viernes, 24 de julio de 2015

This is the End

Nada más cruzar el umbral del metro para entrar  en la terminal del del Airtrain podíamos considerar que el viaje entraba en sus momentos finales. Parecía que entonábamos nuestro particular This is the end. Moverse por las distintas terminales ya tenía pocos secretos. Recuerdo que me llamo la antención el sector destinado a enlazar con la línea de cercanías que unía con Long Island.  Pero salvando esta anécdota, así como la de buscar y encontrar desde el interior de ese Airtrian nuestro hotel y la zona de Queens por la que habíamos paseado el primer día, ya la sensación era la de invitar a una reflexión sobre los días transcurridos y momentos vividos en nuestra aventura americana. 

Pero antes de  eso buscando la terminal internacional que nos enviaría para Málaga, que no era otra que la asignada, supongo, a la compañía con la que volábamos, la Delta. Al llegar al mostrador de Delta, con tiempo más que suficiente,  nos comentó una de la compañía que teníamos que hacer el embarque on line en su máquina. Muy amablemente otra chica de la compañía nos dirigió el proceso, que todo hay que decir parecía bien simple. Ya una vez con las tarjetas de embarque fuimos al mostrador dejando los dos maletones que nos habían acompañado, y quedándonos únicamente con las tres de mano. No nos comentó la chica que hubiese referencia alguna a la información de la huelga en el JFK que me había estando rondando la cabeza en los últimos días.

Pasamos por la línea de control de pasajeros. Allí se veía con total normalidad la línea de control y  el arco de seguridad. O se había desconvocado la huelga o era un total fracaso. También es cierto que no había  tanta gente como la última vez que habíamos estado en ese control, el segundo día de viaje cuando cogimos un avión con dirección a Las Vegas. Pasamos sin problema alguno.

Ya una vez dentro buscamos las puertas asignadas, en genérico, pues no teníamos todavía ninguna. Buscamos un área para aposentarnos. Teníamos una hora de wifi, así como enchufes para cargar móviles y tablets. Parecía un buen sitio. Como quedaba tiempo opté por aprovechar la hora de Wifi, y cuando se acabó vi un capítulo de 12 Monkeys, y tras éste me vi otro. Mi mujer aprovecho para leer y dar una vuelta vuelta por la terminal. Me señaló la que creía que podía ser la puerta, pues desde allí salían los Delta con dirección a Madrid. Yo, al rato, la imité. Vi gente preparada para entrar en sus aviones en dirección a Barcelona, Amsterdam, Londres - varios, de hecho-, a París, a Niza y Berlín. Otros iban para Dakar, pero también a San Juan de Puerto Rico y a Santiago, tanto el de Chile como en la República Dominicana. En el vuelo de Tokio dos chicas se quedaron fuera por llegar tarde. Abrieron la puerta y saltaron las alarmas. Un operario que explicó que habían llegado tarde. Las chicas lloraban y el tipo llamó. No se que ocurrió. Soy muy pudoroso ante el drama de los demás. 

Vuelos internos había también con destino a Los Ángeles, Phoenix, Houston y Dallas. Supongo que muchos más con destino a Washington, a Boston, a Chicago,etc.... 

Así fue pasando el tiempo. Entré en las Duty Free, que eran "Free" para entrar, pero nada en sus precios. No merecía la pena. El reloj pasaba lentamente. Poco a poco se fue obscureciendo en el exterior. La pantalla de vuelo informaba que nuestra terminal de salida estaba ya marcada. Era un número par, la 24. Allí trasladamos nuestros bultos. La televisión del bar cercano daba un partido de baseball, pero la que miraba hacia la puerta tenía a la CNN en pantalla. La televisión informaba que que un alguien armado había entrado en un cine de Luisiana y que había disparado a una persona y había herido a otras ocho en Lafayette, antes de suicidarse, según informaba la policía y los medios locales. Pensé en ese momento en una conversación con mis amigos de Montana: lo que más miedo me daba por viajar a los Estados Unidos era la posibilidad de encontrarme a alguien con un arma de fuego, sin control alguno. Se volvía a repetrir la historia y , nuevamente, en un Estado del Sur.

El avión que salía antes por nuestra puerta que llevaba como destino Sao paulo se había retrasado en su salida. Ese retraso se provocaba que el nuestro también se retrasara. En pantalla había dejado de estar On Time y ahora marcaba Delayed, quince minutos más tarde. No era un problema. Identifique alguna de las azafatas del viaje de ida que ya estaban preparadas en la terminal. Cuando abrieron el embarque ellas ya estaban dentro. El embarque fue rápido, así como la salida.

El avión tomó vuelo y el CBD de Manhattan se dejaba ver por última vez. Despedíamos así a la "Gran Manzana". Y con ella nuestro viaje americano.

Postdata: Lo que quedaba del viaje fue rutinario. Teníamos manta delgada, una almohadita y protector de ojos por si queríamos dormir. Yo lo intenté desde el principio, no así algunos de mis hijos que se vieron dos y tres películas. Cuando vi que no me dormía me puse a ver Selma, cuya entrada en mi blo de cine ha sido Selma, viaje de vuelta.

Supongo que antes o después de la misma dormité, cuando me di cuenta estaba amaneciendo y nos ofrecian un rumboso café y un zumo helado. Poco después, le tocaba el turno casi a una comida. Un pollo en salsa, algo de queso, una ensaladita, algún craquer para mantequilla, acompañado todo con una cerveza de Boston  que responde al nombre de Samuel Adams. La chica que me servía, la misma que la del viaje de vuelta me dijo "buena elección, la mejor".

Entretando el avión se iba aproximando a Málaga. Cuando nos dimos cuenta ya estábamos bajando inexorablemente. El avión aterrizaba a su hora precisa. Nada más llegar al aeropuerto y pasar sin problema, pues eramos ciudadanos de la UE y la Guardia Civil apenas se fijó y nos dejaron pasar,  buscamos los servicios, y tras estos las maletas. No tardaron gran cosa en salir. Una vez con las maletas llamamos a la empresa que en la que habíamos dejado el coche. Tardaron algo más de lo esperado. Mientras esperábamos notamos el calor y la humedad similar a la que habíamos sufrido el domingo pasado en New York. Cogimos el coche, y descubrí que me había adaptado rápidamente al "american way of life" en este caso al automatismo: calé el coche en la rotonda al no usar el embrague. Rumbo a Córdoba. No así su recuerdo. Habían sido tres semanas intensas. No la íbamos a olvidar fácilmente. Al llegar había terminado nuestro viaje. This is the End.

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