domingo, 5 de julio de 2015

Día de fútbol

Hemos visto en una y mil series, así como en películas,  como los americanos, en sus días festivos dedican un tiempo a la familia y, especialmente, a jugar activamente con sus hijos. Es muy tradicional pasar la mañana del domingo en los Estados Unidos practicando deporte. Hay muy americanos como el beisbol o el frisbee,  ese un plato o disco volador que se lanza con la mano, y que pude ver hace años en los jardines británicos. Pero no, nuestros amigos americanos son evidentemente americanos, pero tienen un sentido deportivo muy europeo puesto que practican como deporte dominical y favorito el fútbol. 

Todos los domingos quedan padres e hijos, así como amigos, y alguna amiga,  a pasar la mañana dándole patadas a un balón. Juegan unos con camiseta blanca y otros con la camiseta oscura. Yo ni blanca, ni negra, sino verde pistacho o amarilla. Así que me consideraba blanco, aunque durante el partido hubo ciertas dudas cuando me pasaron el balón algunos que no eran mis compañeros.

Tras el vendaval de la noche el día amaneció templado y agradable, ideal para un partido de soccer. Lo de más, unos curiosos espectadores: tres ciervos. Despues de desayunar junto a nuestros amigos en un auténtico American breakfast, con tortitas de sirope de arce, nos preparamos para el partido de fútbol.

Para ir al campo nos desplazamos en dos coches hacia las afueras de la ciudad en un sitio que sólo puedo calificar de idílico.

Despues de tomar la carretera hacia la Universidad nos fuimos en dirección Este por Duncan Drive hacia un valle rodeado de montañas, cruzado por un arroyo  y presidido por el inmenso Mont Jumbo. Eran las diez, y allí con T-shirt (Black or white) luchamos por ganar el partido. El resultado lo de menos.

El valle enmarcado por, un arroyo, otro creek, era el entorno ideal para algunas granjas que criaban caballos. En la zona del valle , que era nuestro campo de fútbol, ya habían unos cuantos chicos y algunos adultos dándoles patadas a un balón.

Al llegar hicimos las presentaciones oportunas y, casi de inmediato, empezamos el partido. Yo, por mi camiseta color lima, jugaba con los blancos. Uno de mis hijos con camiseta negra jugaba con los rivales. De nuestros amigos el chico con ellos y el padre con nosotros. 

Tras un intenso partido con pequeñas porterías pasamos al campo mayor con porterías de reglamento. Si en el primer partido las carreras nos habían agotado, ya en el segundo, y tras un par de carreras,  yo sentía que me moría. De cualquier manera jugué un tiempo con unos y el otro con los contrarios. El partido quedo... No lo sé. Eso sí,  metí un gol y puse varios. De hecho creo que jugué , a pesar de mis limitaciones, un buen partido. Pero como he dicho, el resultado era lo de menos.

Al final del partido, hubo los saludos afectuosos de rigor y ayudamos a colocar los riegos en su sitio, pues el campo es de todos y allí en cajones se dejan todos los "aperos" deportivos para otro día. Colocamos el riego y, finalmente, tras charlar un poco el equipo se deshizo.

Cuando nos dimos cuenta hubo una singular invasión de campo. Eso era lo de más: tres ciervos pequeños ocupaban un lateral y cruzaron el campo con una tranquilidad y pasmo asombroso. Únicamente la presencia del perro que acabada de llegar, ya que era el acompañante de mi mujer y nuestra amiga que habían ido a devolver el coche al aeropuerto , pero ya estaban allí.

Tras eso nos fuimos las dos parejas a comprar unos cafés a un bar cercano. Cruzamos el arroyo, llegamos a un nuevo parque y, desde allí, pasamos por unas urbanizaciones que nos llevaron a una tienda que hacía las funciones de merendero, bar, venta de comestibles, vamos, de todo.

Una vez comprado el café y la Cola cola, unos zumos y unas bolsas de patatas, así como otros aperitivos idescifrables, optamos por ir nuevamente al campo de fútbol en el que se habían quedado los chicos.

Al llegar tomamos un camino que nos encaminaba a ese arroyo del que hablábamos antes, el Rattlesnake creek, - pues esa el nombre del creek- que  cercano ya habíamos tenido que cruzar por un pequeño puente.

Tras caminar unos centeneres de metros, buscamos en la orilla del arroyo una zona tan adecuada para seres humanos como para castores,  y algunos nos metimos en el agua, yo entre ellos. Allí me quedé recuperando ese tono muscular desaparecido hace años, entre agua procedente del deshielo.

Mi amigi me comentó que toda el área circundante es apropiada para los deportes tanto de verano como de invierno. En las montañas cercanas se pueden cazar ciervos, alces, antílopes. Y no resulta raro encontrarse con osos, negros y grizzlies,  ni tampoco leones de la montaña o pumas, pues allí hay de todo.

Tras pasar un rato en remojo optamos por marcharnos e ir a la casa para comer algo, fue pasta y adecentarnos. Esa tarde a las cinco de la tarde teníamos una nueva cita con el fútbol. Era la final entre Estados Unidos y Japón en el mundial femenino, una especie de "vendetta" entre ambas selecciones no tanto por la segunda guerra mundial sino por haber sido el pasado mundial, cuatro años atrás, las mismas finalistas  con victoria nipona. De hecho las estadounidenses así se lo iban a tomar, especialmente pues para algunas iba a ser su última final por edad.

Al principio habíamos comentado ir a ver el partido a una televisión en la cafetería de la Universidad , pero finalmente el partido sería en la casa en la que habíamos estado dos días antes en la barbacoa,  y nos volveríamos a encontrar con los amigos montaneses de nuestros amigos montaneses.

Allí llegamos a eso de las cinco de la tarde, nos perdimos el protocolario himno nacional, pero llegamos justo al comienzo del partido. 

Se celebraba la final a pocos kilómetros  - relativamente- de allí, en Vancouver. Una española, Yolanda Parga, sería asistente arbitral. No hubo que acordarse de ella, ni los americanos de nosotros, pues Estados Unidos salió a toda velocidad, anotando dos goles en los primeros cinco minutos. Los goles de Carli Lloyd cayeron en los minutos tres, cinco. Para el 16 Lloyd había marcado otro, convirtiéndose en la primera jugadora en anotar un triplete en una final de la Copa Mundial Femenina de la FIFA. Lauren Holiday había anotado otro gol en el minuto 14 y Tobin Heath anotó el último en el segundo tiempo para poner el marcador final. Las japonesas metieron dos, pero no inquietaron.

Al final del partido, a la adorada Hope Solo le fue otorgada el Guante de Oro como la mejor portera del torneo , mientras que Carli Lloyd recibió el Balón de Oro como la mejor jugadora de la Copa Mundial Femenina 2015. 


Mientras el partido se desarrollaba con estusiasmo del repetable, especialmente de los chicos estadounidenses, así como del menor de mis hijos -ya absolutamente americanizado- , y , por supuesto, de las muchas niñas asistentes - que adoraban a Solo, of course- y de todos los adultos, todo el mundo se levantaba e iba a la cocina a tomarse una mazorca con mantequilla, unos hot dogs, unos bocatas de longaniza picante, dulces con chocolate - y sin chocolate, también- , brownies, limonada o cervezas. 

Era una reunión en la que predominaba el "freedom", el haz lo que quieras y no lo que debas. Los niños sin zapatos ponían los pies en el sofá, alguna chica se metía debajo de un mueble. Los mayores hablaban y comentaban,...Freedown, al fin y al cabo. Tras el partido, más comida.

Mis hijos salieron al exterior y primero jugaron un partido de baloncesto en la cancha de los anfitriones que nos agasajaban y después otro de fútbol con los mismos chicos. 

Una vez acabado el partido de los chicos y con un horario cercano a las nueve de la noche, optamos por irnos , aunque nos fuimos cargados de mochilas y sacos de dormir que muy generosamente nos habían dejado. Mañana nos esperan Yogui y su fiel amigo Bubu, en Yellowstone. .

Al llegar a la casa fuimos llenando los sacos de ropa y seleccionando que llevar mañana o Yellowstone. El parque nacional de las piedras amarillas nos esperaba.Buenas noches y no lo olvidemos, “hay que buscar comida”.

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