, y me explica que viene de la Expedición de Clark y Louis, la del Paso del Noroeste, recordando en este año yo había visto la película Horizones  Azules con Fred MacMurray y Charlton Heston. Nos bañamos, nadamos contracorriente, y ya de vuelta a casa, previo paso por el Toole Park para hacemos unas fotos de nosotros, nos centramos después en las casas de Helen Avenue. 






Nos comenta nuestra amiga que si no nos importa vamos a ir a una fiesta de bienvenida, una barbacoa, puesto que unos amigos han retornado a Missoula, una vez pasados tres años desde su salida.
Nos vestimos adecuadamente, o sea, informales, muy "casuals", y nos dirigimos por esas calles de película hasta la casa. Allí hay un grupo de familias con sus hijos e hijas. Unos chicos juegan al baloncesto , y tras algunas presentaciones, la de los más cercanos a nuestra amiga pasamos a comer algo. Al rato llegan los padres de uno de lops invitados y procedo a hablar con ellos en francés, idioma en el que me siento más cómodo. 
Mientras mis hijos juegan con los chicos. Allí estamos un par de horas - de siete a nueve de la noche- , pero decidimos regresar  a la casa, y tras un rato de chácharra. Nos despedidos del personal. Buenas noches. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario