lunes, 6 de julio de 2015

En busca de Yoggi

El oso Yogui, ese oso antropomorfo y parlante, ocupa un lugar importante dentro de mis recuerdos infantiles. Se emitió en España casi de forma ininterrumpida y en horario infantil desde 1974 a 1980.

La serie animada de Hanna-Barbera mostró al mundo lo que podríamos encontrar en el Parque de Yellowstone, aunque en los dibujos era Jellystone.

De hecho en mi casa suele ser común a la hora de la comida el decir " Hey Boo Boo - o Bubu- hay que buscar comida".

Yogui era un oso pardo, de pelaje castaño, con un sombrero Stetson de color verde.Era elegante, vestía un cuello de camisa de color blanco con corbata del mismo color que su sombrero ceñida con nudo pequeño. Solía hablar en pareado, y le gusta exclamar"!Ey, Ey, Ey, Ey, Ey¡". Tiene buen humor y una confianza en sí mismo espectacular. Una cosa que lo define es su pasión por las personas y su comida. Adora a los turistas y sus manjares. Tiene un compañero fiel que siempre está a su lado, y cuando Yogui se ciega, le ayuda en todo para que no salga lastimado. Este es BuBu, un osito de color pardo claro, que luce pajarita color morada, y luce un flequillo despeinado. Bubú es tranquilo y prudente, como yo. 

Una vez seleccionados mis recuerdos infantiles, despierto de madrugada con visiones de ardillas que suben y bajan de los árboles, y de atender a mi twitter en mi tabler, como era habitual, el día empezó sin café para mí puesto que había cierta urgencia en recoger, primero, un coche de alquiler que necesitábamos para ir a Yellowsone, destino final de la jornada; segundo, para preparar definitivamente, las mochilas con los sacos y con la ropa adecuada para estar en el Parque Nacional de Yellostone durante dos noches y tres días; y en tercer lugar pues habría que decidir que comprar para la comida de los dos días y dos noches en una cabaña de madera que teníamos alquilada en el National Forest Shoshone.

Una vez decidida la comida había que ir por la pasta, a por el arroz y a por las salchichas. A ellos se unió un brick de vino, pan y ootras cosas para el desayuno y la comida. 

Así que me fuí a buscar una cafetería. Me indicaron que había una subiendo la Avenida que llevaba a la Universidad. Así que me encaminé para allá. Tome la dirección hacia la institución académica y poco antes de llegar logré dar con una cafetería, The Buttercup Market and Café


Allí me pedí un café con leche sin más. Un dolar cincuenta y un cincuenta céntimos de propina - qué pasada-  fue la recompensa.

En el local observé como una señora mayor leía con tranquilidad y se comía un dulce tenía un aspecto de pesado, y un par de parejas, posiblemente universitarias entraban para su breakfast. 

Hecho esto, en vez de ir para la casa, tomé dirección a la Universidad que estaba a unos metros. Allí pude ver su plano, tras lo cual entre en el camino de ladrillos rojos que llevaban a la Grizzlie Square. Al fondo quedaba el edificio rectoral y a mis lados se abrían instalaciones que ahora parecían ocupadas por estudiantes en gran medida orientales haciendo cursos de verano o intensivos en inglés. 

Me fijé en las cafeterías, una abierta y otra cerrada, y junto a ellas estaba el negociado de becas y préstamos. Hice un par de fotos y desanduve lo caminado hasta llegar a la casa. Aún no había llegado. Minutos más tarde, estábamos todos.

Tras meter las cosas en el oche , nos dividimos en dos vehículos. En uno  iríamos los padres y el hijo de mis amigos y mi mediano. En el otro las mujeres y mis dos hijos restantes, el mayor y el menor, muy a pesar de éste. 

Salimos de la ciudad y tomanos dirección Este. Nada más salir vi que seguíamos el curso del río Clark Fork. Por unos paísajes auténticamente del oeste pasamos por Clinton hasta llegar a Drummond y desde allí nos desviamos hacia el sur por Deer Lodge, dejando a un lado Phillipeburg y, al otro,  Anaconda - la ciudad fundada por uno de os reyes del cobre, en concreto, Marcus Daly con su gran chimenea y su inmensa mina, aderededor del Warm Springs Creek, y que pudo haberse llamado "Copperopolis" yu que el propio Daly intentó que fuese la capital de Montana en detrimento de Helena, la ciudad elegida por su rival William Andrews Clark.  Entre medias diferentes pueblos que contenían el nombre Spring ( Warmspring, Coldspring, etc...), aunque nunca Springfield. El camino nos llevaba hasta la ciudad de Butte.



Desde Butte,  nos encardinamos en dirección Este por la interestatal 90, realmente seguíamos por la misma, superando la barrera montañosa de los Absaroka Range , dejando a un lado Granito Peak, que marca la divisoria de aguas entre el Atlántico y el Pacífico. Pasamos cerca del nacimiento de Mississippi, que estaba a unos kilómetros de Bozeman,  fuimos en paralelo al Madison, y optamos por no entrar en Yellowstone por West Yellowstone, una ciudad fronteriza con el parque Nacional, sino que decidimos adentrarnos por la entrada oficial.

Hicimos una parada técnica para tomar un bocata en las cercanías de Silver Star, en concreto, sobre un cruce de caminos y  continuamos avanzando  hasta aproximarnos a Bozeman, una de las más importantes ciudades de Montana. Rodeamos  esta importante ciudad y tomamos dirección a Billings.  


Antes de llegar a Billings,   tomamos dirección sur hasta Gardiner que sirvió como puerta de entrada, la norte,  al Parque Nacional de Yellowstone, ya en otro estado, en Wyoming. 

Para llegar a Gardiner hay que cruzar un valle plagado de ranchos, el llamado paradise Valley,  que , según me comentó mi amigo, está en el punto de mira de los grandes magnates de los Estados Unidos. Es una valle fértil ocupado por rebaños de vacas y caballos cruzado por un río que  queda enmarcado por las montañas que encierran Yellowstone.

Ya encauzados hacia Gardiner tuve la oportunidad de  ver un aguila calva, una de las imágenes de América, así como una granja que apostaba por criar bisontes con el fin de transforarlos en grandes filetes. 

Llegamos a Gardiner, una localidad que tiene sentido por su vínculo con el Parque. Gardiner está situado en el suroeste de Montana, en la entrada norte del Parque Nacional Yellowstone. La ciudad se encuentra en el impresionantes Paradise Valley, con el río Yellowstone corriendo a través de la ciudad. Gardiner. La ciudad tiene el ambiente y el aspecto de una vieja y pintoresca ciudad del Oeste.

El Arco Roosevelt es la estructura más famosa en Gardiner. Esta entrada de Yellowstone, Gateway o Arco fue dedicado por el Presidente Theodore Roosevelt el 24 de abril de 1903. El arco es visible dos millas al norte de Gardiner en la autopista 89.

Paramos allí para contactar con la persona que nos había alquilado la casa y aprovechamos para hacer unas fotos. Tras eso fuimos a la puerta de entrada, antes de entrar un antílope nos dió la bienvenida y el aviso de lo que nos esperaba. Tras comprar el paso anual de 80 pavos o "bucks" como dicen por quí, y pasamos al interior ya en Wyoming.

Con el río Gardner de por medio,  y unas montañas de color rojo que lo enmarcaban, nos encontramos con una nueva aguila de calva y llegamos a la meseta de Mammoth.

Allí había un pueblo con todos los servicios desde oficina de correos hasta camping, pasando por áreas de comida y picnic, tiendas y hoteles. Había algunos anaimales los famosos "elk" en sus múltiples versiones , así como los pequeños "pike".

No pudimos ver, pues el tiempo apremiaba una de las maravillas del Parque como son sus famosas cascadas de piedra caliza que tienen su origen en el agua caliente que alimenta Mammoth .

Esa piedra caliza es la fuente de carbonato de calcio que emergen en Mammoth a 80 ° C. Las algas que viven en las piscinas calientes han teñido los tonos de mármol travertino de color marrón, naranja, rojo y verde. Hablamos de Mammoth Hot Springs, una zona con actividad térmica que da lugar a una serie de terrazas de travertino.

Una vez pasado Mammoth,  fuimos hacia Tower Roosevelt, un lugar que es una encrucijada para desplazarse por el parque. Y desde allí pasamos al llamado Lamar Valley.

Lamar Valley es un área espectacular en la que empezamos viendo una manada de bisontes, a la que siguió una, otra y otra, a derecha e izquierda cientos o miles de bisontes pastaban mansamente por el Valle. Por dicho valle había pescadores y gansos de enormes dimensiones. En algunos puntos había estructuras gigantes de travertino.

Pero el tiempo nos apuraba así que tuvimos que dirigirnos sin parar mucho hasta salir de Wyoming y volver a entrar en Montana. En concreto hasta Cooke City, una auténtica ciudad del "american western".

Tras algunas dudas llegamos al lugar de contacto  con el guía que nos llevaría a la casa. El guía se comprometía a llevar una mochila cargada con comida durante las cuatro millas en la que la casa se encontraba.

Sin embargo, nada más iniciar el camino y dejar un cercado con caballos descubrimos que el camino se empinaba grado a grado hasta alcanzar cotas dolorosas. Lo que parecía media horita se trasformó en una hora interminable, con una humedad elevada, con miles de mosquitos que nos atacaban a derecha e izquierda, y con unas pendientes de aupa.

Hubo que hacer una , dos, tres, cuatro paradas y alguna más para recuperar el aliento y beber agua. El chico, de nombre Ben, que iba acompañado por su perro, caminaba a grandes zancadas e iba encabezando el grupo y explicando algo a nuestra amiga. Eso sí, iba dando grandes voces cosas del bosque en el que estábamos, el National Forest Shoshone, que cubre cerca de 2 500 000 hectáreas, en el estado de Wyoming, aunque en ese momento entramo por Montana.

A mí me sorprendía el tono que usaba, pero bueno, alguna explicación tendría. Con ese acompañamiento gutural, cruzamos un denso bosque de abetos lleno de biodiversidad, hasta llegar a una cascada, más o menos, a mitad de camino. Aquí hubo parada de rigor, con un tiempo mayor del habitual y foto de grupo.

Tras esto, mochilas a espalda y vuelta  subir. Pasamos por un par de pequeños llanos por donde aparecieron ciervos y tras una hora, llegamos a una apertura en el bosque en la que se encontraba una casa toda en madera. Ahora sí lo diré: la razón por la que Ben iba dando grandes voces mientras trepaba por la senda, a lo largo de esa hora, era porque al llevar una voz alta con eso se evitaba que un oso nos sorprendiera en medio del bosque. Sin embargo, peor que todos los osos del mundo era el ir acompañados de infinidad de mosquitos, que intentamos repeler con antimosquitos. Llegamos sobre las 19:15 a nuestra rústica cabaña.

La dotación era limitada: cocina, lámparas de aceite y tres literas con camas arriba, que volvían a repetirse en el piso superior, al que - por supuesto- pasaron los niños. De electricidad no hablamos, de agua corriente,  tampoco y del servicio, menos. Bueno, puntualizo, el servicio consistía en una caseta en la que había una taza que daba a un agujero y ...nada más.

A mí me pareció genial, aunque no todos  estábamos igual de entusiasmados.  El agua había que recogerla de un arroyo que estaba a unos cien metros. Nacía en un manantial y teníamos que rellenar dos barreños enormes. Una vez llevada el agua a la casa, se filtraría para potabilizarla. Para ello, mis amigos habían traido una máquina que filtraba.

La noche iba entrando lenta pero inexorablemente, así que optamos por iniciar la cena. Esta pasó de ser un arroz con tomate a un risotto de tomate y salchicha que estaba para chuparse los dedos. La noche se vino encima y antes de que finalmente oscureciera salimos a liberarnos de todos los que nos sobraba.

En la oscuridad quedamos ver para mañana que es lo que haríamos. Dos opciones: National Forest Shoshone o Yellowstone. Esta última parecía lo más sensato. Buenas noches.

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